De médicos y cerdos 1.

Si los cerdos dominaran al mundo, idolatrarían a los médicos, pues casi todos, sin justificación lógica y razonable, al prescribir una receta, prohíben la ingestión de carne de cerdo. A Kiskesabe, los cerdos lo abrirían en canal para hacerlo chicharrón, excepcionalmente encuentra algún motivo, causa o razón para prohibir la ingesta de ese natural, nutritivo y sabroso producto cárnico convertido en chanfaina, cueritos o carnitas, aderezadas con una “chela” bien fría.

La carne de cerdo está rodeada de mitos que se han trasmitido de generación a generación, de usos y costumbres y no siempre los diversos títulos académicos, ayudan a desmitificar ciertas conductas.

Existen varias posibles explicaciones para esas prohibiciones:

Se prohíbe la carne de cerdo con la ingesta de antibióticos con la creencia de que bloquea el efecto benéfico y puede haber reacción alérgica con esos fármacos. Se sabe que eso no es cierto, y en la práctica clínica cotidiana no se observan esas reacciones. Kiskesabe nunca prohíbe la carne de cerdo en esas circunstancias. Alguna vez, el mismo Kiskesabe, en una chicharronada, ingirió una cápsula de ampicilina con cerveza y tacos de carnitas. No le sucedió nada con las carnitas, con las cheves, sí, cambio de nombre, se puso Keske.

Los médicos prohíben de facto, el consumo de carne de cerdo. De facto, significa de hecho. Es aquello que se hace sin ajustarse a una norma previa, es decir, que no ha sido reconocida formalmente ya sea por mecanismos legales o académicos o por autoridad competente. La carne de cerdo aporta nutrientes esenciales para la buena nutrición y recuperación de la salud, no empeora infecciones, por lo que no se justifica su prohibición indiscriminada.

Durante mucho tiempo se relacionó a la carne de cerdo con la trasmisión de la cisticercosis o triquinosis lesionando al cerebro. En la práctica, los casos de cisticercosis son excepcionales y dependen más de la higiene de la alimentación. La carne de cochino contaminada con triquina se esteriliza hirviéndola a más de 70 grados centígrados. Si algún lector ha sido invitado a “una cochinada”, es decir a una chicharronada, se habrá dado cuenta que la paila de los chicharrones hierve a más de 100 grados durante más de una hora.

Allá en el rancho grande, allá donde vivía, los 200 o 300 habitantes de Solís de Allende, invariablemente, nos criamos con huevos… de patio, con manteca y carne de cochino y leche de vacas contentas. Era muy práctico y económico para la mayoría de las familias engordar y matar un cerdo cada dos o tres meses, cuando se agotaba la manteca. Hasta la fecha, la mayoría de las familias, durante la semana consumen más carne de puerco que la de res. No es rentable matar una res de 400 kilos para el consumo local, ni negocio para el que la destaza, no hay tanta demanda. Si es rentable hacer una cochinada, una o dos veces por semana con un cerdo de 100 o 150 kilos, vender chicharrones, carnitas, chorizo, cueritos y por supuesto acompañados de una “cheve” o un cañazo curado de jobo, por ejemplo. Y en 70 años que tengo de vida, no recuerdo un caso de cisticercosis de alguno de mis paisanos o parientes. A lo mejor se me escapa alguno. Pero es poco probable. En los pueblos chicos se sabe todo de todos y hasta de más.

El último caso de cisticercosis cerebral que recuerdo, es el de una joven quinceañera de Castillo de Teayo, hace unos treinta años la vi con dolores de cabeza intensos, vómitos, y el fondo de ojo mostró edema del cerebro. En aquel tiempo, directamente de Castillo de Teayo la envié al hospital general de México, le colocaron una válvula de drenaje de líquido cefalorraquídeo del cerebro para disminuir la presión intracraneal. Vive aun, con su válvula cerebral, es madre de dos o tres pelaos.

La neta: el miedo a la cisticercosis es infundado, es un mito.

El “fuchi” hacia la carne de cerdo es un dogma religioso de los judíos y los musulmanes, se asocia a la inmundicia y a lo grasoso y por tanto a lo nocivo arguyendo que trasmite decenas de enfermedades virales, bacterianas y parasitarias. Seguramente en la región donde surgen esas religiones, hasta la fecha muy pobres e insalubres para la mayoría de la población, en aquellos tiempos hubo muchos casos de cisticercosis. Incluso arguyen que Mozart murió de cisticercosis cerebral, pero aclaran que comió carne CRUDA de cerdo.

En realidad, yo le temo más a encontrarme con algún cerdo, de esos de dos patas, pues de que los hay los hay.

No obstante lo anterior, la carne de cerdo tiene más ventajas que desventajas, como veremos en la siguiente entrega.