Embarazo y parto medicalizados.

Hace unos días, al interrogar los antecedentes de una paciente de 75 años de edad, originaria de algún poblado serrano, le pregunté:

¿Cuántos hijos tuvo señora? Quince doctor. Respondió. ¡Ah! Y todos por abajo, vivitos y normales. Nacieron en mi casa, sin ningún defecto, sin ningún problema ni en los embarazos ni a la hora del parto y sin doctor ni estudios de sangre ni medicamentos. Criados con mi leche. Y hasta el momento, todos están vivos. Siguió expresando, orgullosa y con mucha razón.

No doctor, las madres de hoy, no saben lo que es parir de verdad. Ahora todo con anestesia, en hospitales, con médicos, enfermeras, ginecólogos, pediatras, montones de medicamentos y de estudios, de ultrasonidos. Así han nacido muchos de mis nietos y bisnietos. Remató.

Esta sencilla, humilde y madre de la A, a la Z, expuso las dos épocas del embarazo y el parto: la antigua y la moderna.

La era antigua considera al embarazo y el parto no como una enfermedad, sino como una función portentosa natural y por completo normal, del fenómeno de la vida y en cuya evolución solo intervienen las leyes de la naturaleza humana y las magníficas comadronas o parteras, que nada tienen que envidiarle a médicos, ginecólogos, pediatras, anestesiólogos y enfermeras.

La era moderna, considera al embarazo y al parto como una enfermedad, y por consiguiente a las embarazadas las ajustan y someten a los protocolos o guías médicas de la atención del embarazo y el parto, con rigurosas reglas de prevención, diagnóstico y tratamiento hospitalario, con múltiples estudios, ultrasonidos y fármacos como si fuese una enfermedad de alta peligrosidad. Este es el fenómeno socio-médico de la MEDICALIZACIÓN DEL EMBARAZO Y DEL PARTO.

La medicalización se inicia desde antes de la gestación. Antes, la mujer dedicada exclusivamente al hogar, se embarazaba ante el primer contacto sexual a los 15 o 16 años en que se casaban o en unión libre y espontánea, hacían vida de pareja.

Hoy, las parejas trabajan, tienen relaciones sexuales premaritales con anticonceptivos o condón, eso si, acuden a misa de bodas muy de blanco, se van de luna de miel súper agotados por los ajetreos de la boda, las maletas de viaje con anticonceptivos y condones, regresan “de la luna” a trabajar en diferentes centros laborales, algunas parejas viven separados durante la semana y si el trabajo es en poblados distintos y lejanos, se reúnen conyugalmente los fines de semana, y por supuesto, con condones y anticonceptivos, pues el embarazo es un estorbo para el trabajo, sobre todo en una sociedad laboral aún misógina.

Esto lo propicia la sociedad de consumo, pues con salarios bajos y alto costo de la vida, el salario de un miembro de la pareja, generalmente no es suficiente para mantener el estatus económico y social del grupo al que pertenece, comprometiéndose a desembolsos superfluos, sacrificando en ocasiones las necesidades básicas de manutención de una familia, acudiendo a consultas de niño sano, la mayoría de las veces innecesarias, con el médico pediatra, realizar estudios de “prevención” en el recién nacido, comprar todo tipo de leches en polvo ante la dificultad de amamantar al recién nacido con leche materna, ya por obstáculos de trabajo o por cuidar la estética corporal.

A este panorama hay que particularizar la vigilancia de un embarazo. Hoy, con frecuencia, después de todo el estrés hormonal de tomar anticonceptivos, usar condones y el estrés del miedo a embarazarse, así como el estrés de los compromisos laborales y sociales, cuando la pareja decide embarazarse, resulta que no se logra el objetivo con facilidad como en tiempos antiguos. Por algún tiempo se utilizan medicamentos para no embarazarse, estos pueden bloquear la ovulación normal y cíclica por tiempo indefinido y se ven obligados a recibir tratamiento para forzar la ovulación ya porque esta se da en el tiempo en que la pareja esta separada por el trabajo y no tienen vida sexual o bien porque cuando se reúnen sexualmente no hay coincidencia con los días fértiles de la ovulación o esta se bloquea por el estrés laboral, familiar o económico. En otras palabras, no hay sincronización de pareja. Ya tenemos el inicio de la MEDICALIZACION de la gestación, el embarazo y el parto.

