Leyendas médicas.

Diariamente el médico se enfrenta a ideas que los pacientes manejan como verdades, consecuencia de los usos y costumbres de un conglomerado social históricamente determinado con sus propias implicaciones antropológicas y culturales. Infortunadamente para los enfermos, algunos médicos comparten, en su ejercicio profesional de algunos de los mitos, que si bien la mayoría son inofensivos, otros pueden ser nocivos, principalmente desde el punto de vista psicológico, y hata físico y económico.

Un ejemplo es acerca de los efectos del NONI, jugo de moda, en pasada época, que varios de mis pacientes lo han ingerido para gastritis, colitis, hipertensión arterial, para regenerar el hígado, para los nervios, para anemia, es decir, para casi todas las enfermedades más frecuentes, incluso recomendado hasta para regenerar los riñones severamente dañados en diabéticos de muchos años de evolución, lesiones renales que científicamente se ha comprobado que son irreversibles en la mayoría de los casos.

No tengo conocimiento de las bondades de este jugo, pero uno de los innumerables enfermos a los que no le funcionó, me proporcionó un folleto informativo al respecto. Lo leí.

Estas son ciertas de mis conclusiones basadas algunos conocimientos básicos de fisiológica humana y de farmacología:

No deja de ser otra falacia más en las que nuestro pueblo cree dogmáticamente sin cuestionamiento alguno.

Lo venden como panacea médica. Panacea deriva del griego pánace, a la que se le atribuye eficacia para cientos de enfermedades, remedio que buscaban los antiguos alquimistas para curar todas las enfermedades con un solo medicamento. Esta es precisamente la imagen que el folleto le proporciona al noni, el de una panacea.

Sin descartar que muchas de nuestras plantas naturales poseen ciertos efectos benéficos en algunos síntomas de diversos padecimientos, esto no justifica, razonablemente, que se le atribuyan poderes curativos para centenas de enfermedades.

Nuestro pueblo vive de fantasías, de creencias dogmáticas. Nuestra idiosincrasia o distintivo, permite que todavía nos vendan baratijas o brebajes inútiles y paguemos con oro. Respetable es, la libertad que cada enfermo tiene para hacer con su dinero lo que más le plazca.

Cierto que muchas de las panaceas aparentemente curan algunos síntomas, probablemente basados en el efecto placebo, sugestión mental, fe o esperanza propia de cada individuo. Esto es un hecho de observación común, no tan solo con las medicinas alternativas sino con medicamentos de patente, con la realización de un ultrasonido, un electrocardiograma o unos estudios de sangre, o tan solo con la presencia del médico en el cual el enfermo deposita su confianza y, por sugestión, logra cierto grado de mejoría

Mario Méndez Acosta, colaborador del periódico Excélsior (3-Ene-01), es presidente de la Sociedad Mexicana para la Investigación Escéptica y en su libro: Automedicación y medicinas alternativas, afirma que: “las medicinas alternativas no pueden ser creíbles por la sencilla razón de que no son sometidas a pruebas exhaustivas antes de ser aprobadas para su venta…. que uno de los problemas es la falta de información y que la citada asociación no quiere perseguir a nadie….. se pretende que el público tenga acceso a información crítica y razonable con relación a las sustancias que ingiere… no está de acuerdo con la propaganda de panaceas médicas…”

Para el autor del citado libro existen dos tipos de charlatanes: los que creen en la efectividad de lo que están vendiendo o proponiendo, y los que venden o proponen aún a sabiendas de la inefectividad del producto. Ambos conocen la idiosincrasia del público, creyentes ortodoxos conformistas, en ello radica su “éxito”.

Existen encuestas revelando que un 20% de las personas que asisten a los hospitales o consultorios privados, se curan solas, otro 20 % cree que se está haciendo algo por curar su enfermedad. El creer que uno se está curando, ayuda a que el propio sistema nervioso, el inmunológico y la naturaleza sanadora que tiende a la armonía del funcionamiento del cuerpo humano, trabaje con mayor eficacia para ”combatir al extraño enemigo” o enfermedad, lo que, independientemente del tipo de medicina que se utilice, de alguna manera mejora su efectividad. En esto radica el efecto placebo o sugestión. En esto radica el efecto de muchas de las medicinas alternativas… y de los charlatanes que las ensalzan.

Aunque se proporcione información prudente, difícilmente la gente dejará de acudir a las medicinas alternativas, sobre todo en estos tiempos en que la charlatanería también se da en la medicina llamada científica o alopática, que a pesar de los grandes avances tecnológicos no es capaz de resolver los principales problemas por los que la gente acude a consulta, los problemas psicosomáticos o mentales, es en estos enfermos en donde la charlatanería “funciona” con mayor efectividad. En el momento actual pululan locuaces con ultrasonido, con electrocardiogramas, con radiografías y estudios de laboratorio. Incluso con títulos nobiliarios o de universidades y de hospitales reconocidos.

El charlatanismo es una actitud individual profesional, encuadrada en el marco histórico de la sociedad en que se desenvuelve. Así como “para cada roto hay un descosido”, como dice el refrán, para cada creyente dogmático hay un charlatán que lo explota.