No hacer 4.

Hace más de 30 años, cuando Kiskesabe era asalariado de una institución hospitalaria, atendió a una empleada del periódico La Opinión. Frisaba unos 35 años, se presentó con un cuadro de parálisis moderada del lado izquierdo del cuerpo (hemiplejia), estaba conciente, con cierta dificultad para articular las palabras y cooperaba al interrogatorio, no podía caminar, y estaba inutilizada para su trabajo de mecanógrafa. Se estableció el diagnóstico de una posible trombosis arterial cerebral como causa de la hemiplejia. La causa más frecuente de trombosis es la arterioesclerosis senil, pero esta paciente era joven, así que la causa no era muy obvia.

¿Sería un aneurisma congénito en alguna de las arterias? Estos, al romperse producen un cuadro agudo de instalación brusca, con intenso dolor de cabeza, desencadenado por la hemorragia subaracnoidea y el cuadro de coma por lo general es grave. No era el caso de esta paciente. En aquel tiempo, no se contaba con ultrasonido ni con tomografías, así que la medicina se ejercía con mucha medicina clínica.

Para Kiskesabe, el interrogatorio aportó la posible causa: ingería anticonceptivos orales combinados (estrógenos y progestágenos) desde hacia más de 10 años. Y a estas hormonas atribuyó la posible trombosis. Kiskesabe solicitó la opinión del servicio de ginecología, cuyos miembros no estaban de acuerdo, arguyendo que los anticonceptivos eran inofensivos.

Había que someter a confirmación esta hipótesis. En aquel tiempo, en un hospital de la tres veces heroica Villa Rica de la Vera Cruz, se contaba con estudio de contraste de angiografía cerebral el cual permitía observar todo el árbol arterial del cerebro con el fin de verificar si había o no algún aneurisma arterial u otra patología estructural, susceptible de solución quirúrgica. Kiskesabe envío a la paciente al servicio de neurología con el diagnóstico de TROMBOSIS DE ARTERIA CEREBRAL desencadenado por los anticonceptivos, debiendo hacer diagnóstico diferencial con otras causas de accidentes vasculares cerebrales, entre ellos un aneurisma congénito.

Los neurólogos de aquellos tiempos idos que no volverán, regresaron a la paciente reportando que la angiografía cerebral era completamente normal sin ninguna lesión demostrable. No hicieron ningún comentario al posible diagnóstico, ni aplaudieron a Kiskesabe por el diagnóstico. Ni falta le hacía el reconocimiento de otros colegas, a Kiskesabe siempre le ha interesado más, lo que piensan los pacientes, sin menospreciar la opinión de sus colegas.

Sabiendo lo que no tiene un paciente, es más fácil saber lo que si tiene y así razonó Kiskesabe. Los neurólogos dijeron lo que no tiene. Si no tiene lesión vascular, se refuerza la hipótesis de los anticonceptivos, responsable de la trombosis y la hemiplejia (parálisis de medio cuerpo). Así se manejó el caso. Obviamente, Kiskesabe recomendó no ingerir anticonceptivos y en general, siempre advierte al respecto a las mujeres que actualmente utilizan este método anticonceptivo y a las miles y miles de mujeres postmenopáusicas que en el momento actual ingieren terapia hormonal sustitutiva “para toda la vida”, recomendadas por ginecólogos, médicos generales y por “expertos en guías médicas”, cuya esencia hormonal son precisamente los mismos estrógenos y progestágenos de los anticonceptivos, cuya diferencia es la dosis.

Que quede claro, Kiskesabe si prescribe dosis mínimas y a corto plazo, de pequeñas dosis de estrógenos en algunos casos selectos con muchas molestias propias de la deprivación hormonal propia de esa etapa normal de la vida, que ahora se trata como enfermedad. Pero no recomienda esa terapia a largo plazo.

La mujer quedó con secuelas por lo que nunca volvió a trabajar. Hace un par de años, consultó a Kiskesabe por otro problema, todavía manifiesta mínimas secuelas desencadenada por los anticonceptivos. La paciente le recordó a Kiskesabe aquella aleccionadora y educativa experiencia.

¿Porqué el rollo anterior?

Dentro de las recomendaciones, sin interés comercial, de la fundación por la transparencia en el ejercicio profesional, la sociedad española de medicina de familia y comunitaria, posición con la cual se identifica esta columna de opinión, tenemos el NO UTILIZAR la terapia hormonal sustitutiva (estrógenos y progestágenos) con el objetivo de prevenir la enfermedad cardiovascular, la demencia o el deterioro de la función cognitiva, en mujeres posmenopáusicas.

La terapia hormonal se utiliza para controlar los síntomas de la menopausia y también se ha empleado en el manejo de la prevención de la enfermedad cardiovascular, la osteoporosis y la demencia. No obstante, esta terapia no proporciona ningún efecto protector contra la enfermedad cardiovascular en mujeres sanas, ni tampoco en mujeres con enfermedad cardiovascular preexistente. Tampoco protege frente a la demencia, ni el deterioro de la función cognitiva.

En cambio, si muestra efectos indeseables. En mujeres posmenopáusicas. La terapia combinada a largo palazo aumenta el riesgo de tromboembolismo venoso, infarto del miocardio mortal o no mortal, enfermedad de la vesícula biliar (cálculos), cáncer de mama, y demencia en mujeres mayores de 65 años, accidente cerebrovascular como el caso clínico comentado y sucedido hace más de 30 años.

Parece increíble, que en el momento actual, los que prescriben estas hormonas, menosprecien esos riesgos y las prescriben “para toda la vida”, cuando la recomendación prudente es utilizarla en casos seleccionados , a dosis mínimas y a corto plazo, con el objetivo de no causar más daño que beneficio.

La mercadotecnia compra conciencias y convierte al médico en una repetidora comercial, magnificando las bondades de los fármacos y negando los efectos nocivos que todo fármaco tiene, dependiendo de la dosis y el tiempo de prescripción.