Cascada cardiológica

En los tiempos modernos que vivimos, el ejercicio de la medicina esta impregnado de  alta tecnología que indiscutiblemente ha logrado grandes avances en el diagnóstico y tratamiento de algunas enfermedades frecuentes, sin poder negar que, algunos de estos modernos procedimientos son invasivos y por tanto susceptibles de causar también, graves daños (yatrogenia) a la precaria salud de los enfermos.

Es en las enfermedades cardíacas en donde con mayor frecuencia se observa yatrogenia (daño médico) tanto por la naturaleza fisiológica de este órgano (muy sensible a los medicamentos) como por el significado cultural  que adquiere como fuente primordial del proceso vital.

La angustia que causa en los enfermos la idea de ser cardíacos, les altera tanto el estado de ánimo provocando ansiedad y verdaderas crisis de pánico, convirtiéndose en sujetos sensibles y aptos para que médicos igualmente ansiosos (de hacer billetes) los envíen a lo que Ortiz Quesada llama CASCADA CARDIOLOGICA en su libro ensayo, LA MEDICINA ESTA ENFERMA.

¿En que consiste la cascada cardiológica?. El caso clínico siguiente es la respuesta a esta interrogante: un hombre de 45 años de edad, trabajador activo, sano hasta que por primera vez presentó dolor localizado en área cardíaca (precordial), de tipo opresivo, acompañado de falta de aire (disnea) con duración de aproximadamente unos cinco minutos, calmó con el reposo y desapareció por completo. Clínicamente el dolor era muy sugestivo de ser de origen cardiaco (angina de pecho) tanto por la edad del paciente, como por las características descritas. No había antecedentes de diabetes ni de hipertensión arterial. Un electrocardiograma en reposo mostró cambios dudosos de isquemia cardiaca (obstrucción de coronarias). No había datos clínicos ni electrocardiográficos de infarto agudo ni antiguo. Se diagnosticó CARDIOPATIA ISQUEMICA, EN ETAPA DE ANGINA DE PECHO SIN INFARTO. Se indicó tratamiento para mejorar la circulación de las coronarias y prevenir el avance de la angina de pecho hacia el infarto, lo que se logra en la mayoría de los casos tan solo con tratamiento médico por tiempo prolongado.

Le expliqué en que consiste la enfermedad, le orienté que debía hacerse una prueba de esfuerzo cardíaca, estudio más exacto que un electrocardiograma en reposo y que el tratamiento médico en un 80 a 90% le controlaría su enfermedad y que solo en caso de no haber respuesta a los medicamentos, debía recurrirse a métodos de estudio cardíaco agresivos (invasivos) como la angiografía coronaria

Le perdí la pista. ¡Seis meses después vi su esquela mortuoria en las páginas del peiórico!. Pensé seriamente que en algo había fallado durante mi estudio. Investigué y afortunadamente para mi tranquilidad no fue así.

Este hombre acudió a la institución médica a la que pertenecía, lo enviaron a un hospital de alto nivel tecnológico y seguramente fue sometido a un patrón de conducta que prevalece en México y otros países ante la incertidumbre de un diagnóstico exacto: la cascada cardiológica, proceso de investigación clínica que una vez iniciado, es difícil parar, ya que una prueba conduce a otra cada vez más agresiva sin reflexionar. Es decir, a un paciente con dolor cardiaco se le realiza un electrocardiograma en reposo, si es dudoso, pasa a una prueba con electrocardiograma de esfuerzo, si persiste la duda lo conducen a una prueba con isótopos como el talio. Hasta esta etapa el riesgo es mínimo. Si la incertidumbre continúa se recurre a la angiografía coronaria, estudio invasivo y en ocasiones más peligroso que la misma enfermedad. Después de este estudio la mayoría de las veces deciden cirugía cardíaca, con más riesgos que los estudios previos, riesgo que implica la muerte en un buen porcentaje de los casos.

