Errores médicos con H.
Leyendo el periódico Excélsior, febrero 1971, me llamó la atención la cabeza de una nota periodística que rezaba: “Horrores médicos en Japón. Notable incremento de negligencia. Los quirófanos, mudos testigos”.
En el cuerpo de la nota se menciona que en un hospital de Yokohama confundieron a los pacientes y operaron del corazón a un enfermo que sufría de los pulmones y le extirparon parte de un pulmón al paciente equivocado. Una enfermera murió en otro hospital después de una sencilla operación en un dedo, una colega de la paciente le dio jaque mate al agregar desatinadamente un antiséptico cáustico (corrosivo) en la solución intravenosa. Un enfermo de pulmonía, de 48 años de edad, falleció después de que un médico indicó equivocadamente un relajante muscular intravenoso en el monitor de una computadora, como consecuencia se paralizaron los músculos respiratorios que sumado a la insuficiencia respiratoria por la neumonía, fueron suficientes para que se presentara la huesuda japonesa.
Lo anterior demuestra que “dondequiera se cuecen habas”, es decir que aún en los países altamente desarrollados, con hospitales de alta tecnología, se perpetran grandes errores computarizados, muchas veces más graves que los cometidos en la consulta común y corriente. Esto, de ninguna manera justifica el daño psicológico que se produce por ejemplo, al diagnosticar desatinadamente una enfermedad cardíaca en un sujeto sano.
A pesar del avance de Japón en el campo de la tecnología, la nota periodística especifica que: “ni un solo médico ha sufrido la cancelación de su cédula profesional por incompetencia, desde 1971, según el ministerio de salud”.
Los médicos no gustan de criticarse unos a otros, al menos en público, quienes así lo hacen, los tildan de parias o son relegados.
Poco probable es que el médico se coloque en el lugar del paciente, lo que equivale a un médico empático, diferente a ser simpático o caerle bien al enfermo; por consiguiente, los médicos son impasibles al sufrimiento humano y no hacen nada por cambiar y mejorar los servicios médicos de los hospitales en donde laboran. Esto puede suceder en cualquier consultorio, hospital, país o continente. Es parte del fenómeno humano, con su crisis de valores morales individuales y de convivencia humana.
Los médicos son remolones a aceptar sus propios errores, siempre se buscan y encuentran pretextos para justificar su imperfección. Están acostumbrados a ser tratados como reyes o dioses infalibles, no permiten que se cuestionen sus palabras y sus decisiones médicas. Esta es una actitud muy generalizada en el gremio que impide el cambio positivo en la tan deteriorada relación médico paciente.
Con la novedad de cada permuta de poderes en nuestro país, renace la esperanza del cambio en la política económica y de salud para los derechohabientes de las instituciones del sector salud. Viendo los noticieros televisados o leyendo las entrevistas y notas periodísticas, llenas de promesas de mejorar la calidad de la atención médica surgen múltiples interrogantes:
¿Cómo lograr mejorar la calidad de los prestadores de servicios de salud, con los vicios que se arrastran en la formación académica desde la primaria hasta la carrera profesional de médicos, enfermeras y otros paramédicos?
¿Será posible modificar los valores éticos y el ánimo de servicio al prójimo de los profesionales de la salud, la mayoría de los cuales, lleva muchos años al servicio de la burocracia médica, insensible y deshumanizada?.
¿Cómo lograr que los certificados que se cuelgan en las paredes de los consultorios y sanatorios, garantes legales de haber pisado la universidad y hospitales escuela, avalen ética y responsabilidad profesionales en beneficio de los enfermos?.
Poco probable que lo anterior se logre tan solo con decretos oficiales y reformas a la Carta Magna o al código de la Ley General de Salud.
El panorama actual en el ejercicio de la medicina, no es no es mejor que en 1971.