Promoción de enfermedades.

Promoción deriva del verbo transitivo latino promovere, de pro= hacia delante, movere= mover y _cion= acción y efecto.

Promoción es la acción de adelantar una cosa, procurando su logro. Tomar la iniciativa para realizar algo, elevar a alguien a un cargo o empleo superior al que tenía.

Tradicionalmente los médicos somos entrenados para promover la salud, somos promotores del bienestar humano; es decir, actuamos en contra de las enfermedades, con el objetivo de mejorar la calidad de vida física y emocional de nuestros semejantes.

Paradójicamente, en los modernos tiempos revolucionados por la tecnología y los medios de comunicación, los médicos son “promotores de enfermedades” ¡Hágame usted el grandísimo favor de entender esto”.

Disease mongering, traducido del inglés al español significa: tráfico de enfermedades. Tráfico, además de circulación de vehículos en una vía pública, significa comercio o negocio, en especial, el negocio hecho con mercancías ilegales. Así, oímos hablar de tráfico de armas, de drogas, de influencias o tráfico sexual. ¡El colmo! Los médicos, traficantes de enfermedades. ¿Qué mundo estamos viviendo?

Promotor o traficante de enfermedades, es incongruente con el objetivo humanista del ejercicio profesional. Y sin embargo, sucede.

La promoción o tráfico de enfermedades, es una expresión recientemente introducida en la literatura médica, que se refiere al esfuerzo de las compañías farmacéuticas por llamar la atención de los gremios médicos y de la sociedad, sobre trastornos frecuentemente inofensivos, con objeto de incrementar la venta de medicamentos, mediante campañas publicitarias, visitadores médicos, programas televisivos utilizando figuras públicas líderes de opinión, entre otros mecanismos mercadotécnicos.

Duelen estos términos peyorativos, aplicados al ejercicio profesional, aun cuado se utilizan eufemismos como: cascada médica, yatrogenia, criterios de Beers, medicalización de la vida, malicia sanitaria, prevención cuaternaria entre otros, como el de promotores de enfermedades. Finalmente, es el propio gremio médico el que se ha ganado a pulso esta nueva terminología del quehacer médico. Se ha distorsionado y degradado la profesión médica al alejarse del humanismo histórico que ha caracterizado a esta profesión. Por supuesto, todavía quedan médicos humanistas, aunque escasean.

En 1992, una periodista especializada, Lynn Payer, escribió un libro: Promotores de enfermedades: lo que hacen los médicos, las compañías farmacéuticas y las aseguradoras para que se sienta usted enfermo.

Payer, definió el concepto de promotor de enfermedades, como: tratar de convencer a gente muy sana, que está enferma y a gente que esta algo enferma, convencerla de que está muy grave. Es decir, a los sanos los enferman y a los enfermos los matan, cuando menos, de miedo. De este fenómeno, en esta columna, se han comunicado muchos casos clínicos demostrativos, siendo un fenómeno cotidiano en la consulta médica.

Por ejemplo, problemas leves y muy frecuentes como el colon irritable y la ansiedad, promocionarlos como enfermedades graves y prescribir toneladas de sedantes y de proponer y realizar cirugías innecesarias pues el colon irritable se confunde con cuadros de apendicitis, colecistitis por cálculos de vesícula biliar, extirpación de ovarios entre otras cirugías superfluas.

O promover los factores de riesgo, como enfermedades graves y mortales por necesidad, sin que esto sea verdadero en la vida real, como por ejemplo la osteoporosis, el colesterol o los triglicéridos altos, la presión arterial elevada, entre otros que no son enfermedades y que por si mismas, en forma inmediata y aguda no producen ninguna lesión. Por eso se les llama factores de riesgo para arterioesclerosis, pues es ésta, la arterioesclerosis o endurecimiento de las arterias, la verdadera y directamente responsable de infarto del corazón y lesiones vasculares cerebrales con trombosis, hemorragia cerebral y en consecuencia, infarto cerebral.

En mi larga experiencia, en la especialidad de medicina interna, es donde más expedimos certificados de defunción porque nuestra especialidad trata las enfermedades de los adultos en general, la mayoría de los certificados de defunción se deben a las enfermedades degenerativas como la arterioesclerosis de órganos vitales como cerebro, corazón o riñones y al cáncer.

Someramente, en los últimos 18 meses por ejemplo, expedí no menos de treinta certificados de defunción, la mayoría de ellos en la temporada invernal del 2013 y solo un caso fue de infarto cardíaco en un hombre de unos 55 años de edad, sin antecedentes previos de enfermedad. La mayoría se debieron a cáncer de ovarios, de hígado, cáncer de tejidos blandos (leiomiosarcoma). Todos se consideraron como enfermedades degenerativas, propias de la edad avanzada por encima de los 55 años, la mayoría rebasaba los 70 años de edad y solo dos eran diabéticos de larga evolución.

Y que quede claro, ninguno de estos difuntos, estuvo relacionado directamente con la tan temida hipertensión arterial, el colesterol, triglicéridos u osteoporosis. Repito, estas alteraciones, no se consideran como enfermedades, pero se promueven como tales.

Dicen los expertos que para detener este y otros nocivos fenómenos del ejercicio profesional, los médicos deben unirse para con sentido común y prudencia, dar una respuesta clara y objetiva ante las campañas de medicalización de la vida. Alertar a la población para contrarrestar las campañas de pánico y de miedo ante la presión arterial o el colesterol altos.

Es utópico o poco probable que los médicos, en grupo, confronten estos problemas, en tanto la atención médica no se enfoque hacia el enfermo. No queda más que la posibilidad de la conciencia médica individual para actuar comprometidos con el paciente.

Corresponde también a los enfermos, agudizar sus sentidos para detectar a los médicos comprometidos con ellos, los enfermos, o médicos comprometidos con el vellocino de oro.

Bien dijo Quevedo: Poderoso caballero es don dinero.