Autolisis y antidepresivos.

Todos los medicamentos tienen efectos benéficos y tóxicos y muchos de los que se utilizan en forma cotidiana, tienen más efectos nocivos que benéficos. Lo anterior depende tanto de un buen diagnóstico, así como la elección del mejor fármaco y la dosis, para tal o cual padecimiento.

En los últimos años, se están publicando con más frecuencia los efectos nocivos de los fármacos, aunque todavía vivimos una cultura de la negación y el ocultamiento de la verdad. La revolución tecnológica en la comunicación esta desenmascarando las verdades ocultas de estos y otros tiempos.

La asociación de los nuevos antidepresivos y comportamiento suicida (autolisis) se supo desde el principio de su uso allá por 1980. También se ocultaron los episodios de violencia y agresividad extrema con estos fármacos que podían llevar al homicidio.

Paradójico, una de las características de la depresión son las ideas de autolisis y resulta que el tratamiento con antidepresivos, puede empeorar esa tendencia. Autolisis deriva del griego autos= por sí mismo, lyein= soltar y el sufijo sis= acción. Autolisis se usa mucho en ciencias biológicas, significa: descomposición de tejidos causada por sus propias enzimas o que actúa sobre sí mismo. Suicidio, deriva del latín sui= de sí, a sí; y Cidium= acto de matar, del verbo cadere= cortar, matar; matarse a sí mismo. Suicidio y autolisis, es la misma gata, pero revolcada: borrarse a sí mismo del mapa.

Otro efecto nocivo de los antidepresivos es la llamada acatisia, que significa: dificultad para sentarse, o síndrome de las piernas inquietas que impiden sentarse. Este efecto también se presenta con los medicamentos antipsicóticos, frecuentemente utilizados en combinación con antidepresivos y sedantes. La acatisia ha sido ignorada en los ensayos clínicos como efecto colateral de los antidepresivos y se ha etiquetado como nerviosismo o agitación, por lo que los psiquiatras recurren a prescribir o aumentar las dosis de los sedantes, frecuentemente combinados, contrapuestamente, con antidepresivos.

He aquí una explicación de esta paradójica y frecuente combinación de sedantes y antidepresivos que confunde los cerebros de quienes los ingieren: el sedante da la orden al cerebro de “engarróteseme ahí” y el antidepresivo le ordena lo contrario. Esa es la explicación de la confusión, pérdida de la capacidad reflexiva y deficiencia en la toma de decisiones en la vida de quienes ingieren antidepresivos, sedantes, antiepilépticos y antipsicóticos “simultáneamente a la vez”.

Peter Gotzsche, Médico Internista danés, cofundador de la analítica sin interés comercial, colaboración Cochrane en 1993, trabajó previamente en la industria farmacéutica durante 10 años y conoce a fondo el funcionamiento corporativo, escribió un reciente libro: Medicamentos que matan.

¡A lo que hemos llegado! Digo yo. Aunque, la diferencia entre un veneno y un medicamento es precisamente la dosis.

Este colega es el comunicador de lo antes comentado y que coincide con la opinión de esta columna.

En ese libro, el citado internista, ha señalado varias razones por las que el riesgo de suicidio causado por los antidepresivos ha sido sistemáticamente infraestimado en los ensayos clínicos y por quienes los prescriben, los psiquiatras. Estos son los motivos del lobo:

Fraude. Es el principal motivo, así de crudo. Los investigadores ocultaron los datos o ni siquiera investigaron posibles ideas suicidas. Las ideas suicidas se atribuyeron a empeoramiento de la depresión y no a efecto adverso de los medicamentos. ¡Desde que se inventaron los pretextos… se acabaron los pe…nitentes! La utilización concomitante de sedantes benzodiazepínicos pueden enmascarar algunos comportamientos extremos. No registrar los efectos nocivos y dejar de publicar los ensayos con resultados negativos publicando solo los que mostraron efectos positivos.

No obstante lo anterior, la FDA, Food and Drug Aministration, ante las denuncias, en 2005 informó a los médicos que los antidepresivos incrementaban las ideas y comportamiento suicida en niños y adolescentes, afectando hasta uno de cada 50 niños tratados. Y en 2007, la misma FDA reconoció que los antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina, podían causar suicidios a cualquier edad, es decir, incluyendo a los adultos, y ordenó, que esa advertencia figurase en la ficha técnica de los antidepresivos, pero no ordenó retirar esos medicamentos. Estos se siguen prescribiendo indiscriminadamente asociados a sedantes y otros fármacos de acción cerebral. El negocio es bueno.

Además, el mismo Dr. Gotzsche, comenta que otro psiquiatra, David Healy, autor de un libro: Dejen de Consumir Prozac, realizó un experimento con 20 voluntarios sanos que aceptaron tomar antidepresivos, dos de ellos desarrollaron ideas suicidas y uno estuvo a punto de hacerlo. Además, hay personas sanas en tratamiento que se han suicidado o han agredido a otras sin que estuvieran deprimidas.

Y recientemente, el 4 de octubre 2015, en un coloquio sobre antidepresivos, de la colaboración Cochrane, realizado en Viena, Austria, Gotzsche, comentó que en una serie de 150 estudios clínicos de voluntarios sanos tratados con los nuevos antidepresivos, se comprobó que estos medicamentos aumentan al doble, el riesgo de efectos secundarios que predisponen al suicidio.

Lo comento para que lo sepan, no para que me crean. Para más información pueden consultar: www.nogracias.com

Finalmente, recuerdo hace unos cinco años, los últimos dos casos de suicidio en adultos que tuve oportunidad de atender, estaban en tratamiento psiquiátrico durante varios meses, con uno o dos de esos antidepresivos, combinados con sedantes benzodiazepínicos y otros fármacos usados en psiquiatría. ¿Coincidencia o realidad?

Y este mismo autor, reporta una larga lista de fármacos de uso común que alteran el sistema nervioso en forma semejante a los antidepresivos, y que con frecuencia se prescriben simultáneamente. Y no me sorprende porque al revisar la lista, hay medicamentos que personalmente he recetado y que efectivamente muchos pacientes me han reportado ciertos efectos principalmente en el sistema nervioso central. He aquí algunos ejemplos: las quinolonas como el levofloxacino, ciprofloxacino y otros de uso común como antibióticos en infecciones bacterianas, sobre todo si son a dosis más altas de las recomendadas. Anticonceptivos como el yasmin y el diane. Antiasmáticos como le montelukast. Drogas antináuseas como la metoclopropamida. Antihistamínicos como el benadryl, clorotrimeton y la ciproheptadina (periactin) utilizado en niños “kiske” para estimular el apetito. Las estatinas para el colesterol. Estimulantes como el metilfenidato (ritalin) hoy de moda en los niños con trastornos de déficit de atención. Y las benzodiazepinas ya comentadas en entregas previas.

El primun non nocere, primero no dañar, de Hipócrates, está sumamente devaluado, rebasa la hipocresía. Ni modo, aquí y así, nos tocó vivir.