Un médico, ayer y hoy.
En memoria al Dr. José Márquez López, “El Pere”, maestro y amigo.
Dr. Ignacio Espinosa Médico Internista tel. 82 26352 782 888 0056.
La medicina ayer y hoy, ha evolucionado, para bien en algunos rubros, para mal en otros. En 1969, arribé a un hospital de aquí de Poza Rica, para cumplir con el requisito de un año de médico interno, recién egresado de las aulas de la Escuela de Medicina de la UV. Sin ser una “lumbrera” en calificaciones, traía en mi mente los conocimientos teóricos mínimos para aplicarlos en la responsabilidad de cuidar la salud de mis semejantes, en un hospital general en donde tuve que enfrentar el reto de cómo aplicar en la práctica, los conocimientos teóricos adquiridos.
Tuve la buena ventura de encontrarme a un médico general al que le decían “El Pere”, estaba adscrito al servicio de urgencias, área donde se templa el carácter de los novatos en medicina, donde se forja la calidad del quehacer médico, o, en analogía, con la jerga del futbol: urgencias es el área chica de una cancha de fut, donde se manifiesta el temple de un buen futbolista, de un goleador, donde crujen los huesos de los delanteros. No había especialistas con múltiples diplomas académicos. El Dr. José Márquez, alias “El Pere”, me pareció un ejemplo de esta analogía: atendía pacientes, con asma, con diarrea, gripa, con diabetes, con dolor abdominal ya quirúrgico por una apendicitis aguda o una vesícula con cálculos o por una oclusión intestinal, vientre agudo, y además, si el diagnóstico de vientre agudo quirúrgico se confirmaba con los mínimos estudios de aquellos tiempos: simples de sangre y simples radiografías de abdomen, simplemente “El Pere”, resolvía los problemas médicos y quirúrgicos en forma expedita, incluso atendía partos normales, lo más frecuente y cesáreas de ser necesarias, lo que era ocasional. Lo mismo resolvía problemas agudos de pediatría o geriatría.
Tampoco se alarmaba si llegaba algún paciente con la presión arterial de 150/110 o más, ni alarmaba a los pacientes ni a los familiares. Muchos pacientes vi con él, con cifras mucho más elevadas, no recuerdo casos graves de infartos del corazón o hemorragias cerebrales por la presión alta como ahora les hacen creer aterradoramente a estos enfermos, que incluso con 130/85, les dicen que están muy graves.
Asimilé la diferencia de estar cinco años en las aulas de medicina aprendiendo enfermedades y llegar a “donde crujen las neuronas del médico”: servicio de urgencias, donde están los enfermos.
Mucho le aprendí al Pere: tratar enfermos, no enfermedades. Una madrugada, sábado por la noche, llegó un hombre de unos 45 años de edad, obrero general, con fiebre, náusea, vómito, distensión y dolor agudo abdominal en fosa iliaca derecha. Una biometría hemática mostró aumento de glóbulos blancos sugestivos de infección y unas placas simples de abdomen que nosotros los internos tomábamos, mostró burbujas de gas en colon en área apendicular y borramiento de las líneas del músculo psoas en abdomen, datos complementarios y suficientes para diagnosticar con mucha probabilidad, apendicitis aguda y así justificar la decisión de operar, es decir, vientre quirúrgico. De guardia estaba otro médico general al que le informé del caso. Fue indiferente: dale antibiótico y cálmale el dolor y que se espere a la mañana, no tenemos ahorita quien lo opere. No me convenció, comenté esto con una enfermera viéndome preocupado por el caso me sugirió: vaya en la ambulancia por el Dr. Márquez. Me dijo. Seguro que si usted va por él y le comenta el caso viene a operarlo. No creía que lo hiciera porque ya había salido de su turno. Pedí al chofer de la ambulancia me llevara al domicilio, dudando. Con sorpresa abrió su casa. Le comenté el caso y mi diagnóstico. ¿estás seguro que es apendicitis? Me cuestionó. Si le dije. Pero mi novatez, me hacía dudar en el fondo de mi limitada experiencia. Acudió al llamado, confirmó el diagnóstico. Le atinaste de chiripa. Me dijo socarronamente. Lo operamos. El diagnóstico se confirmó y se solucionó satisfactoriamente.
Me informé si le pagaban tiempo extra por acudir fuera de su turno a operar pacientes graves. No. Me dijeron. El viene si lo necesitan, a la hora que sea. Sin interés en el dinero. Vaya, pensé, buena onda este cuate.
Esta fue una de las mejores enseñanzas que aprendí en mi carrera de siempre aprendiz de médico. En aquel tiempo de los 70, no había jefes de servicio.
Del 69 al 75, regresé al mismo hospital, dizque con título de Médico Internista, “kiske” superior académicamente a mi amigo y maestro, pero al Pere, que seguía activo: le seguí aprendiendo. Nunca cambió. En los 80, ya aparecieron los jefes. Una noche fuera de mi turno fui a ver a un paciente grave con insuficiencia cardíaca, que acudió a mi consultorio privado, como derecho-habiente, le propuse que lo podría atender en el hospital, fui a verlo a urgencias (no estaba el Pere), todavía no lo atendían, urgencias estaba atascado de enfermos. Siendo trabajador activo en el turno matutino, le hice la nota para que se hospitalizara apoyando al internista que ya había en urgencias. ¡El colmo! Mi colega me reportó al “jefe” de urgencias, entre ambos me dijeron que yo no estaba en mi turno y que no tenía porqué dar indicaciones, que el enfermo tenía que esperar. ¡Y el colmo de los colmos! Aceptaron a seguir mis instrucciones, al comentarles que si se complicaba la evolución por retraso en la atención de ese paciente cardiaco grave, ellos serían los responsables. ¿¿Pero qué necesidad???
Como médico, El Pere, fue un buen delantero izquierdo amo y señor de la “marunga” con la que, de tres dedos, anotaba y ponía medios goles, hábil cabeceador ahí donde crujen las espinillas y tobillos. Entrón, al igual que cuando entraba a un quirófano para abrir un abdomen complicado.
Siempre, en vida, comentamos que seguiríamos en el mismo equipo de futbol, incluso después de la muerte. Actualmente forma parte de la alineación del equipo veteranos de Universitarios, con varios de nuestros compañeros de la camiseta azul celeste, en el más allá, dirigidos por San Pedro. Por acá, seguirá en el pensamiento de quienes lo apreciamos.
¿Porqué, el alias de Pere? Me informó uno de sus hermanos que, solo conozco por “El Morao”, que de niño, primera década de vida, cuando pedía de comer o ropa, o si le solicitaban algo a él decía: “PERE” que sea ahorita, en vez de: PERO que sea ahorita.
Hay un dicho un tanto cínico: “los médicos de antes eran más honestos que los de ahora. Yo soy de antes, pero vivo ahora.” El Pere me enseño que su plumaje NO era de estos. Él, fue de antes y siguió siendo de antes hasta hace unos días. Falleció de muerte natural a los 85 años de edad.
Correo: [email protected]
Página: www.kiskesabe.com