Dializar sí o no.

Dos años antes la querían dializar porque tenía edema generalizado, moderadamente elevada la presión arterial a 160/115, estaba hinchada y le faltaba el aire (disnea). En sus estudios de laboratorio encontraron anemia leve con 9 gramos de hemoglobina (normal 12) urea elevada a 100 (normal 50) y creatinina elevada a 6 (normal 1.2). Ni duda, los riñones estaban dañados, no filtraban.

Le habían indicado tratamiento para disminuir la presión arterial con enalapril y una dosis mínima de un diurético y al mes siguiente de iniciado el tratamiento no hubo respuesta satisfactoria. No hay otra opción: diálisis. Le dijeron. Tiene insuficiencia renal crónica, no responde a tratamiento médico y debe dializarse a la de ya.

Efectivamente, la diálisis está indicada cuando una persona tiene síntomas clínicos con mala calidad de vida que no responde a tratamiento médico bien planeado por el médico y bien cumplido por el paciente. En este caso sí se cumplió con estos dos requisitos y así le hizo saber Kiskesabe a sus familiares. El tratamiento me parece correcto. Les dijo. Predomina la retención de líquidos y la presión alta con insuficiencia cardiaca moderada. Afortunadamente no tiene síntomas digestivos con vómitos y esto nos permite probar otra opción. Los dos medicamentos desde el punto de vista genérico son muy buenos: furosemida es un buen diurético y enalapril es un buen medicamento para la presión arterial, creo que el problema es que son “marca patito” y no tienen el mismo efecto que un original, por lo que propongo utilizar esos mismos medicamentos pero de mejor calidad, aunque más caros y a una dosis más alta y de no haber respuesta o empeorar, entonces no queda otra opción más que la diálisis.

El enfermo y sus familiares aceptaron el cambio de estrategia planteada por Kiskesabe y a los ocho días, había notable mejoría clínica, la presión se normalizó a 130/80, con buena diuresis, el edema había disminuido y la disnea había desaparecido. Mejoró la insuficiencia cardiaca y al mes, la urea había disminuido de 100 a 70, la creatinina bajó de 6 a 4. Kiskesabe ajustó el tratamiento, prescribió un anabólico proteico para tratar de disminuir la urea y creatinina y mejorar la hemoglobina, advirtiendo de los efectos colaterales a largo plazo, de posible virilización, nada grave en comparación con la insuficiencia cardíaca y el daño renal.

Actualmente, dos años después, su calidad de vida es satisfactoria, su hemoglobina es normal de 12, la urea es de 60 miligramos por ciento y la creatinina es de 2.6 miligramos por ciento, su presión arterial se mantiene en cifras normales, son alteraciones ligeras de laboratorio que no repercuten ni alteran la calidad de vida.

La diálisis se ha retrasado y se recurrirá a ella si las condiciones clínicas de la enferma empeoran. De haberse indicado la diálisis, su calidad de vida en esos dos años, ni duda, habría sido mala, física y emocional con los riesgos de cuadros de peritonitis bacteriana y las diversas complicaciones propias de la diálisis: convulsiones, trastornos de líquidos y electrolitos, desnutrición proteica, entre otros no menos peligrosos e incómodos como la muerte por diálisis.

La presión arterial alta y insuficiencia cardiaca secundaria a la insuficiencia renal de esta paciente, había empeorado la insuficiencia renal en un nocivo círculo vicioso. Al mejorar la insuficiencia cardiaca, mejoró la filtración renal lo que explica la desaparición de la retención de líquidos y la disminución de la urea y creatinina, toxinas de desecho normalmente eliminadas por riñones en buenas condiciones.

La causa más frecuente de insuficiencia renal crónica es la diabetes de larga evolución, más de 10 años. Esta mujer no era diabética. La segunda causa de lesión renal son las glomerulopatías crónicas, lesión inmunológica inflamatoria de los glomérulos renales, la unidad funcional básica de filtración renal, encargada de mantener el equilibrio de urea, creatinina, líquidos y electrolitos. Esta es la probable causa del daño renal. No es curable.

El tratamiento médico y la diálisis son menos efectivos cuando la lesión renal es provocada por la diabetes en comparación a la de origen no diabético como la de esta paciente. La explicación es que la diabetes además de provocar daño en riñones, deteriora el funcionamiento de otros órganos vitales, íntimamente relacionados entre si para mantener el equilibrio del portentoso fenómeno de la vida con buena calidad física y emocional.

Los síntomas de la insuficiencia renal son muy variados, la retención de líquidos y los datos de intoxicación urémica (elevación de urea y creatinina) pueden alterar el funcionamiento de órganos vitales, ya con insuficiencia cardíaca, insuficiencia respiratoria, trastornos digestivos con náuseas, vómitos y diarrea; neuritis urémica en la piel con dolores punzantes y prurito rebelde a tratamiento, y en estado más avanzados intoxicación del cerebro con somnolencia, deterioro de la capacidad cognitiva que puede avanzar al coma cerebral urémico. La lesión renal disminuye además, la formación de eritropoyetina, hormona que normalmente estimula a la médula ósea para formar glóbulos rojos y esa disminución desencadena anemia, que empeora el funcionamiento de órganos vitales como el corazón.

            Esta enferma se mantiene bien controlada con diurético, enalapril para la presión arterial y un anabólico proteico que mejoró la anemia y disminuyó la urea y creatinina. Y lo más importante, disfruta de unos taquillos de “barbacha” de borrego o de unos tamalitos de “todos santos”. La evolución de su lesión nos dirá se es necesaria la diálisis, por el momento, no.