Criterios de Beers
El Dr. Mark Beers (Dr. ¿“Marcos Cervezas”?) geriatra (¿anciólogo? o ¿ancianólogo?) estadounidense, creó por primera vez lo criterios de Beers en 1991, aplicable a pacientes ambulatorios mayores de 65 años, con el objeto de mejorar la atención del adulto mayor disminuyendo la prescripción de medicamentos inapropiados como los laxantes estimulantes del intestino grueso (senósidos, aceite mineral, hojas de sen) en el estreñimiento de los ancianos.
Lo anterior surgió por la observación de múltiples efectos colaterales y nocivos en personas de la tercera edad, quienes reciben más de cuatro o cinco fármacos diarios, prescritos por diversos especialistas que intervienen en el cuidado de los problemas de la vejez.
Los ancianos son un grupo de alto riesgo para presentar reacciones adversas a medicamentos, debido a diversos factores como el lento metabolismo de los medicamentos a esa edad y a la alta prescripción de fármacos pues se calcula que más del 40% de las personas mayores de 65 años de edad toman, tres o más medicamentos diferentes diariamente. Estos datos coinciden con la experiencia personal del que esto escribe: diariamente observo enfermos intoxicados con tres a diez medicamentos ingeridos al día.
De hecho, en esta columna se ha abordado este problema de la medicalización de la vida y al revisar las publicaciones al respecto, se intenta informar la necesidad de conocer cuales son los fármacos responsables de efectos nocivos, que son variables, dependiendo de cada región o país. Los criterios de Beers, precisamente se encargan advertir este problema.
Por ejemplo, para los gringos ancianos, es inadecuado el uso de laxantes estimulantes como el aceite mineral, la amiodarona para arritmias, la amitriptilina para depresión nerviosa, las anfetaminas para la obesidad, los sedantes como las benzodiazepinas, entre otros. A esta lista yo agrego todos los medicamentos utilizados para la presión arterial alta, con los cuales observo intoxicados todos los días, no porque esos medicamentos sean nocivos por si mismos, sino por el abuso que de ellos se hace en nuestro medio, prescribiendo dosis excesivas para las mínimas necesidades de los ancianos mexicanos, a los cuales se les aplican las dosis de los gringos sin tomar en cuenta además, el metabolismo y eliminación retardado propio de la avanzada edad. Dos tabletas de losartan, por ejemplo para una persona de 50 años, posiblemente no manifieste efectos tóxicos, pero una persona mayor de 65 años es posible que una tableta de ese fármaco, o media tableta de metoprolol por ejemplo, le baje la presión excesivamente y se queje de dolor de cabeza, debilitamiento generalizado o mareo con caídas y riesgo de fracturas, de golpes en la cabeza y de hemorragia cerebral con peligro de muerte.
Y lo digo porque he observado intoxicaciones desde que allá por 1970, empezaron a usarse los betabloqueadores como el propanolol y los bloqueadores del calcio como el nifedipino, ambos de uso frecuente para la presión alta, hasta la fecha. Los ancianos son los más susceptibles. Las dosis de fármacos diseñadas para los gringos de 90 a 100 kilos de peso, son excesivas para los 60 o 70 kilos de los mexicanos. Nosotros los médicos somos los responsables de reflexionar al respecto.
Ahora, con la parafernalia de medicamentos para el control de la presión arterial las intoxicaciones son mucho más frecuentes y lo grave es que no se toman en cuenta y pasan inadvertidas para los médicos tratantes.
Los criterios de Beers, son avalados por la Sociedad Americana de Geriatría. Ellos comentan la presencia de una enfermedad que afecta a los ancianos, además de la “enfermedad de Bolaños” (bola de años), a los ancianos los afecta el llamado Síndrome Geriátrico, que de acuerdo con la OMS es el uso concomitante de tres o más medicamentos prescritos por igual o mayor número de especialistas, incluyendo a los propios geriatras, entre los cuales existe muy poca comunicación para prevenir los daños colaterales con la polifarmacia. Todos los fármacos tienen efectos nocivos y cuando una persona ingiere varios de ellos, puede haber interacciones entre ellos, generalmente nocivas, al potenciar los efectos tóxicos o neutralizar los efectos benéficos.
Por ejemplo, si a un anciano con bronquitis aguda mixta, infecciosa y alérgica, se le prescribe antibiótico para la infección y se le añade un derivado de la cortisona, dizque para disminuir la inflamación y la reacción alérgica. La cortisona disminuye las defensas inmunológicas y con ello neutralizaría el posible efecto benéfico del antibiótico, con riesgo de que la bronquitis se complique con una neumonía mortal. Estos casos son de frecuente observación.
Otro: el nifedipino sublingual para bajar la presión arterial en forma rápida, se retiró del mercado de estados unidos desde hace más de 20 años porque se observó que en mayores de 65 años precipitaba infarto del corazón y trombosis cerebral al bajar bruscamente la presión arterial y estancar la circulación en ancianos con estrechamiento de las arterias por arterioesclerosis senil. En aquellos tiempos me tocó observar varios de estos casos en el hospital donde laboraba, el nifedipino era original y potente.
Todavía en nuestro medio se utiliza ese medicamento casi a diario. Paradójicamente, el nifedipino utilizado en los tiempos actuales, si es similar, probablemente no posea la misma potencia del original y sea menos tóxico y menos peligroso, pero, si el médico se desespera, puede prescribir dos o tres tabletas en lugar de una, y con ello aumentar los efectos nocivos.
Finalmente, la prescripción inapropiada de fármacos en la tercera edad, está considerada por la Organización Mundial de la Salud, como un problema de salud pública, no reconocido por los gremios médicos, ni privados ni institucionales.
Lo más grave de este asunto es que, a la mayoría de los ancianos se les prescriben abundantes medicamentos y les prohíben injusta y tajantemente disfrutar de una “birria” (cerveza) bien fría, empeorando así la vida del anciano al que condenan, por decreto, ingerir medicamentos por lo siglos de los siglos.
Y las “birrias”, no están prohibidas por los criterios de Beers.