Desinterés en la medicina interna

No existe interés  en la medicina interna, lo cual depende del estado actual  del desarrollo económico de cada país. El médico internista es el especialista ideal para los enfermos adultos tanto en la medicina pública como privada. No obstante lo anterior,  a la sociedad se le impone el modelo conveniente a los intereses del gremio médico, no de la sociedad. De este y muchos factores culturales, políticos, emocionales entre otros, se arraiga la idea de  que el mejor especialista es el cardiólogo, el gastroenterólogo o el hematólogo y en parte, es bastante cierta tal aseveración. Un subespecialista debe saber mucho de un solo órgano y un internista  mucho de mucho y no poco de mucho como se dice. En teoría la especialización es buena, en la práctica cotidiana, esta siendo muy nociva. Para empezar, entre los médicos generales, internistas y subespecialistas hay excesivo celo profesional manifestado por envidias, menosprecio mutuo y eso tiene repercusiones en la calidad de la atención médica. Los pacientes se convierten en campo de batalla para satisfacer sus bajos instintos. Recuerdo haber observado, no uno, sino muchos casos en donde si un internista proponía cirugía a tal o cual paciente, los cirujanos no los operaban hasta que ya era demasiado tarde. Por el contrario, si el internista decía, todavía no es necesaria la cirugía, los cirujanos operaban, sin necesidad, a ese paciente con el fin de poner en evidencia al internista. ¿Persistirá esta actitud en los múltiples hospitales de nuestra comunidad? Tengo, buenos deseos, espero que no.

En las aulas de las escuelas de medicina se pergeña el desprecio por la medicina general u holística, ideal para la atención médica integral, tal como lo es el cuerpo humano. Los estudiantes al ingresar a la escuela de medicina llevan ya el germen de la subespecialidad (endocrinólogo,  oftalmólogo,  cirujano plástico,  y demás etcéteras). En México existen más de 40 subespecialidades, parece que son más que  en Estados Unidos.

El ejercicio de la medicina general y la medicina interna no tiene atractivo económico en una sociedad donde el éxito se tasa en las ganancias económicas para obtener los bienes materiales para una vida cómoda a la cual toda persona tiene el legítimo derecho para tratar de obtenerla. Así, la gran mayoría de los médicos generales e internistas, deciden continuar con las subespecialidades, altamente tecnificadas, tecnología que permite obtener mayores ganancias.  De hecho, en las instituciones públicas, no hay gran diferencia en los ingresos de un médico general, un internista y los subespecialistas. La competencia salvaje se da en la medicina privada, en la cual Maquiavelo tiene una gran influencia: EL FIN,  JUSTIFICA LOS MEDIOS.  En estas circunstancias, un médico general puede ser tan rico en bienes materiales o más que un médico internista, un especialista en cirugía o un reumatólogo (subespecialista).

Lo paradójico es que  la buena calidad de la atención médica, no puede prescindir de los buenos médicos generales o internistas pues de hecho, teóricamente todos los subespecialistas, son ante todo, médicos generales, lo cual de alguna forma los hace ejercer como buenos especialistas, médicos que hacen  excelente uso del interrogatorio y la exploración física, del razonamiento lógico de inducción y deducción aplicado a la clínica, médicos que indican análisis de laboratorio con mesura, independientemente de su especialidad.

En el mismo Estado Unidos, millonario y altamente tecnificado, con programas de Discovery salud asombrosos en cuanto a  las maravillas técnicas exhibidas, existen más de 40 millones de habitantes con deficiente atención médica, clamando por una atención de la mínima buena calidad y cada año, hay más de cien mil muertes evitables, es decir, provocadas por los médicos, por omisión o comisión. Curiosamente, en esos grandes centros médicos altamente tecnificados,  precisamente, se dan más yatrogenias mortales pues la avanzada tecnología, así como es de avanzada para mostrarnos grandes éxitos, también lo es para provocar severos daños a los pacientes.

Pero así como la historia la escriben los vencedores según su visión, así los médicos en las revistas especializadas, en los congresos médicos y en los mencionados canales de televisión, escriben su historia  magnificando sus éxitos y ocultando sus fracasos.

Valdría la pena oír o leer la versión de los vencidos, lo cual sería un fenómeno de ultratumba pues en las guerras y en la medicina, los vencidos ni hablan, ni oyen, ni ven, ni orinan, ni defecan, es decir: NI FU, NI FA, ni siquiera un DO DE PECHO les podemos escuchar. ¿A dónde van los vencidos por la guerra? ¡Quién sabe a donde irán!