COVID 19 23, estreñimiento por confinamiento.
Dr. Ignacio Espinosa. Médico Internista. Tels: 782 82 26352 y 782 888 0056.
Una mujer peruana, que ha leído mis comentarios sobre los efectos nocivos de los derivados de la cortisona utilizados para “prevenir” COVID, me envió un breve, pero desesperado texto: “yo tomé dexametasona por casi un mes, de 40 mg dos veces al día, más antibióticos dos veces al día, más una diaria de aspirina cardio, más paracetamol 3 diarias, cuatro frascos de mucosolvan en jarabe, todo esto por casi un mes, pero después de que lo dejé ya casi hace un mes, me siento fatal con ansiedad sofocos tembladera escalofríos, me siento fatal no se cuando va a terminar, alguien me puede ayudar, cuánto tiempo dura esto”
Ni duda, los nocivos efectos psiquiátricos de los derivados de la cortisona, ampliamente comentados en esta columna, aunados al pánico propio de la naturaleza del COVID y la cobertura mediática que aumenta la confusión y el miedo. Teóricamente, los medios de difusión deben funcionar como informadores objetivos, veraces e imparciales con el fin orientar, educar y mejorar la calidad de vida emocional de la sociedad.
Pero dejemos el COVID directamente por el momento y vayamos a una caso clínico indirectamente afectado por el covid.
Recientemente vi un caso clínico de una mujer sesentona, con efecto de plenitud abdominal, sensación de llenura que aumentaba cada vez que comía, disminución del apetito, baja de peso, náusea sin vómito. Le dijeron que era del estómago. Que era “por reflujo” y tenía un mes ingiriendo el clásico omeprazol que es muy bueno para gastritis, pero no para el reflujo, combinado con metoclopramida, medicamento muy bueno para el reflujo, pero no para el estreñimiento de esta mujer, que en realidad evacuaba cada ocho días desde varios meses atrás, lo que se descubrió simplemente con el interrogatorio clínico.
Lo extraordinario es que a la palpación clínica de abdomen reveló un par de bolas duras, no dolorosas, movibles, del tamaño de unas toronjas. localizadas en el bajo vientre hacia la izquierda y al centro de abdomen en la región umbilical. Como el estado general de la paciente era en realidad bueno, de primera intención le dije a la enferma y sus familiares que lo más probable era que se trataba de un CACOMA (tumor benigno de caca) lo cual se confirmaría fácilmente con indicar laxantes, si al lograr evacuación abundante las bolas desparecían, confirmaría el estreñimiento como causa de esos tumores.
Obviamente, se planteó una hipótesis alternativa y era la de un posible cáncer (tumor maligno), pero esta posibilidad solo se la mencioné a los familiares, como posibilidad remota, más no a la paciente. Pienso que a los enfermos no se les debe mencionar un diagnóstico tenebroso, hasta estar lo más seguro posible del diagnóstico, no antes, para no causar trastornos emocionales.
Los enfermos buscan tranquilidad y nosotros, profesionalmente, debemos satisfacer esa necesidad, incluso a pesar de confirmarse un diagnóstico con mal pronóstico.
La estrategia mencionada funcionó: se prescribieron laxantes, se logró destapar el drenaje del cuerpo y a los seis días después de lograr evacuar más de 4-5 kilos de excremento, los tumores desaparecieron, lo que confirmó la primera hipótesis, descartándose la segunda, la posibilidad de un cáncer.
El rastreo con ultrasonido abdominal no mostró tumoración residual alguna: miomas uterinos, tumor de ovario o tumor intrabdominal de tejidos blandos (liposarcoma), por mencionar algunos de los tumores relativamente frecuentes con los cuales hay que diferenciarlos del común “cacoma”.
Se recomendó en adelante, prevenir el estreñimiento aumentando la ingestión de alimentos ricos en fibra como el cereal de avena, frutas y verduras.
Debo mencionar que por el confinamiento y el pánico social los trastornos psicosomáticos, colitis nerviosa con estreñimiento, como este caso, están aumentando en frecuencia.
Regresamos a lo actual. Si en Poza Rica hoy 14 septiembre hay 1504 casos registrados de COVID y la población aproximada es de unos 200 mil habitantes, resulta un 0.7% de población afectada. Al inicio del problema del COVID, allá en enero-febrero, nos informaron, por medio del secretario de Salud Nacional (López-Gatell) y la misma OMS, así lo definía: que una epidemia es cuando se afecta a un 5% de la población de un pueblo, una ciudad, un país o del mundo, y que una pandemia es cuando se afecta el doble, o más, es decir 10% de la población; significaría que en Poza Rica habría 10 mil casos confirmados para una epidemia o 20 mil confirmados para una pandemia. Y solo hay 1504 casos confirmados. ¿Qué está pasando?
Resulta que en el momento actual las autoridades configuran una epidemia cuando se reportan enfermos de alguna enfermedad fuera de lo común y pandemia cuando esa enfermedad fuera de lo común afecta muchos pueblos, muchas ciudades o muchos países, pero ya no mencionan cifras porcentuales. Al principio el mismo López-Gatell, nos hizo una regla de 3 simple con los casos reportados, allá por marzo, con un resultado de 0.00008%, y nos dijo: no se alarmen, esto es un brote de una nueva enfermedad, NO ES EPIDEMIA.
HOY, con 668,381 casos confirmados de coronavirus y con unos 128 millones de mexicanos, apenas si está afectado un 0.5 de la población nacional, muy lejos del 5% mencionado en marzo, que correspondería a un poco más de 6 millones de casos confirmados de coronavirus.
Independientemente del manejo político económico que se este utilizado en el ámbito mundial y nacional, como ciudadanos responsables, no debemos menospreciar a los muertos, y aceptar que hay una nueva enfermedad para la que no hay vacuna preventiva ni tratamiento específico y “no debemos bajar la guardia” y tenemos que responsabilizarnos de continuar con la sana ¿o ya insana?, distancia, con el fin de alejarnos a más de dos metros de posibles enfermos.
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