Sobrediagnóstico 2.

Cuando estudiaba medicina, hace ya muchas lunas, nos enseñaron que el colesterol es un factor de riesgo para provocar aterosclerosis a largo plazo, 10, 15 o 20 años después, sin vigilancia médica y sin tratamiento farmacológico y que este debía iniciarse tranquilamente y sin aspavientos, con cifras por encima de 300 miligramos y las recomendaciones generales eran mantener el peso ideal, hacer ejercicio, alimentación normal y evitar los excesos en la comida, permitiéndoles incluso incrustarse dos o tres “alipuses” entre pecho y espalda.

Cambiaron el criterio y de 300, bajaron la cifra a 200 y en el momento actual, he visto personas sanas con 203 miligramos de colesterol, intoxicados con excesos de fármacos para el colesterol, sin probar ni carnitas de puerco ni de otro origen, ni los ricos mariscos, vaya, ni siquiera los exquisitos tacos de “perrocoa”, además de convertirlos en “abstemios por decreto”, y obviamente con una pésima calidad de vida emocional, física y económica. Al disminuir el criterio de 300 a 200, aumenta el número de enfermos y el negocio de la medicina mejora. Hoy, el dolor humano es una industria altamente productiva.

Atención. Actualmente la gente vive aterrorizada si su colesterol es de 205 miligramos o más. Les han hecho creer que en cualquier momento se les puede tapar una arteria del cerebro o el corazón y se irán a observar los rábanos por la raíz. Esto es falso, de toda falsedad. Con esta información, las personas con 300 miligramos de colesterol de hace 46 años, por decreto ya estarían muertos. Sin embargo, la población ha aumentado y el promedio de vida de hoy comparado con el de hace 46 años, también ha aumentado. Podemos concluir que los enfermos de colesterol de hace 46 años, no están muertos y siguen de parranda. Seguimos, “quemosabi”.

Ya se comentó que lo mismo hicieron con la presión arterial: hace 40 años la cifra máxima tolerable era de 160/110, hoy con 140/90, sin molestia alguna les aplican la quebradora, digo, la polifarmacia, del griego polis= mucho y farmakon= medicamento, con “bajones” bruscos de presión arterial por exceso de medicamentos, caídas y fracturas de fémur y cadera o golpes en la cabeza con hematomas subdurales, con necesidad de cirugía de cerebro. Lo digo porque lo he visto con mis propios ojos.

En aquellos tiempos, la cifra de azúcar para identificar a un diabético era de 140 miligramos o más en tres o cuatro mediciones y se indicaba tratamiento farmacológico solo si se mantenía esa elevación.

Hoy, cambiaron el criterio y cuidado con que le encuentren 111 de azúcar (normal máximo de 110), obviamente, sin síntomas, porque ya le están aplicando “manita de puerco”, con medicamentos para normalizarla y lo mismo que con la presión arterial, provocan “bajones” bruscos de azúcar, con las mismas consecuencias y es frecuente ver enfermos con intoxicación mixta: con fármacos para la presión arterial y para el azúcar, fracturados de cadera o con hematomas subdurales (hemorragia cerebral) a consecuencia de medir el piso con su cuerpo o caer como mata de plátano cortada de un machetazo.

Estos son ejemplos del nocivo sobrediagnóstico y sobretratamiento. Los casos como los descritos suceden de norte a sur y de este a oeste, pero no se mencionan al público. Se cae el negocio.

Otro mecanismo por el que se produce sobrediagnóstico es que en el momento actual somos capaces de ver más lesiones demasiado pequeñas y entre más pequeñas menos graves y menos importantes son. Por ejemplo, he visto pacientes perfectamente sanas neurológicamente, al borde de la locura porque en una resonancia magnética del cerebro les encontraron microinfartos cerebrales por pequeñísimas trombosis arteriales, silenciosos y asintomáticos, sin ninguna repercusión en su calidad o cantidad de vida, ya que son capaces de realizar medianos a grandes esfuerzos mentales y físicos sin limitación alguna. ¿Hay que tratarlos a todos? Con prudencia, no, la mayoría de las veces. Selectivamente, si, algunos casos excepcionales. Pero interviene el fenómeno de la medicalización y en un descuido, a todos sin excepción, les aplican la polifarmacia y la prohibición de vivir a gusto pues los mandan a reposar, a no comer carnes y a evitar bebidas alcohólicas, tan necesarias, psicológicamente hablando, en estos tiempos de estrés social y las temperaturas veraniegas que están a la vuelta de la esquina.

Si nos hicieran resonancias magnéticas cerebrales y otros modernos estudios de alta resolución a todas las personas sanas de la tercera edad y a los que cada vez más, abordan la cuarta edad, nos van a encontrar microinfartos silenciosos, propios del envejecimiento y sin ninguna repercusión.

Debemos ser prudentes al orientar a los enfermos para prevenir los daños producidos por el sobrediagnóstico.