La diabetes, una industria.
“La medicina está en enferma”; es el titulo de un libro del consumidor, de editorial Limusa, cuyo autor es un connotado urólogo humanista, pionero del trasplante de órganos, el Dr. Federico Ortiz Quezada y no es hecho en China, es de lo poco bien hecho en México. En ese libro, editado en1991, ya el Dr. Ortiz Quezada, esboza el ejercicio de la medicina como una industria de la salud, entre otras reflexiones que aporta, dignas de ser leídas.
Puede que para algún lector, suene “gacho”, esto de una enfermedad llamada doctor, pero, finalmente yatrogenia es un tecnicismo refinado, cuyo significado es: los daños producidos por los médicos. Así, yatrogenia es un sinónimo y eufemismo de: una enfermedad llamada doctor. Kiskesabe ha decidido retomar este nombre de la columna, tomando en cuenta que los tecnicismos son poco asequibles para el público en general.
Si el Dr. Ortiz Quezada afirma que la medicina está enferma, Kiskesabe se atreve a aseverar, que la medicina padece de una enfermedad llamada Doctor, sin ninguna connotación peyorativa, sino justipreciando y ubicando nuestra disciplina con una visión autocrítica desde dentro de la profesión médica.
Suena también “gacho”, esto de las enfermedades como industrias, porque los médicos nos entrenamos no para salvar vidas, sino para paliar el sufrimiento humano y, anteponer la ganancia económica personal, como pilar del ejercicio profesional, es execrable, desde cualquier ángulo que se observe. Ni duda, la medicina está enferma.
Y es cierto, la industria de la diabetes está formada por el conjunto de asociaciones científicas, investigadores, médicos clínicos, académicos, editoriales científicas y empresas productoras de fármacos y tecnología de punta, siendo las que han impuesto el simplista paradigma de controlar el azúcar, cueste lo que cueste, “haiga sido como haiga sido” y caiga quien caiga por bajones de azúcar, con todos los fármacos habidos y por haber para la diabetes. Esta es la fórmula matemática:
AZUCAR ELEVADA EN SANGRE= PREDIABETES O DIABETES= UTILIZACION DE MEDICAMENTOS.
El Dr. Des Spence en la revista British Medical Journal (2013), una de las más éticas (rareza médica) ha comunicado algo semejante. Con esa simple fórmula y la etiqueta de prediabetes, con lo cual no estoy de acuerdo, es decir antes de la diabetes NO HAY DIABETES, se han etiquetado como enfermos de diabetes al 45% de las personas adultas, ante la mínima alteración del azúcar en sangre. Resultado, ganancias por más de 23 mil millones de dólares al año, suficientes para repartir ese botín entre los médicos que participan en este fenómeno comercial (No Gracias enero 2015, España)
Más claro, cuidado con decirle a algún médico que su tatarabuelo fue diabético, porque aunque su azúcar haya sido normal durante toda su vida, me refiero a la de usted, no a la de su tatarabuelo, ya entra dentro de las estadísticas de diabéticos y en un descuido le prescriben metformina y lo mandan a “morder el polvo” por un bajón de azúcar, más el terrible daño emocional de saberse diabético, siendo completamente sano.
Lo veo y lo creo, porque lo veo.
En 1997, un grupo de expertos convocado por la ADA o Asociación Americana de Diabetes, cambió la definición de la diabetes tipo 2 o del adulto, reduciendo el nivel de azúcar en la sangre, de 140 a 125, por lo que alrededor de unos 2 millones más de americanos sanos, con ese cambio de criterio, se convirtieron como por arte de magia en enfermos de diabetes. Lo mismo ocurrió en 2003, con consecuencias más graves, cuando la ADA cambió la definición conocida como prediabetes por tener algún familiar diabético, o por estar gordo y panzón y de un día para otro, 25 millones más de estadounidenses se convirtieron en enfermos y candidatos a recibir medicamentos para “prevenir” la diabetes y la ADA se convirtió en el HADA madrina de los médicos y las personas sanas se convirtieron en conejillos de indias para producir no conejillos, sino los 23 mil millones de dólares ya comentados.
Es cierto que la diabetes es un problema de salud pública porque al aumentar el promedio de vida, los diabéticos viven más tiempo, y como dice el filósofo de Guemez, el que vive más tiempo, se vuelve viejo; esto favorece el desarrollo de las complicaciones a largo plazo de la diabetes, la arterioesclerosis cerebral, cardiaca, renal o periférica en las piernas, que hace unos 40 años no se presentaban porque los diabéticos morían tempranamente de las complicaciones agudas como el coma diabético, con desequilibrio hidroelectrolítico severo por cifras muy elevadas de azúcar. En esa época, era raro ver diabéticos con 10 años de evolución; hoy, observamos diabéticos con más de 30 años con la enfermedad, “vivitos y… coleando” y algunos ciegos, otros amputados de las piernas, con diálisis o con secuelas de infartos cardiacos o cerebrales.
Los grupos profesionales responsables de las nuevas definiciones de la diabetes han recibido varios millones de dólares anuales de las empresas que conforman la industria de la diabetes, pero los nuevos medicamentos más caros que los antiguos, no han mostrado ser más efectivos, por ejemplo, he observado que una conocida tableta de una combinación de cloropropamida más metformina de 5 pesos por tableta, es igual o un poco más efectiva que una tableta novedosa de 27 o 30 pesos. De esa vieja tableta de 5 pesos, ya sabemos su eficacia, sus mínimos efectos nocivos, existe desde hace más de 50 años, yo la conozco desde hace unos 46 años y la uso hasta el momento actual y no ha sido necesario retirarla por algún efecto nocivo.
En cambio, un artículo del New England Journal of Medicine, mostró que un nuevo y carísimo medicamento para la diabetes, saxagliptina (onglyza), aumentaba las tasas de hospitalización por insuficiencia cardiaca en un 27% de los casos. Este medicamento sigue en el mercado y a pesar de su alto costo, su eficacia para controlar el azúcar es menor que la vieja tableta de 5 pesos.
Personalmente, he tratado de ser prudente y un tanto escéptico con los nuevos medicamentos para la diabetes y otras enfermedades, y espero cierto tiempo de observación, antes de aceptar ciegamente la información de los promotores de medicamentos o visitadores médicos, representantes de los diversos laboratorios de fármacos. Si alguien piensa que estoy atrasado por mis 70 años, y 46 años de ejercer la medicina, no hay problema, lo cierto es que lo que estoy comunicando, coincide con mi estrategia: lo nuevo no siempre es mejor; más, no siempre es mejor y, lo más caro no necesariamente es mejor. Hasta el momento, esta estrategia no me ha fallado.
Hoy, con la revolución cibernética, con satisfacción confirmo que muchas de mis deducciones y especulaciones tildadas de esquizofrénicas y publicadas en esta columna desde hace más de 30 años, se están confirmando. Al menos, me estoy dando cuenta que la información actual de profesionales responsables comprometidos con los enfermos, coincide con muchas de mis suposiciones.
Bien dice el dicho: de médico, músico, poeta y loco, debemos tener un poco.