Medicina de enciclopedia.

 

En ocasiones los médicos cometemos deslices, tanto por aplicar estrictamente lo que dicen los libros, o por el contrario, por valerse exclusivamente de nuestra experiencia sin tomar en cuenta las experiencias de otras publicaciones médicas. Lo ideal sería un criterio médico como resultado de la combinación de la lectura de los libros de medicina, con las experiencias bien asimiladas con los pacientes que el médico ha consultado durante su ejercicio profesional, independientemente de la cantidad de pacientes y de años que haya laborado cuidandolos.

Si a un enfermo se le diagnostica amibiasis intestinal aguda que se caracteriza por evacuaciones frecuentes, dolorosas, con moco, sangre, urgencia para evacuar, y pujidos para lograrlo y se le indica tratamiento para las amibas por un año, como le sucedió a un estudiante, se comete una injusticia (por no decir otra cosa) ya que los tratamientos para amibiasis aguda en el momento actual son de un solo día, hace unos 40 años eran de tres días, y antes de esos 40 años eran de 10 días. Sin embargo, todavía se utilizan tratamientos de 10 días a pesar de los avances logrados. Parece inexplicable que a alguien se le indique un tratamiento durante un año. Cuando dejamos de informarnos de las novedades que existen en el diagnóstico y tratamiento de los padecimientos más comunes que aquejan a nuestra sociedad, podemos cometer este tipo de acciones por demás perjudiciales.

También los médicos podemos caer en el error de indicar antibióticos potencialmente nocivos que pueden causar anemia grave, por ejemplo, cuando se reportan reacciones febriles positivas para fiebre tifoidea y se prescriben antibióticos sin que el paciente padezca fiebre certificada con termómetro clínico. Este fenómeno es muy frecuente en pacientes que se quejan de dolores de cabeza. Es cierto que uno de los síntomas de la fiebre tifoidea es dolor de cabeza, pero este no es exclusivo de ese padecimiento, la causa principal y más frecuente de cefalea es la tensión nerviosa o estrés. Dolor de cabeza sin fiebre confirmada con termómetro, no debe etiquetarse como fiebre tifoidea, no se debe diagnosticar ni tratar a un paciente como fiebre tifoidea, sin la fiebre, este concepto parece bastante comprensible. La clave para evitar este tipo de pifias es tomar en cuenta los datos clínicos directos del enfermo, los estudios de laboratorio deben coincidir con los síntomas de los pacientes.

Un día se presentó a consulta una paciente por dolor en la base del tórax del lado derecho, al nivel de las costillas, la paciente pensó que era el hígado o la vesícula, consultó con un médico, le solicitaron un ultrasonido, la vesícula y el hígado eran normales, le indicaron calmantes del dolor pero la paciente no sabía a que se debía el dolor, solo recibió información de que el hígado estaba bien, es decir, sabía que no tenía nada en el hígado, pero no sabía a que se debía el dolor. Otro médico le sugirió que podría ser una infección por virus, el herpes virus, pero ya tenía varias semanas con el dolor, tampoco era posible que fuera el herpes puesto que esta enfermedad causa dolor pero a los pocos días aparecen unas vejigas en la piel, como las de la varicela, que confirman la infección viral. Esta mujer nunca presentó estas lesiones, luego entonces tampoco era esta la causa de su dolor. El problema se aclaró tomando en cuenta que era obesa, había aumentado considerablemente de peso en los últimos meses, contaba con 35 kilogramos de exceso de peso en correlación con su edad, su estatura y conformación corporal. No había cambiado talla de los sostenes mamarios, el sostén tenía una barra rígida en el borde inferior, esto hacía una presión exagerada sobre la piel engrosada por la grasa, se había inflamado, la piel estaba roja en el sitio de la presión, esta inflamación le causaba el dolor. La receta fue, bajar de peso, o cambiar la talla del sostén, y que este fuera sin borde rígido. De esta forma se resolvió el caso del brasier agresivo.

Algunos sucesos de la práctica de cualquier actividad, ejercida con o sin títulos académicos o nobiliarios, no se describen en los libros correspondientes a cada área del conocimiento. He aquí la importancia de redactar los casos clínicos raros, o conservarlo en la memoria de tal forma que en un mañana próximo, nos pueda servir como ejemplo o comparación con otros casos nuevos que se nos pueden presentar y que no hemos tenido oportunidad de leer en las publicaciones de otros autores. De hecho, la mayoría de los médicos son escritores, puesto que durante el entrenamiento escolarizado y hospitalario, se nos exige redactar historias clínicas de los pacientes con la técnica del interrogatorio y exploración física, método que se aplica a todas las áreas del conocimiento, no tan solo de la medicina. Basta con seguir cultivando esta actividad que nos permite hacer una relación pormenorizada de los eventos que se presentan en cada caso clínico en que tenemos oportunidad de participar y de esta forma superar y mejorar la calidad del servicio que ofrecemos que es el cuidado de la salud de nuestros semejantes.

Los libros describen enfermedades, nos hablan de su frecuencia, las causas, los factores desencadenantes, sus complicaciones, sus manifestaciones clínicas, de laboratorio y gabinetes, del tratamiento médico o quirúrgico, de los avances en el diagnóstico y tratamiento. Pero no describen ni hablan de los enfermos como sujetos sociales, como seres que sufren, lloran o ríen. No es lo mismo estudiar a la enfermedad, diabetes por ejemplo, que a “Juan Pérez Jolote”, diabético, pobre o rico, culto o ignorante, con o sin trabajo. En esta premisa básica de tratar con enfermos y no con las enfermedades, radica gran parte del éxito o el fracaso de nuestras decisiones médico terapéuticas que repercuten para bien o para mal en la calidad de vida de los sujetos que nos confían el cuidado de su salud.