¿Por qué un internista?

William Osler, el gran maestro de la medicina interna estadounidense y mundial, predijo en 1897, que en el siglo XX, la Medicina Interna sería la más completa, la más solicitada y la más gratificante. Esta predicción fue válida durante los dos tercios iniciales. Sin embargo, en el momento actual, tras el desarrollo comercial de múltiples especialidades, la Medicina Interna tiene dificultades para mantener su identidad dentro de la sociedad. De hecho, en nuestro país, ni siquiera ha sido ampliamente identificada en escuelas de medicina, hospitales o en la sociedad, lo que viene a ser bastante oneroso tanto para el erario como para la sociedad enferma.

El término de medicina interna apareció en Alemania en 1882, fue introducido en 1930 en Estados Unidos, en España en 1950. Sin embargo, de 1964 a 1968, en que estudié medicina general, en Veracruz, no tuve ningún maestro con esa especialidad. Conocí el primero en Torreón, Coah. En 1971. A pesar de la cercanía con USA, en aquellos tiempos la comunicación electrónica era muy limitada y los hechos nuevos o de moda, nos llegaban varios lustros después. Hoy, nos damos cuenta hasta de cirugías a corazón abierto, en el momento en que están acaeciendo.

No obstante lo anterior, para la gente común, todavía se le dificulta entender el significado de un especialista en medicina interna, motivo por el cual se ve en la necesidad en ocasiones, de consultar a diversos especialistas en órganos específicos, retrasando a veces, el diagnóstico de sus males y exponiéndose a riesgos no necesarios y exorbitantes gastos en honorarios, decenas de medicamentos y diversos estudios complementarios, en ocasiones, sin resolver su problema.

Para prevenir los inconvenientes de consultar múltiples especialistas conviene tener información de las características de un médico internista, siendo la primordial, que le puede resolver con bastante margen de seguridad, la mayoría de los problemas de corazón, hígado, tubo digestivo, aparato respiratorio, reumatología, sistema nervioso, enfermedades de la sangre, infecciones comunes, psiquiatría, vías urinarias, oncología médica, entre otras. Además, un médico internista puede funcionar como coordinador cuando es necesaria la opinión de otros especialistas en enfermedades más complejas. Me refiero a un buen médico internista, recordemos que un título no hace a un buen médico.

Un buen médico internista debe tener bastante habilidad y experiencia para obtener información clínica mediante el interrogatorio y la exploración física esenciales en la historia clínica para establecer un diagnóstico lo más certero posible.

Un médico internista debe tener además, suficiente capacidad para sintetizar, ordenar e interpretar los datos recopilados en la historia clínica y con ello estructurar un diagnóstico sindromático (conjuntos de signos y síntomas) y en seguida un diagnóstico más específico, con el fin no nada más de calmar el dolor por ejemplo, sino de tratar la posible causa de ese dolor.

Otra cualidad de un médico internista es la de contar con aptitud para determinar la secuencia más apropiada de los estudios complementarios para el estudio de cada caso clínico y de esa forma evitar estudios peligrosos, de alto costo y en ocasiones innecesarios.

Y algo no menos importante: un internista debe contar con una gran disposición humanitaria para comunicar, informar, orientar y educar, con afecto, respeto tolerancia hacia las costumbres y creencias del paciente y sus familiares.

Todo lo anterior debe conducir a una relación de confianza mutua entre médico y paciente, fundamental para el éxito o la comprensión de cada problema médico ante el fracaso, sin menoscabo de una confianza bien cultivada.

Los pacientes y sus familiares deben ser observadores suspicaces de cada médico, internista o no, a quien consultan y de esa forma decidir en quien confiar su salud. En el supuesto caso de no satisfacer sus expectativas, debe buscar una segunda opinión.