Benzodiazepinas: efectos psicológicos.
Recuerdo un caso clínico de adicción a los sedantes: un hombre de 65 años de edad, sano previamente, su esposa presumía de no haber visitado ningún hospital ni médico alguno, antes de su jubilación. Su expediente del hospital está limpio. Afirmaba presuntuosamente. Se enfermó luego de jubilarse. Lo vieron por primera vez en el hospital, no le encontraron nada físico y le dijeron que era depresión nerviosa y desde hace 5 años esta tomando para los nervios y para la depresión.
Efectivamente, durante esos cinco años, estuvo recibiendo simultáneamente dosis variables de sedantes benzodiazepínicos diversos, antidepresivos y antiepilépticos. Cuando lo vi, ingería halcion (sedante), lyrica (antiepiléptico) y luvox (antidepresivo). Todos actúan en el cerebro. Estaba es “estado bruto” o grogui, con expresión de indiferencia o “ido”, respondía con monosílabos, con la mirada perdida o “mirada o cara de piedra” sin movimientos gestuales o catatónico. El interrogatorio fue “médico- zombi”, no médico humano. Físicamente todo bien. Estudios de laboratorio, normales. Estaba drogado en forma crónica. Sin necesidad, pues la depresión de un jubilado, salvo excepciones, es susceptible resolverse con el paso del tiempo, terapia ocupacional y estrategias reflexivas emocionales, festejo diario con un par de copas con ron, tequila o brandy y disfrutar de la jubilación, cuidando de no ser adicto al alcohol. Aunque parece que la adicción al alcohol es más divertida que a los sedantes. Cuestión de gustos y de enfoques.
Tratar de resolver los problemas existenciales como la ansiedad y depresión, con fármacos exclusivamente, se convierte a los pacientes en dependientes adictos o zombies. Y este fenómeno es más frecuente de lo que se publica, casi siempre se hacen apologías de los sedantes y antidepresivos, sin mencionar sus efectos nocivos.
Un sedante disminuye la actividad, modera la excitación y tranquiliza en general a la persona. Un hipnótico produce somnolencia y facilita el inicio y el mantenimiento del sueño similar al sueño natural, pero no igual.
Allá por 1961 se introdujeron las benzodiazepinas (clordiazepóxido) como sedantes del sistema nervioso. Se han sintetizado más de tres mil de estos medicamentos, se ha sometido a prueba la actividad biológica de más de 120 de ellos y de ellos unos 35 se encuentran en aplicación clínica. Se han invertido mucho millones de dólares en esas investigaciones y los desvelados, estresados y deprimidos, están pagando esa inversión multimillonaria. Los sedantes y antidepresivos están entre los medicamentos de mayor consumo en el mundo. El estrés ha sido globalizado y utilizado para convertir en adictos a los sedantes, a millones de consumidores.
Repasemos los posibles efectos psicológicos adversos nada más de los sedantes benzodiazepínicos, que actúan principalmente en el sistema nervioso central. Recordemos que la mente, lo psicológico tiene una base material, la mente y lo psicológico, son producto de la materia cerebral. Las quejas psicológicas de los pacientes son reales y debemos tomarlas en cuenta. La cultura actual vigente es pensar que lo mental está separado del cuerpo y es asunto de otro costal, así pensaba René Descartes.
Las benzodiazepinas pueden producir efectos paradójicos, es decir contrarios al objetivo buscado. Por ejemplo, el flurazepam (dalmane, dalmadorm) puede incrementar la presencia de pesadillas, locuacidad, ansiedad, irritabilidad, aceleración leve e inofensiva del corazón (taquicardia) y sudación. Otros efectos son amnesia, euforia, ansiedad, irritabilidad, y alucinaciones y hasta hostilidad furia y estados paranoicos, depresión e ideación suicida.
Alguna vez un paciente se presentó con Kiskesabe quejándose de “taquicardias”, mareos, dolor de cabeza y decaído.
Previamente, con ligeros trastornos de ansiedad, dormía 6 horas diarias pero para ella era insomnio y con flurazepam lo trataba un neurólogo. Este lo envió con un cardiólogo porque a la siguiente consulta se quejaba de “taquicardias” y prescribió metoprolol para disminuir la frecuencia cardiaca. Pero también disminuye la presión arterial. Salió de su hospital y solicitó la opinión de Kiskesabe porque estaba peor, aunque ya no tenía las taquicardias. Kiskesabe lo encontró con la presión baja, 90/50; frecuencia cardiaca baja, 60 latidos por minuto (normal 80), decaído, con dolor de cabeza, mareos. Recomendó disminuir progresivamente hasta eliminar las dosis de ambos medicamentos y recuperó su ligero estado de ansiedad previo y mejor que durante los tratamientos mencionados. Fue muy complicado convencer a este hombre de que no le sucedería nada en su corazón, ese era su temor. Con el apoyo de sus familiares, quienes entendieron con claridad que el problema de las taquicardia era por el sedante, se convenció de la conveniencia de retirar tanto el sedante, como el medicamento para el corazón. Tenía miedo a morir de un infarto, así lo manejó el cardiólogo.
Es fácil inculcar el miedo, pero cuán difícil es eliminarlo. El miedo es un negocio médico redondo, garantiza ingresos por muchos años.
Bien dice Rius: cuide su salud, no consulte a su médico.