Medicalización de la vida 2.
Con su mismo significa: con su mismo traje, con su misma bufanda, con su mismo coche, con su misma esposa. Eso es: con su mismo.
El consumismo, según la RAE (Real Academia Española), es la tendencia a adquirir, gastar o comprar bienes, no siempre necesarios o superfluos. Estamos en la etapa de una sociedad de consumo que ponen en práctica principalmente las personas que tienen un gran poder adquisitivo. No obstante, las clases media y baja, con escasos recursos económicos, le entran a la competencia de “estatus social” y se involucran en el consumo superfluo, endrogados con decenas de tarjetas de crédito expedidas por cientos de empresas comerciales.
La salud no escapa a este fenómeno: el consumo de estudios de laboratorio, medicamentos y de cirugías innecesarias. La medicalización de la vida en todo su esplendor, como se comentó en la entrega previa (lunes 2 Marzo 2015). La palabra medicalización es un neologismo que todavía no aparece en el RAE.
En el momento actual el derecho a la salud se ha convertido en un peligroso objeto de consumo, con una preocupación insana y desmedida por la salud. En una española revista clínica de medicina de familia, de junio 2011, se hace un análisis del fenómeno de la medicalización de la vida.
En este contexto: el agotamiento laboral, el envejecimiento normal, la osteoporosis o el colesterol alto, sin ser enfermedades, se tratan como tales.
La medicalización es un proceso social que se establece lentamente: Primero: la situación, el sufrimiento se consideran como algo anormal, por tanto precisa de una solución. La condición de anormalidad, la establece un colectivo social, por ejemplo: la industria farmacéutica, que ofertará medicamentos para solucionar el problema. En general, ese problema ficticio, no tiene nada que ver con una enfermedad, aunque la medicina “ofrece una solución”, por ejemplo, la cirugía estética para alguien que sufre porque se siente arrugado y feo, o “la información que cura” en la que al colesterol alto, siendo un factor de riesgo, que directamente no produce ninguna molestia aguda, lo convierten en enfermedad, la gente así lo cree y compra medicamentos para normalizar el colesterol que ofertaron inmediatamente después de la información que cura.
En pocas palabras: a las personas sanas les fabrican enfermedades y les venden la solución farmacológica o quirúrgica y “dependiendo del sapo es la pedrada”.
En este fenómeno de la medicalización, o del consumo en medicina, intervienen factores sociales, económicos, culturales, sanitarios, emocionales y otros. Estos factores se agrupan en función de las relaciones sociales y participan: la sociedad en general, los medios de comunicación masiva, las instituciones político sanitarias, los gremios y agrupaciones médicas y la industria farmacéutica. Estos son digamos, los protagonistas de este fenómeno.
Actualmente la gente cree que los factores de riesgo como el colesterol y la presión alta, la osteoporosis y la menopausia, son enfermedades cuyo tratamiento debe ser farmacológico para “prevenir” los daños a la salud ya que “en cualquier momento pueden causar la muerte” por un infarto cardíaco, una hemorragia cerebral, una trombosis o una fractura mortal. Así lo cree la gente, ignorando que esto es falso, una información exagerada, rayando en el terrorismo, para inculcar miedo y garantizar el consumo de medicamentos.
He visto en mi consulta personas con 240/140 de presión arterial confirmada en seis mediciones durante la consulta, y centenas de personas, con presiones arteriales por encima de 160/110, sin que ninguna de esas personas haya caído muerta en ese momento o sufran de molestia grave alguna. Y he visto cientos de personas con trombosis o hemorragia cerebral, infarto del corazón sin que padezcan de la presión alta.
Es la poderosa industria de la comunicación, el mecanismo utilizado para con bastante “malicia sanitaria”, información con medias verdades, extrapolaciones atrevidas, interpretaciones sesgadas o tendenciosas, todo esto para hacer creer a la gente en peligros inexistentes. En otras palabras, la información carece de veracidad, imparcialidad y de objetividad.
Los malestares leves y banales de la sociedad se han convertido en un producto industrial y El “Doctor Shopping” solicita estudios y prescribe medicamentos a diestra y siniestra.
_Doctor Kiske. Aquí tiene estos estudios, fui al laboratorio, hay “ofertas” y hasta me hicieron un ultrasonido. Dígame que tengo.
_Explíqueme que molestias siente usted. _Intenta interrogar Kiskesabe.
_Aquí están todos los estudios doctor, ahí debe decir lo que tengo. _Insiste el ingenuo, analfabeta, humilde y sencillo campesino.
Hasta los campesinos han sido atrapados por la sociedad de consumo y la medicalización de la vida. Este hombre se gastó unos tres mil pesos en la oferta de laboratorio, gana el salario mínimo, pagó por estudios como la lipasa y amilasa séricas para pancreatitis aguda grave, muy rara, medición de electrolitos séricos para estados críticos de terapia intensiva, también poco frecuentes, y otros estudios para enfermedades que aparecen de vez en cuando y las manifestaciones de este “no enfermo” son cansancio, así dice él y de dolor de espalda y otros músculos, consecuencia de su larga, tediosa y pesada jornada laboral campesina de sol a sol ¿Puede un enfermo trabajar de jornalero de sol a sol? Parece que no.
Y el colmo, resulta que el gasto superfluo en esos estudios innecesarios, en ocasiones, les impide pagar la consulta a Kiskesabe, a quien solo le queda la satisfacción de haber orientado honestamente, haberles evitado más gastos en fármacos y otros estudios. Ese tipo de enfermos, la mayoría de las veces agradecidos, mañana o pasado, orienta y envía a otro paciente para que no cometa el mismo error.
No obstante, de que hay pacientes desagradecidos, los hay. Son los menos, aunque están aumentando.