De lograse el embarazo después de varios intentos con métodos farmacológicos, después de diversos estudios de fertilidad, molestos, costosos y algunos de ellos peligrosos, a este embarazo se le aplica otra etiqueta de la medicalización: EMBARAZO DE ALTO RIESGO.

Este embarazo de alto riesgo tiene otra connotación semejante y medicalizada: PRODUCTO VALIOSO. ¿Será que los 15 hijos de nuestra protagonista y todos los que nacimos donde no había doctores, que somos millones, no somos valiosos?

A la pareja que se le dice que su hijo es valioso, esta dispuesta a endrogarse de por vida y heredar esa deuda a su producto valioso. Este es otro dato de la medicalización: el costo exagerado

Lo anterior implica pruebas de gestación en orina y en sangre, ultrasonido a los quince días porque el ginecólogo quiere detectar ya el sexo del feto para que la pareja vaya eligiendo el color de los ajuares del futuro ser, arguyendo, además que el ultrasonido es muy seguro para detectar anomalías en el desarrollo embriológico, aunque esto no sea del todo cierto. Lo que si es cierto es que cada mes se hace un ultrasonido, y sigue la medicalización.

Además, para prevenir dizque anomalías congénitas en el sistema nervioso del producto, anemia y deficiencia de folato en ambos, bajo peso al nacer, parto prematuro, los médicos prescriben ácido fólico desde el inicio del embarazo.

Una revisión reciente de la colaboración Cochrane (marzo, 2013), sin conflictos de interés económico, encontró 31 estudios que incluyeron 17771 mujeres, analizando la repercusión de proporcionar suplementos de ácido fólico durante el embarazo. Los datos mostraron que la administración de ácido fólico durante el embarazo, no se asoció con reducción de las probabilidades de parto prematuro, muertes fetales, muertes del recién nacido, bajo peso al nacer, defectos neurales o anemia. Sigue la medicalización, cuya esencia es prescribir medicamentos innecesarios.

La eclampsia es una complicación que ocurre en un 3% de los embarazos. Se caracteriza por elevación de la presión arterial, retención de líquidos con edema, presencia de albúmina en orina y en etapa avanzada, convulsiones. Tiene riesgo de provocar desprendimiento prematuro de la placenta con parto prematuro, trastornos de coagulación sanguínea y muerte fetal o de la madre.

El tratamiento es sintomático de la presión alta, las convulsiones y el edema y si persiste, debe interrumpirse el embarazo para proteger a la madre y de ser posible a ambos. Esto cura la eclampsia y representa dilemas éticos.

Pues bien. Para “prevenir” la eclampsia, se utilizan medicamentos. El riesgo de padecer preclampsia es de un 3% y un 97% de no padecerla. No obstante, sin discriminación, se prescribe acido acetilsalicílico (aspirina), casi en todas las embarazadas. Un estudio de la colaboración Cochrane, que incluyó a 37,560 mujeres encontró que la aspirina en dosis bajas reducen moderadamente el riesgo de eclampsia en aproximadamente un 17%. Por lo anterior, no se justifica prescribir aspirina a todas las embarazadas, sobre todo tomando en cuenta que puede provocar hemorragias digestivas, principalmente si existen náuseas del embarazo que irritan el estómago. Es necesario detectar al 3% de las embarazadas con riesgo de eclampsia, esto es responsabilidad del médico.

He aquí otro detalle de la medicalización, prescribir el medicamento aspirina, al 97% de embarazadas que no lo necesitarán.

Semejante fenómeno de la medicalización se presenta con la prescripción de tabletas de calcio para prevenir la eclampsia. Se han encontrado beneficios moderados en embarazadas con mal aporte de nutrientes con calcio, pero no en embarazadas bien alimentadas. Por lo anterior, es recomendable una alimentación balanceada. Prescribir tabletas de calcio a todas las embarazadas, es caer en la medicalización, la mayoría no lo necesitan.

Finalmente, el parto mediante cesárea, innecesaria en aproximadamente un 80% o más, de los casos, es la culminación de la medicalización de este proceso natural de la gestación, embarazo y parto.