Desprescripción médica.
Prescripción viene del latín praescriptio, compuesta con el prefijo prae= delante, antes y scriptus= escrito y el sufijo _tio = acción y efecto. El prefijo latino des, significa privación de algo.
Así, partimos de prescribir, cuyo significado es escribir ordenando algo por anticipado, por ejemplo, una receta médica para cumplirse después de la consulta.
Paradójicamente, en los tiempos actuales, involuntariamente, muchos pacientes acuden con Kiskesabe no para que les prescriba, sino para que les DESPRESCRIBA.
El abuso de la tecnología en medicina, conduce al sobrediagnóstico, es decir enfermar a personas sanas y empeorar a los enfermos leves, aplicándoles la polifarmacia. Todos los días en la consulta de Kiskesabe, médico internista, con la responsabilidad de atender las enfermedades de los adultos, observa pacientes polimedicados con 5, 10 y hasta 15 medicamentos diferentes, tomando 10 a 20 pastillas al día. Algunos de esos pacientes, llegan en silla de ruedas y bien groguis, como zombis, confundidos, somnolientos, aturdidos y cansados.
Por cierto, el grog es una bebida hecha de agua hirviendo, azucarada, mezclada con un licor, generalmente ron o cualquier otro destilado, según preferencias. Se le puede agregar algún aromatizante, por ejemplo limón, canela o alguna otra fruta. Old Grog, era el apodo de un almirante inglés, Edward Vernon; usaba un impermeable confeccionado con un material llamado “Grogham”. En 1740, Vermon emitió una orden: rebajar el ron que bebían los soldados para disminuir las borracheras, antes de entrar en batalla en el mar.
El adjetivo grogui, significa aturdido, tambaleante, casi dormido, atontado por el cansancio o por otras causas físicas o emocionales. Viene del inglés groggy, del estado en el que quedaban los que abusaban del grog. El significado de las palabras varía con la geografía. En la Real Academia de la Lengua Alvaradense, el adjetivo grogui se traduce como apendejado.
Existen muchas guías médicas para iniciar tratamientos. El gremio médico las aplica casi por decreto, peor que aplicar la Biblia. Esto conduce a la medicalización, a la prescripción excesiva y a la intoxicación farmacológica por la polifarmacia y la interacción farmacológica de esos medicamentos.
No hay guías para desprescribir, retirada, suspensión, farmacolisis o poda de la prescripción, términos utilizados para retirar un medicamento.
Muchos médicos, aún cuando sospechen que hay efecto tóxicos, tienen miedo a retirar un medicamento indicado por otro colega, sobre todo si este es especialista al que consideran superior, su compañero de trabajo o su amigo. Este fenómeno prácticamente es la regla en la medicina burocrática: solapaos los unos a los otros.
Ningún especialista es mejor ni peor. Todos nos equivocamos.
En la consulta privada la competencia es selvática y predomina el “canibalismo médico”, es frecuente descalificar y menospreciar peyorativamente al colega, tenga o no la razón.
Si un enfermo busca una segunda o tercera opinión, el médico debe ser lo suficientemente profesional y responsable para decirle al enfermo en que está de acuerdo y en que no esta de acuerdo, en cuanto al diagnóstico, tratamiento y pronóstico, con los médicos que lo han atendido previamente, independientemente de la relación sentimental positiva o negativa, que exista con esos médicos. Se debe ser imparcial y esto es muy difícil de lograr si el médico centra la atención en su ego profesional.
Es moral y humanamente válido centrar la atención en el enfermo, y es criticable centrarla en el médico.
Los enfermos tienen derecho a una segunda opinión. Esa segunda opinión debe ser imparcial y con justicia, sin conflictos de interés personal sentimental, económico y sin protagonismo académico.
Una vez llamaron a Kiskesabe para valorar un enfermo. Tenía somnolencia, decaimiento generalizado mareo y la presión muy baja, con 80/40. Ingería tres medicamentos diferentes para la presión alta. En el hospital donde lo atendían había sido visto por un segundo cardiólogo, este especificó en su nota de evolución que estaba excedido de medicamentos para la presión arterial, encontrándola baja 70/50 pero no tomó la decisión de disminuir la dosis o eliminar esos medicamentos. Le dejó las mismas dosis de los medicamentos. Es decir, no se comprometió con el enfermo. Nada más dejó por escrita su opinión para cuando la consultara el cardiólogo que había prescrito los medicamentos. Esa consulta estaba programada para tres meses más tarde.
Kiskesabe, sin miedo pero con prudencia, eliminó dos de los medicamentos. Cinco días después el paciente estaba completamente recuperado con presión arterial normal de 130/80 por lo que retiró la medicación para el control de la presión arterial. Han pasado tres largos años y el hombre sigue con la presión arterial normal, sin medicamento alguno.
Cuando un médico no está de acuerdo con otro, por varios motivos, temen retirar los medicamentos. Si es su compañero de trabajo, amigo o conocido, es decir por motivos sentimentales de afecto, o por incompetencia profesional. En el otro extremo, en ocasiones se retiran medicamentos para poner en evidencia a otro colega, aunque la prescripción sea razonable. Siguen los motivos sentimentales. Hormona mata neurona.
Ambas actitudes son irresponsables, perjudican al enfermo. Por lo anterior, cuando alguien busca una segunda o tercera opinión, evalúe y compare la calidad y el profesionalismo de cada médico consultado y si la opinión es controvertida, decídase por una o busque un tercero en discordia.