La diabetes, una empresa.

Hace 46 años, existían unos tres medicamentos para la diabetes: dos sulfonilureas, la cloropropamida y la tolbutamida y una fenetilbiguanida, la fenformina. Desde 2004 hasta 2013, ninguno de los 30 nuevos medicamentos para la diabetes que han entrado en el mercado ha demostrado mejorar los resultados clave, tales como la reducción de ataques cardíacos o cerebrales, ceguera y otras complicaciones de la diabetes, según una investigación realizada por el Milwaukee Journal Sentinel y MedPage Today.

La Food and Drug Administration aprobó esos fármacos novedosos en función de su capacidad para reducir los niveles de azúcar en sangre, lo que se denomina una variable subrogada. Pero, el lograr un buen control del azúcar con esos nuevos medicamentos no ha mejorado lo esencial, disminuir las complicaciones. En otras palabras, un tratamiento eficaz centrado en el control del azúcar, como se está haciendo actualmente, no necesariamente se refleja en mejoría clínica global e incluso, puede ser perjudicial y de hecho lo es: la obsesión de los médicos generales y especialistas en mantener el azúcar en cifras normales de 60 a 110 miligramos, está provocando más daños que beneficios y ha empeorado la calidad de vida de los diabéticos en lugar de mejorarla. Es decir, se está tratando a la enfermedad, al azúcar en lugar de tratar al enfermo, a la persona. Hoy vemos paradójicamente, con más frecuencia, casos de coma hipoglucémico (azúcar muy baja) tan perjudicial o más que el coma hiperglucémico (azúcar muy alta), resultado de la obsesión de controlar el azúcar con los viejos y modernos fármacos.

Un estudio en 2014, publicado en la revista médica JAMA, de un grupo de personas con una edad promedio de 77 años, mostró que 400 mil pacientes fueron ingresados en el hospital debido a niveles peligrosamente bajos de azúcar en la sangre, entre 1999 y 2011; en contraparte, 280 mil fueron ingresados por niveles de azúcar elevados en sangre. Unas 20 mil personas murieron a los 30 días de su ingreso por azúcar baja (hipoglicemia). El estudio se basó en datos del sistema de salud Medicare de USA.

Centrar el tratamiento del diabético en controlar el azúcar, es decir en una variable subrogada resulta un gran negocio para los grupos médicos y un gran peligro para nuestros semejantes. Ni duda. Los grupos de médicos responsables de las nuevas directrices para prescribir fármacos en la diabetes, han recibido varios millones de dólares anuales de las empresas que conforma la industria de la diabetes. Dice el reportaje mencionado. Cambiaron las definiciones de enfermedad para aumentar el número de enfermos susceptibles de ser tratados con medicamentos. Más claro, a personas sanas las enferman y les venden medicamentos y tecnología.

Esto es como en las computadoras: nos las venden, las contaminan con virus y luego nos venden antivirus. Esta es la economía de guerra: provocar un conflicto armado entre dos países, les venden armas, se destruyen entre si y en seguida les venden material para reconstruirlos.

Y el fenómeno de las variables subrogadas no es exclusiva de la diabetes. En cardiología por ejemplo, significa que se aceptan y prescriben medicamentos que disminuyen el colesterol, sin haberse comprobado si realmente reducen los ataques cardíacos. En el cáncer, los nuevos medicamentos aprobados reducen el tamaño del tumor, pero no demuestran mejorar la supervivencia ni disminuir la mortalidad.

Los diabéticos actualmente están programados para consumir tecnología, compran los aparatos para medirse el azúcar en el dedo, con cifras poco confiables pues puede haber variaciones erróneas hasta en 50 miligramos o más por encima o por debajo de lo normal, aumentando los riesgos de hipoglicemia por ejemplo si aumentan la dosis de los medicamentos cuando el medidor les reporta cifras falsas elevadas.

Personalmente, a personas con diabetes del adulto tratadas con medicamentos orales, no les recomiendo utilizar el medidor de azúcar el dedo ya que en caso de descompensación la elevación del azúcar se manifiesta lentamente y es relativamente fácil detectar esa alteración y ajustar la dosis del medicamento. En cambio, los bajones de azúcar se manifiestan con más frecuencia en forma brusca y peligrosa provocando caídas y fracturas de cadera o cráneo que pueden ser mortales. Lo digo porque me consta.

Por otra parte, he observado pacientes diabéticos bien estabilizados en cifras normales de azúcar con medicamentos orales y obsesionados en medirse el azúcar dos o tres veces al día, pinchazos innecesarios si las cifras son normales. Yo les digo que medirse el azúcar no cura, al contrario, enferma emocionalmente empeorando la calidad de vida. No disfrutan a plenitud el buen control del azúcar pues viven con miedo a descontrolarse, viven para estar midiendo el azúcar aunque esté normal y aunque ellos se sientan físicamente “a todas margaritas”, no disfrutan el estar bien controlados. Cuando tienen alta el azúcar, temen al descontrol y cuando la tienen controlada, también tienen miedo a descontrolarse. ¡Ora si que la fregamos!

Y aquí les va un dato: ya se ha comprobado que las personas con diabetes del adulto o tipo dos o que no necesitan insulina en nada les ayuda estarse midiendo el azúcar en el dedo todos los días. Ni disminuye la mortalidad ni aumenta el tiempo de vida y los años que logran vivir midiéndose el azúcar, son de mala calidad de vida.

Actitudes de esta índole son producto de la sociedad de consumo en que estamos inmersos. La medicina no escapa al fenómeno social del consumismo.