Mala medicina para diabéticos.
En la revista británica, Brithish Medical Journal (2013), el Dr. Des Spence, publicó un artículo en donde expone algunas controversias en el manejo de la diabetes. En la página NoGracias, traducen y analizan el tema y me parece que a nuestros diabéticos criollos les puede resultar atractivo y aleccionador una síntesis de este comunicado, que coincide con algunos puntos de vista expuestos en esta columna:
La diabetes tipo 2 es una plaga moderna, desencadenada por los desordenados estilos de la vida actual. La polifarmacia de las enfermedades crónicas como la diabetes, es el premio gordo para la industria farmacéutica, que con el uso de nuevos antidiabéticos y análogos de la insulina, se ha convertido en un negocio multimillonario.
El plan de negocios sigue un patrón establecido de mercadotecnia:
- hacer investigaciones dudosas y cuestionables y controlar o manipular los datos y las conclusiones.
- Convencer a los políticos, a los reguladores de la salud (directores y jefes de servicio) y a los grupos de pacientes (asociaciones de diabéticos) que los tratamientos son insuficientes y que es necesario tomar “medidas urgentes”.
- Reclutar a diabetólogos y médicos mansos (¿con e? y sumisos, que tras un conveniente “masaje económico” (mochada), convencerlos a que lleven a cabo eventos de mercadotecnia que se hacen pasar por formación académica o ¿deformación académica?
- Pagar a los médicos para que cambien los viejos antidiabéticos por los más nuevos, invitándoles a participar en dudosos ensayos clínicos o de plano, invitándolos a parrandear.
- Buscar el respaldo de sociedades médicas para intimidar a los médicos para tratar la diabetes de forma agresiva con medicamentos.
Ni duda, sucede en nuestro medio. Y así, tratar la diabetes se reduce a disminuir el azúcar en la sangre, prescribiendo medicamentos y etiquetando como diabéticos a personas sanas, con ligeras e insignificantes variaciones de las cifras de azúcar.
Por ejemplo, casi todos los diabéticos y falsos hipertensos me dicen que acuden a “recibir medicamentos de control” en sus hospitales. Esperan seis horas en la antesala, entran al consultorio y el médico ya tiene elaborada y firmada la receta de los medicamentos para la diabetes y para la presión; ni los ven, ni los oyen, la atención del médico está centrada en la computadora, entregan la receta y la consulta ha concluido en menos de lo que un “flato desaparece de la mano”.
Volvemos a Inglaterra: el gasto de insulina en el Reino Unido ha aumentado en 300% y en los medicamentos orales para la diabetes, un 400%. Las tiras reactivas para medir la glucosa son un mercado de 166 millones de libras esterlinas, cuyo valor ha aumentado un 300%. ¿Explicará esto, el porque los laboratorios “regalan” los medidores de glucosa?.
Y aquí viene lo eminente. Los nuevos análogos de insulina, los nuevos y carísimos medicamentos para la diabetes, el autocontrol midiendo el azúcar en el dedo todos los días. ¿Han mejorado los resultados? ¿Tiene el control estricto de la hemoglobina glicosilada alguna ventaja? La respuesta de estos analistas es que no existen datos sobre la mejoría en la mortalidad y morbilidad relacionadas con los nuevos tratamientos. El control estricto intensivo del azúcar en cifras “normales de laboratorio” y de la hemoglobina glicosilada no es superior con respecto a disminuir la mortalidad y prolongar la vida.
Aunque no me dedico directamente a la investigación clínica, mi experiencia de 46 años de ejercicio, me permite adherirme a estos puntos de vista
Lo peor: hay evidencias de que los nuevos fármacos causan más daño que beneficio. La rosiglotazona (Avandia) ya ha sido retirada del mercado europeo desde 2010 porque se encontró que aumenta los ataques cardíacos. La pioglitazona (zactos o actos) se ha relacionado con cáncer de vejiga. La sitagliptina (januvia) de amplio uso en nuestro medio duplica el riesgo de pancreatitis.
Y todavía “recontrapeor”: resulta que en estos tiempos, la obsesión de mantener las cifras de azúcar en cifras estrictas de laboratorio (60 a 110 miligramos por ejemplo) con los viejos y nuevos medicamentos combinados con ese objetivo, están provocando casos graves de hipoglicemia, “bajones” bruscos del azúcar con desmayos, caídas con fracturas graves de fémur o cadera y otros huesos, trombosis cerebrales, infartos cardiacos, hematomas subdurales intracraneanos por trauma de cabeza, y otras lesiones no menos graves. Estas complicaciones las mencionan los analistas de este problema y me consta porque lo he visto “con mis propios ojos” y todavía no uso lentes de aumento. Es decir, no estoy exagerando.
En los hospitales de los EE. UU., se reportan más de 200 mil muertes anuales evitables, provocadas por el exceso en tecnología y fármacos. Por supuesto, esto no se exhibe públicamente.
En el Reino Unido, se calculan unos 850 mil errores médicos anuales, en los hospitales del sistema nacional de salud inglés, resultando en unas 40 mil muertes evitables.
¿Y en México? No debemos preocuparnos. No pasa nada. ¿Lo cree? Yo, no, porque lo que digo lo veo y si lo creo. Y no hay nada personal, simplemente sucede.