Puerperio y lactancia.

Puerperio es el período comprendido desde el parto hasta la primera menstruación, con desaparición de las modificaciones orgánicas debidas al embarazo, lo cual se lleva a cabo en unos 40 días, de ahí el nombre de cuarentena. La menstruación puede retardarse por más de varios meses de acuerdo con la lactancia, pues ésta bloquea la ovulación.

Puerperio deriva del latín, puer= niño y par, per=parir. Puerperio es la parición de un niño y puerperal se refiere al período que sigue al parto hasta los 40 días mencionados.

La puérpera no es una enferma, como no lo es el parto, sin negar los cambios biológicos y sociales que produce esta etapa, lo que depende de la forma de afrontar este hecho en el entorno familiar y social.

El embarazo y el parto producen cambios generales y locales, incluyendo el ámbito emocional, cambios disímbolos dependiendo de las características individuales de la parturienta y sus circunstancias.

La mujer puérpera ha de cumplir con las reglas generales de higiene física y mental de cualquier persona sana o enferma, más los cuidados propios de cada manifestación de esa etapa. La pareja debe compartir la responsabilidad de esos cuidados así como las preocupaciones, tareas y responsabilidades correspondientes.

Como todas las etapas de la vida, el puerperio tiene sus riesgos: hemorragia prolongada en las primeras horas después del parto, siendo esta la fase más peligrosa; la infección puerperal con septicemia, causa frecuente de alta mortalidad materna antes de la era de los antibióticos (1928). La mujer puérpera puede quejarse de dolores en diferentes partes del cuerpo por el trabajo de parto o la hospitalización encamada. Pueden ser mar frecuentes las infecciones de vías urinarias y de glándulas mamarias (mastitis).

En algunas mujeres hay cambios emocionales hacia la depresión ante las modificaciones de un estado biológico, psicológico y social, sobre todo cuando se trata del primogénito. Los cambios hormonales bruscos después del parto, pueden ser un factor desencadenante de la depresión, pero también lo son las nuevas responsabilidades con la inexperiencia propia de cada persona y su entorno. Este estado depresivo amerita buscar ayuda médica si se prolonga por más de dos semanas o si interfiere con la calidad de vida individual e impide el cumplimiento de las nuevas responsabilidades.

Otro factor importante en el cuidado del puerperio, es el reinicio de la actividad sexual, tema aún tabú en ciertos sectores sociales. La cuarentena en sí, marca la recuperación orgánica al estado normal antes del embarazo y con ello el reinicio de la actividad sexual si las responsabilidades y el entorno lo permiten. El deseo sexual puede verse mermado ante el agobio de los cuidados del bebé y los temores de algún accidente o enfermedad del nuevo ser. El estado anímico y la comunicación entre la pareja son cruciales para reiniciar la relación sexual placentera y saludable. La lactancia bloquea la ovulación y la menstruación, pero no el deseo sexual y si la lactancia se prolonga por seis meses por ejemplo, la relación es segura en cuanto a prevenir otro embarazo.

Los datos anteriores y otros, los puede corroborar cualquier pareja con su médico general o ginecólogo de confianza, incluso con el advenimiento de la red, se pueden encontrar diferentes páginas de información con el riesgo de que muchas de ellas, aunque contengan información veraz y objetiva, algunas de esas páginas pueden estar contaminadas, no de virus cibernéticos, sino de información tendenciosa comercial hacia el consumo de medicamentos y de falacias innecesarias con el riesgo de producir severos daños emocionales, físicos y económicos considerables. Por eso es conveniente cotejar cualquier información con uno y otro médico, dos o tres opiniones cuando hay dudas.

Echemos un ojo a un enfoque un tanto controversial, pero trascendente, relacionado con el puerperio: la lactancia.

Desde el origen de los mamíferos, en el periodo triásico de la era mesozoica, hace unos 230 millones de años, se sabe que la leche materna es la mejor para la crianza. En ese tiempo no había médicos de humanos ni veterinarios.

Hace unos 40 años, con médicos especialistas en pediatría, avalaron la propuesta de que la leche de vaca en polvo era mejor para la crianza humana. Yo nunca acepté esa postura y mis hijos, actualmente frisando los 40 años, se criaron con leche materna, a pesar de haber nacido en esa época. La leche en polvo que nos daba el sistema de salud, la aprovechábamos mi esposa y yo pues el salario de residente, apenas si alcanzaba para subsistir.

Debemos fomentar la lactancia natural como una actividad de prevención primaria de la salud. Ayuda a que los niños sean más sanos y sin engordar en exceso. Lamentablemente, la gordura se interpreta a veces como signo de salud y en este sentido los niños criados con leche en polvo ganan más peso de lo normal por su contenido en azúcares artificiales que aumentan el apetito.

La lactancia natural es buena para el lactante pues satisface su instinto de mamar y al mismo tiempo lo une a la madre, ésta, por medio de su leche, le aporta anticuerpos, hierro, ácidos grasos de cadena larga, fundamentales para la maduración cerebral.

La leche materna está siempre a la temperatura ideal, tiene variedades en el gusto dependiendo de la alimentación de la madre, me refiero a la mamá del lactante, además es de uso reservado y exclusivo, el lactante tiene “barra libre”, la leche materna es muy digestible, la succión ayuda al desarrollo dental sano y su consumo se asocia a menor incidencia de estreñimiento, de indigestiones, de muertes súbitas en el presente y en el futuro, a menor incidencia de varias enfermedades como el asma o las infecciones.

La lactancia natural es buena para la madre al crear fuertes vínculos con el bebé, es placentera y gratuita, se transporta sin coste adicional, se prepara al instante, en su punto y sin cacharro alguno como el biberón, es compatible con otras actividades como ver televisión, cine, al aire libre; genera orgullo y autoestima de madre, produce admiración en los varones, ayuda a recuperar el peso previo al embarazo, mejora la involución del útero, frena la ovulación  y ayuda al disfrute sexual sin temor a embarazo, provoca respeto y envidia en las mujeres, bueno, no en todas, y conlleva menos problemas de salud como el cáncer de mama.

Por otra parte, salen sobrando los complementos de vitaminas para el bebé, la mochila para los biberones y las latas de leche en polvo y todo el proceso que conlleva la preparación de un biberón. Por tanto, también disminuye costos de mantenimiento.

Además, lo del complejo de Edipo en el cual el “niño desea sexualmente a la mamá” por prolongar la lactancia o, el complejo de castración o la llamada fase fálica, fuentes de trastornos emocionales, han pasado a ser meras fantasías sexuales de los psicólogos de corte freudiano. Sin descalificar a Freud y sus seguidores, sus teorías, en general, no han resistido el análisis objetivo actual.