Nódulos tiroideos: ¡Aguas!

Los nódulos tiroideos son un verdadero dilema médico, con alto riesgo de yatrogenia. Prueba de ello es el caso de la célebre presidente de Argentina, a quien en 2012, le encontraron un nódulo tiroideo asintomático, tomaron biopsia por punción con aguja, el patólogo reportó células tumorales, decidieron extirparle toda la tiroides y el resultado final de la biopsia total es que no encontraron ninguna célula cancerosa. Esta es una “yatrogenia presidencial”. http://www.perfil.com/politica/-20120115-0006.html.

Bien dice el dicho: sucede hasta en las mejores familias.

Ahora la popular paciente, entre los argentinos por supuesto, aunque no tan popular como Maradona, debe tomar hormonas tiroideas indefinidamente y hasta que la muerte se lo impida. Yo digo, si estaba completamente asintomática, ¿Porqué no vigilaron su evolución con un nuevo rastreo unos meses después tomando en cuenta que el cáncer de tiroides se presenta en una de cada 10 mil personas y evoluciona muy, pero muy lentamente? Es decir, en esos casos hay suficiente tiempo para vigilar la evolución prudentemente para reafirmar o desechar ese diagnóstico y tomar la mejor decisión.

No hay duda, tiene ciertas desventajas ser presidente de un país. Exageran la atención que les falta a los jodidos del mundo.

Este es uno de los dilemas médicos, de muchos, en los cuales se juega el bienestar de los pacientes.

Los nódulos tiroideos son las lesiones de tiroides que más causan pavor en los médicos por la remota posibilidad de cáncer. Yo siempre he dicho, si una enfermedad es poco frecuente, como el cáncer de tiroides, cuando aún por biopsia se sospecha cáncer, siempre hay que dudar de ese diagnóstico puesto que hay más posibilidades de equivocarse con un resultado positivo falso.

La biopsia por punción y guiada por ultrasonido tiene buena sensibilidad y especificidad, es decir es bastante exacta para definir un diagnóstico de cáncer, por citólogos  expertos, pero NUNCA ES AL CIEN POR CIENTO. Siempre debemos considerar cierto margen de error. El caso clínico de la presidente Kirchner mencionado, es una prueba de ello. No se repitió la biopsia antes de la operación radical.

En diversos estudios a gran escala, las biopsias de nódulos tiroideos han proporcionado los siguientes hallazgos: 70% de los resultados han sido benignos, 10% malignos y en 20% sin definir el diagnóstico (Medicina Interna de Harrison, 18ª edición).

Colocar a la presidente en ese 10%, significó una grave equivocación médica. No obstante lo anterior, parece ser, según las noticias, esos médicos son héroes nacionales pues finalmente determinaron que la presidente no tiene cáncer lo que causó júbilo popular, manifestaciones de apoyo y de agradecimiento al supremo “por haber salvado a la enferma que no estaba enferma”. Gajes del oficio.

Previamente se hablaba de un solo nódulo en el lóbulo derecho. Los médicos que operaron justificaron la extirpación total arguyendo que durante la cirugía se detectó otro nódulo en el lóbulo izquierdo. Quedan algunas dudas, pues se supone que durante la cirugía para extirpar el nódulo derecho, se hacen biopsias durante la operación con la presencia de un patólogo citólogo experto para determinar si hay células cancerosas y con ese dato decidir si se extirpa o no la tiroides. ¿Se equivocó ese patólogo durante la cirugía? No se comenta nada al respecto. Pero puede ser.

La presidente argentina no está sola, con seguridad, alrededor del mundo, a muchos pacientes les extirpan la tiroides u otros órganos sin necesidad, ya por negligencia, o con dolo comercial o con fines protagónicos.

Operar o tratar médicamente a un famoso tiene sus bemoles y becuadros. Si el diagnóstico y la decisión terapéutica, principalmente quirúrgica, son certeros, el médico se convierte en “una eminencia”, un famoso. Por el contrario, cometer un error, hiere enormemente el “recontrasuperhipertrofiado” ego del, o los médicos que participan en el manejo del caso clínico. ¡Con la fama de los argentinos! Y si a algo le teme un médico, es a equivocarse, sobre todo con los famosos, pues el riesgo de una “quemadota ridícula” es enorme. Me temo que a los médicos que manejaron este caso no la están pasando muy bien.

La mayoría de los cirujanos, a los que por lo general les crece más el ego, ante la duda de una apendicitis o de un cáncer, prefieren desenvainar el cuchillo en vez de reflexivamente reevaluar el caso, buscar una segunda opinión y prudentemente tomarse un buen tiempo en analizar profundamente los elementos o evidencias que se tienen para tomar tal o cual decisión. Pero el travieso ego humano médico impide compartir el éxito, la fama y el dinero.

Aun en casos agudos y graves de una peritonitis por ejemplo, hay que esperar algunas horas para restablecer las condiciones hemodinámicas deterioradas con el fin de garantizar el éxito de una cirugía relativamente urgente; es por demás evidente que una persona completamente asintomática, con un nódulo tiroideo sospechoso de cáncer, y sabiendo que el cáncer de tiroides es de uno en 10 mil personas y que su evolución es sumamente lenta, se puede inferir que había tiempo suficiente para decidir una cirugía tan radical.

Por todo lo anterior, ante cualquier proposición de algún tipo de procedimiento agresivo, para diagnóstico o tratamiento y cuyo estado clínico personal esta en buenas condiciones, es decir, sin molestias que interfieran con una buena calidad de vida y que no haya peligro inminente de lesión grave y mucho menos de muerte, busque una segunda opinión.

Y, ¡Aguas!. No con el cáncer de tiroides, sino con los médicos.