Mitos menopáusicos.

La menopausia es la interrupción permanente de la menstruación, ocasionada por disminución NORMAL de la función folicular de los ovarios. Se diagnostica clínicamente después de doce meses de ausencia de la menstruación (amenorrea). La perimenopausia se refiere al período desde la época inmediatamente anterior a la menopausia, cuando declina la fertilidad y aumenta la irregularidad de los ciclos menstruales, hasta el primer año después del cese de las menstruaciones.

      La menstruación manifiesta simple y llanamente el potencial reproductivo natural de la mujer, preparando un óvulo cada mes para ser fecundado. Y la sabiduría de la naturaleza le dicta a la mujer un alto a la menstruación y ovulación, entre los 40 y los 50 años de edad en que los tejidos merman sus capacidades para la reproducción y reponer la sangre perdida cada mes. De no ser así, la mujer moriría prematuramente ya por anemia crónica o de las complicaciones de un embarazo en tejidos degenerados en sus capacidades para mantener la vida normal.

      Más claro: la menopausia prolonga la vida de la mujer. Es un mito del tamaño del universo infinito, decirle a una mujer que la menopausia aumenta el riesgo de muerte. Y sin embargo, esa creencia cada vez más se arraiga en la sociedad. Este mito es una evidencia de la medicalización de la vida: el tratamiento hormonal sustitutivo de la mujer para que no deje de menstruar.

      En los años sesenta en USA, se publicó un libro: Femeninas para siempre. él se decía que a partir de la desaparición de la regla, la salud de las mujeres se precipitaba hacia un abismo existencial: se le partirían los huesos, se les pararía el corazón, se les cuartería la piel, perdían el deseo sexual, se les secaba la vagina. Este libro es un antecedente de lo que ahora se llama “promoción de la enfermedad” una estrategia mercantil de la industria farmacéutica y que en la actualidad es una práctica muy extendida.

Un colega y entrañable amigo, dedicado a la ginecología, es fanático de esta visión, para mí, un enfoque distorsionado de la menopausia. Hay otros que coinciden con mi punto de vista.

La colaboración Cochrane es una organización médica civil independiente, aboga por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica. En agosto del 2012, publica una versión actualizada de una revisión Cochrane publicada por primera vez en 2005. Esta revisión incluye a 42,830 mujeres postmenopáusicas con edad media de 60 años. Estos son algunos resultados significativos:

La terapia hormonal combinada después de un año de uso continuo aumentó significativamente, el riesgo de un evento coronario, de tromboembolismo venoso y después de tres años de uso, aumentó significativamente el riesgo de un accidente vascular cerebral con trombosis. Después de cinco a seis años, aumentó el riesgo de cáncer de mama.

Por otra parte, la terapia hormonal sólo con estrógenos, aumentó significativamente el riesgo de tromboembolismo venoso después de un año, de accidente vascular cerebral y de litiasis vesicular después de siete años de uso, pero no aumentó el riesgo de cáncer de mama.

Se comentan estos riesgos porque en general, a las mujeres sometidas a estos tratamientos se les informa y se exaltan los posibles beneficios y se minimizan o no se advierte de los riesgos.

Es cierto que se logra mejoría de los síntomas vasomotores como los bochornos, así como también se logra disminución de la resequedad de la vagina, lo que redundaría en una mejor calidad de vida emocional y sexual, principalmente durante la etapa de transición en la disminución de la secreción de estrógenos, hasta que se establece definitivamente la menopausia.

En esa etapa, se acepta el tratamiento hormonal sustitutivo en pequeñas dosis y por tiempo limitado en tanto la mujer se adapta a esa nueva etapa, en la que tanto las glándulas suprarrenales y los adipositos (células grasas) toman el mando para elaborar la mínima cantidad de estrógenos para que la mujer siga siendo mujer plena, física y sexual.

Por otra parte, con la terapia hormonal, no hay clara evidencia de una disminución de fracturas por osteoporosis, aunque esta si aumenta al disminuir los estrógenos. De hecho, la osteoporosis, tampoco debe considerarse como una enfermedad, es un factor de riesgo para fracturas, nada más.

La mayoría de la consulta de medicina interna es con mujeres mayores de 60 años y “la neta”: desde 1969 a la fecha, en 46 años de ejercicio profesional, he observado muy pocas mujeres con antecedentes de fracturas. Obviamente, en el servicio de traumatología las fracturas si son frecuentes, como los partos en ginecología o los infartos cardíacos en cardiología. O como dijera el filósofo de Güemes: en las preparatoria nocturna, las clases son de noche.

      Por lo anterior, la terapia hormonal sustitutiva debe tomarse en cuenta en casos muy bien seleccionados, a dosis mínimas y por corto tiempo y las mujeres con este tratamiento deben recibir una orientación responsable, veraz y objetiva. Vale.