En síntesis, el médico ordena procedimientos diagnósticos cada vez más invasivos ante la incertidumbre del evento final, minimizando el riesgo.

Así sucedió a este enfermo. No llegó a cirugía cardíaca, se quedó en la plancha durante el estudio de las coronarias (angiografía). Fue víctima del uso indiscriminado de la tecnocracia médica. Esta fue una deducción personal con base en los hechos. Para los familiares del paciente existía la idea de que había muerto por la enfermedad, no por los estudios. Este paciente no recibió la oportunidad de controlar su enfermedad cardíaca con medicamentos bajo vigilancia estricta y con menos riesgo.

¿Porqué esta conducta?. Por ganancia económica y académica. En los hospitales de alta tecnología están comprometidos con la investigación clínica que además de ganancia económica reditúa en mejorar el curriculum de los médicos y del hospital. Los pacientes se someten a protocolos clínicos preestablecidos en los que de antemano se decide que procedimientos deben realizarse sin discriminación alguna, lo que significa que a muchos pacientes se les efectúan dichos estudios sin necesidad y sin tomar en cuenta los daños que pueden ocasionar. Los convierten en conejillos de indias, pero presumen y alardean de ofrecer alta calidad en la atención médica. Los enfermos se sienten “soñados” por los favores recibidos, ni cuenta se dan de lo que significan sus indemnes cuerpos para el prestigio del hospital y sus médicos.

Es innegable que muchos casos se resuelven satisfactoriamente, se magnifican sus éxitos. Lo criticable es que minimizan los riesgos, incluso las muertes yatrogénicas, atribuyéndoselas a las estadísticas, a la mala suerte o a que “ya le tocaba y nada se pudo hacer ante la enfermedad que ya estaba muy avanzada”. Estos y múltiples pretextos se utilizan para justificar las enfermedades yatrogénicas.

Cierto es que el error humano es inevitable en un proceso tan complicado como es la atención de la salud humana. Los médicos tratan con enfermedades complejas en su diagnóstico y en su tratamiento, por lo tanto son necesarios controles de calidad adecuados a la profesión médica.

Desdichadamente la atención médica ha permanecido aislada de los modernos métodos de control de calidad y los que existen son rudimentarios. En México, la ausencia de controles de calidad es inherente a todas las actividades, incluyendo la médica, donde la falta de vigilancia puede provocar la muerte. Ello se debe, en gran parte a que las políticas de atención médica para mejorar la calidad son declarativas (por decreto) y de buena voluntad, con grandes inversiones en edificios hospitalarios vistosos y cómodos físicamente, equipados con tecnología generalmente de segunda mano y atrasados, desechos de nuestros vecinos del norte. En algunos hospitales estos equipos son de adorno pues en ocasiones no se cuenta con personal entrenado para su uso razonable. Los médicos expertos, responsables y honestos que podrían sancionar los resultados, son excluidos de la orientación y atención médica, sus voces de protesta son aplastadas políticamente.

Las estadísticas de salud, alejadas de la realidad, surgen de expertos en “bolear estadísticas, como bolear o lustrar zapatos”, también alejados de la realidad.

En un editorial de la prestigiada revista New England Journal of Medicine, la Dra. Angell responde a la pregunta: ¿Más cuidado médico es mejor?. “Lejos de ser benéfico, la mayor parte del cuidado médico es innecesario, no tiene un valor real para aquellos que lo reciben, y a veces es mortal”. Este peligro es mayor en aquellos grandes hospitales y países donde existe un alto grado de medicalización.

Se estima que la enfermedad yatrogénica, es decir, el daño provocado por un médico o medicamento, se presenta en alrededor del 30% de los enfermos que reciben atención pública o privada. Algunos pacientes se alarman porque dicen que hay muchos diabéticos y estos apenas si alcanzan un 10% de la población. ¡Imagine el lector la gravedad de la enfermedad yatrogénica!