Medicalización de la vida 1.

Se entiende por medicalización, el proceso de convertir situaciones que han sido siempre normales en cuadros patológicos y pretender resolver, mediante la medicina, situaciones que no son médicas, sino sociales, laborales o conflictos en las relaciones personales o familiares. En otras palabras, son personas sanas que se sienten enfermas y dado que los médicos forman parte de este fenómeno siendo actores y víctimas de este proceso, solicitan múltiples estudios y prescriben abundantes medicamentos a personas por demás, sanas.

     En otras palabras: personas sanas o “no enfermas”, que se sienten enfermas y médicos que no pueden discernir si las quejas son normales o patológicas y les prescriben medicamentos sin necesidad.

     Mientras que en los estratos sociales pobres la atención está centrada en satisfacer las necesidades básicas de alimentos, vestido, habitación y la atención médica se enfoca a resolver las enfermedades infecciosas agudas o crónicas, que tantos estragos causan en lo físico y económico; en los estratos sociales altos, garantizadas las necesidades básicas, aparece una tendencia a incluir dentro del ámbito sanitario, situaciones que hasta el momento eran consideradas ajenas al mismo, convirtiendo a la utópica “salud perfecta”, como una obsesión, en la que la calvicie, las canas y las arrugas, entre otros procesos normales, se convierten en una industria altamente productiva.

     En el fenómeno mencionado intervienen factores sociales como la utópica definición de salud de la OMS, de 1946: la salud es no solo la ausencia de enfermedad, sino un estado de bienestar biopsicosocial absoluto. Este concepto utópico, facilita que en la actualidad situaciones de la vida como el cansancio o la frustración por sentirse gordo, feo o viejo, se consideran como enfermedades y se someten a tratamientos farmacológicos o incluso a costosas cirugías estéticas innecesarias, ya para eliminar las arrugas o para estrechar el canal de la vagina o aumentar el tamaño de los senos o del pene. Ni las etapas normales de la vida se escapan a este fenómeno de medicar a las personas y así se somete a tratamiento médico al embarazo, el nacimiento, a los niños sanos, la adolescencia, la menopausia y la vejez.

     Ya estamos en un estado dependiente del uso irracional de medicamentos o cirugías, con incapacidad de las personas para cuidarse a si mismas.

     En una encuesta realizada a iniciativa de la revista British Medical Journal, en 2002, sobre las “no enfermedades”, que han pasado al control del campo médico, destacaron: la vejez, calvicie y canas, celulitis, resaca, la infelicidad, tristeza, el duelo, síndrome postvacacional, la osteoporosis, el colesterol elevado, el cansancio, entre otras.

     La sociedad está enfermando, por la preocupación de no enfermar.

     En el fenómeno de la medicalización participan la sociedad, los medios de comunicación, los políticos y la industria farmacéutica.

     Hoy, es frecuente que las personas acudan a consulta con información médica obtenida en Internet, con ideas preconcebidas:

     _ Dr. Kiskesabe. Creo que tengo la enfermedad de Crohn, es que me duele el vientre, me siento cansado, a veces evacuo con rayitas de sangre y leí en Internet que puede ser esa enfermedad y que es grave y no hay curación.

     Así se presentó una persona joven, cuyo interrogatorio y exploración física sugirió el diagnóstico de un síndrome de intestino irritable, relacionado con el carácter irritable de las personas, siendo la causa más frecuente de dolor abdominal con evacuaciones delgadas como churros y con frecuencia estrías de sangre por la tensión extrema del recto al defecar. Los síntomas, en efecto, son semejantes a esa rara enfermedad de la cual en 46 años de ejercicio profesional he visto unos tres casos y de intestino irritable, he observado miles de casos clínicos.

     El síndrome de intestino irritable encaja dentro de las “no enfermedades”, tiene relación con las preocupaciones de la vida, no es grave ni mortal ni quirúrgica, tiene remisiones espontáneas relacionadas con el estado y grado de tensión emocional y en la mayoría de los casos basta con entender el proceso, cambiar ciertos hábitos de defecación y alimentación y e algunas ocasiones los un par de medicamentos pueden ayudar a controlar los cuadros agudos.

     Lo más grave del intestino irritable es que el médico tratante, sin importar la especialidad, lo confunda con una enfermedad quirúrgica como la apendicitis, cálculos en la vesícula o quistes de ovarios y que sean sometido a cirugías por demás innecesarias. De hecho, esta confusión es sumamente frecuente.

     Cientos de pacientes han sido operados de abdomen por esta “no enfermedad” y he tenido la satisfacción desinteresada en lo material, de rescatar del filo del bisturí a decenas de personas programadas para cirugías abdominales superfluas, dentro y fuera de las instituciones de salud.