Síndrome de intestino irritable

Síndrome es un conjunto de síntomas y signos de una persona enferma y sugieren la alteración en el funcionamiento de uno u otro órgano de nuestro cuerpo. Un síndrome puede ser originado por diferentes causas.

El síndrome de intestino irritable es la alteración más frecuente de la medicina interna y de la especialidad de gastroenterología. Predomina en mujeres jóvenes y adultas.

El conjunto de signos y síntomas que lo caracterizan son: dolor, alteraciones en la consistencia de las heces y la frecuencia de las evacuaciones. Estos datos clínicos en un mismo paciente son variables. El cuadro clínico más frecuente es dolor abdominal y estreñimiento con evacuaciones cada tres o cuatro días o incluso más. El dolor puede ser variable en intensidad desde leve a muy intenso, de localización variable pues los dos metros de intestino grueso están localizados, junto con otros órganos, en el espacio reducido de la cavidad abdominal. Esto explica que se confunda con enfermedades de vesícula, apéndice, próstata, páncreas, ovarios, matriz, bazo o riñones, estómago, hígado, entre otras enfermedades propias de esos órganos.

La otra forma de presentación menos frecuente, es dolor con aumento en la frecuencia de las evacuaciones. Esta forma se puede confundir con diarrea: más de tres evacuaciones, líquidas abundantes en lapso de una hora. Evacuar tres, cuatro cinco o seis veces, espaciadas por tres o cuatro horas en el lapso de 24 horas, con escaso excremento, es una falsa diarrea, o aumento en el número de evacuaciones a consecuencia del intestino irritable.

Ahora bien. Los pacientes con síndrome de intestino irritable pueden ser muy cambiantes en los síntomas mencionados. Pasan varias semanas con estreñimiento hasta de cinco días sin evacuar, se destapan y durante dos o tres días evacuan tres o cuatro veces. Ellos piensan que es diarrea y así lo exponen al médico.

Imaginemos un drenaje tapado por unos cinco días, se retiene el excremento de esos días, si lo destapamos, en horas se vaciará lo retenido en varios días. Más o menos esto sucede en el síndrome de intestino irritable.

Esta variabilidad puede ser una fuente de confusión para los enfermos e incluso los médicos, independientemente de su especialidad. Si no se hace un interrogatorio y exploración física en forma minuciosa, nos podemos equivocar en el diagnóstico y obviamente en el tratamiento.

Precisamente, el síndrome de intestino irritable, colitis nerviosa, colon irritable, que refleja la mayoría de las veces el carácter irritable de la persona que lo padece, se puede confundir con enfermedades quirúrgicas de abdomen. Muchas personas han sido operadas sin necesidad, de la vesícula, el apéndice, los ovarios, páncreas o hasta de la próstata y del esófago. Lo digo porque me consta.

Hay otros síntomas que pueden acompañar a los tres ya mencionados (dolor, estreñimiento o falsa diarrea). Con frecuencia estos enfermos se quejan de “aventazón” del abdomen, es decir, muchos gases, con aumento del volumen abdominal. Gases que penosamente buscan salida, son fétidos como todos los gases abdominales y pueden causar limitaciones en las actividades sociales si tienden a salir espontáneamente en reuniones sociales ya en forma silenciosa o en forma sonora. Algunas personas tienen limitaciones en su trabajo y vida social.

Otras manifestaciones son la dispepsia o indigestión, agruras o acedías, reflujo gastro-esofágico, datos de gastritis con ardor “en la boca del estómago”. A estos pacientes con frecuencia se les somete a largos tratamientos con omeprazol y otros antiácidos, sin resultados favorables pues la causa verdadera de esa disfunción de estómago o esófago son provocadas por el drenaje de nuestro cuerpo, el intestino grueso tapado. En otras palabras: el mal funcionamiento del colon, provoca disfunción del tubo digestivo alto: estómago y esófago.

No entender lo anterior, provoca confusiones de diagnóstico y de tratamiento

No se sabe de una causa única y exacta y no hay estudio de laboratorio o gabinete para confirmar el diagnóstico, el cual se fundamenta en el conjunto de datos clínicos mencionados. Existen varios factores que inducen el colon irritable y sus incómodos síntomas: hábitos nutricionales con exceso de grasas, proteínas, porotos, frijoles, habas, brócoli, entre otros y baja ingesta de cereales ricos en fibra. Pueden influir deficientes hábitos de defecación como el retener la urgencia de evacuar si la tasa receptora de excremento de un baño, no es del agrado de la persona con deseos de evacuar. Retener la defecación provoca endurecimiento del excremento y dificultará su expulsión.

Lo que yo he observado es que los síntomas del colon irritable, con mucha frecuencia aumentan en relación con los estados de estrés, familiar, laboral, económico y diversas situaciones existenciales. Coincide con mucha frecuencia en pacientes con síntomas de depresión nerviosa y con fibromialgia o dolores de músculos y tendones en diferentes regiones corporales. Los síntomas calman o disminuyen si disminuyen los estímulos estresantes.

En general los especialistas en investigación clínica no le dan mucha importancia a los factores sociales. Personalmente, he observado una estrecha relación en la evolución del síndrome de intestino irritable con los estresantes cotidianos, sin que esto signifique que el estrés por si solo y en exclusiva es la causa del síndrome pues existen muchas personas con extremos graves de estrés, sin intestino irritable.

Por lo anterior, se concluye que las causas son varias, una combinación de factores genéticos predisponentes con factores socioculturales desencadenantes, por lo que el diagnóstico y tratamiento deben contener un enfoque sistémico o integral por parte del o los médicos tratantes.

El tratamiento con fármacos es con el fin de controlar o calmar los síntomas de dolor, flatulencia, diarrea o estreñimiento o antidepresivos, y además, modificar hábitos de alimentación y defecación, así como aprender a manejar el estrés, es decir, que si bien no se pueden borrar las situaciones sociales de estrés, entrenarnos para que esos factores estresante no nos afecten.

       Por lo anterior el tratamiento debe ser sistémico con la participación de un médico general o internista para certificar el estado físico, fisiológico y anatómico del paciente y si ese médico no tiene entrenamiento o competencia para estudiar y tratar lo emocional, deberá apoyarse en terapeutas de familia o de otras modalidades de terapia social y de la conducta humana, cada vez menos humana.