Reuniones con médicos.

El hombre es un zoon politikon, decía el estagirita, Aristóteles, refiriéndose al hombre como un animal político o social. Todos los animales son sociales, el hombre es el único que hace política al crear sociedades y organizar la vida en ciudades. Polis, en griego significa ciudad. En las comunidades humanas con sus usos y costumbres, surge la cultura y la educación y la política contribuye a la extensión de esa educación. La bestia humana tiene la necesidad de vivir con otras personas. Los humanos que no son capaces de vivir en armonía con sus semejantes, son únicamente bestias.

El gremio médico no escapa a los conceptos previos. Aunque en las escuelas nos enseñaron que la medicina riñe con la política, al tener la responsabilidad de la salud social, la realidad es que la medicina es la más política de las ciencias humanas.

Que quede claro, la condición de bestia es parte de la condición animal, pero ejercer la política en los tiempos actuales, no necesariamente elimina lo bestia, por el contrario, parece que la refuerza, pero no por la política en sí, sino por la actitud del hombre hacia sus semejantes, es decir por el objetivo fundamental de ejercer la política para servir a la sociedad, o al contrario, para servirse de la sociedad. He aquí la diferencia entre una bestia y un humano.

Los médicos se reúnen entre si con diversos fines. El más frecuente es el aprendizaje y la enseñanza médica continua por medio de las sociedades médicas, numerosas en el momento actual, ante el fraccionamiento del ejercicio médico en especialidades. Estas reuniones tienen dos vertientes fundamentales: una, el aprender los nuevos conceptos del ejercicio médico para mejorar la calidad de la atención médica y el otro, mejorar los ingresos económicos y es posible que en el momento actual, lo económico haya opacado a lo académico, para desgracia de la sociedad enferma.

Por otra parte también nos reunimos con el fin de estrechar viejos lazos de amistad o hacer nuevos amigos. Por ejemplo, mi generación 64-68 de la escuela de medicina de la Universidad Veracruzana, desde hace 46 lunas, nos reunimos esporádicamente y en la última década, viendo que la vida se nos acorta, nos reunimos cada año, principalmente en el puerto de Veracruz, Córdoba y Orizaba.

Hace un año se hizo en el tres veces heroico puerto, y al calor de las chelas, me comprometí a organizar esta reunión aquí en Poza Rica. Los fines de estas tertulias anuales aunque es entre colegas médicos y sus familias, es puramente humano, de remembranzas de tiempos idos que no volverán. Recordar los buenos momentos así como las cuitas y penas de la etapa de estudiante es muy confortador desde el punto de vista anímico. Y hasta funciona como terapia mental para disminuir las tensiones a las que el médico se enfrenta al tratar de disminuir el dolor y el sufrimiento humanos y sobre todo al luchar por prolongar la vida de los enfermos.

Los médicos no escapamos a los efectos nocivos de las condiciones laborales a las que somos sometidos en las instituciones de salud pública y privadas, ni al estrés y los conflictos de interés y exigencias de las sociedades académicas en congresos médicos nacionales e internacionales. Los miembros de la profesión médica, son los que más sufren los efectos del estrés laboral y son propensos a la ansiedad, depresión, adicciones al alcohol o drogas, adicciones al trabajo y al dinero, o adictos a las relaciones destructivas entre colegas, amigos y la familia.

En esta ocasión, fue muy confortante además, intercambiar algunos conceptos del ejercicio profesional que cada uno proporciona en diversas partes de la república y para los fines de esta columna de orientación al público, me fue muy satisfactorio coincidir con un colega urólogo, en la observación de los excesos y abusos que se están provocando con los resultados mal interpretados del antígeno prostático. O con un gastroenterólogo afirmando que se está abusando de las endoscopias gástricas relacionadas con la bacteria Helicobacter pylori y el cáncer gástrico. Y la de un colega ginecólogo coincidiendo en la exageración al interpretar el resultado de la colposcopia relacionada con el virus del papiloma humano y el cáncer de matriz. Y la opinión de un médico general comentando los excesos de la mayoría de los especialistas que enferman a las personas según su especialidad. Bien dice un dicho: escoja un especialista y de paso escogerá su enfermedad. Incluso un colega, pediatra, el día después de la cena, le bajó la presión, el decía que por la cruda, pero en realidad estaba intoxicado con medicamentos para la presión arterial. Mejoró con terapia especial para la resaca: cure la cruda siga chupando.

Finalmente, esas reuniones sirven como terapia mental el convivir con esos amigos de antaño, y hablar de valores humanos, de chascarrillos, de jugadas de futbol de estudiantes, de los que aspirábamos a probarnos con los viejos tiburones rojos del Veracruz, de haber conocido al Pirata Fuente en persona, aunque paradójicamente, en sus últimos tiempos representado a una marca cervecera. De las serenatas en calles con palmeras borrachas de sol. Recordar a los viejos maestros de medicina clínica francesa que nos enseñaron minuciosamente a interrogar a los enfermos, a escucharlos, a palparlos, a brindarles afecto y respeto como seres humanos. Y comparándonos con las generaciones médicas actuales, ni mejores, ni peores, sino diferentes, que se apegan más a la tecnología moderna separándose del contacto humano con sus enfermos.

Por otra parte, es vivificante constatar que a pesar de que muchos de esos colegas son exitosos profesionalmente, conservan la sencillez, la humildad y la franqueza de los tiempos en que éramos unos simples estudiantes con sueños y aspiraciones, que un buen grupo de ellos no logró concretar, ya por ausentarse prematuramente del mundo de los vivos o por otras circunstancias propias de la vida.

En fin. Juventud, divino tesoro, que te vas para no volver.