Coronavirus y sus demonios.
Dr. Ignacio Espinosa. Medico Internista. Tel: 82 263 52. Cel: 782 888 0056.
La contingencia que estamos viviendo con el coronavirus nos confronta con nuestro contexto social y cultural al momento de escuchar, asimilar y procesar la información respecto a las indicaciones en las medidas de prevención y tratamiento de este suceso patológico.
Personalmente, a pesar de mis 50 años de práctica clínica, se me dificulta entender algunos datos de la información proporcionada oficialmente y por médicos de reconocida solvencia profesional en cuanto a la veracidad e imparcialidad del contenido de esa información. Lo grave es que en las redes circulan textos y videos por demás, comerciales y alarmantes por su forma y contenido. La industria médica comercial del miedo en acción, soltando demonios por doquier.
LA DENSIDAD DE POBLACION.
La llamada sana distancia, tiene el objetivo de prevenir el contagio evitando el contacto con personas enfermas sintomáticas con: fiebre, tos y estornudos, puesto que la principal fuente de diseminación es mediante las gotitas de las secreciones bronquiales en el aire a una distancia de unos dos metros de la persona que tose o estornuda.
La esencia de la sana distancia es disminuir la densidad de población de una ciudad o una región. La densidad de población se refiere al número promedio de personas que se localizan en un km2 (kilómetro cuadrado), un área cuadrada que tiene un kilometro por lado, y corresponde a un millón de metros cuadrados. El resultado se obtiene dividiendo la cantidad total de habitantes entre la superficie de una región. Ejemplo: si en Poza Rica hay 200 mil habitantes, se divide entre 64 km2 de superficie y nos da el resultado de 3125 (densidad de población) promedio de habitantes por cada km2. Si comparamos. La densidad de población de la republicana es de 65 habitantes promedio por km2, resultado de dividir 130 millones de habitantes entre casi 2 millones de km2 de superficie del país.
Es muy difícil establecer la densidad ideal de población de una región porque intervienen múltiples factores económicos, sociales, geográficos y ambientales. Lo esencial para esta contingencia es tratar de ubicarse a más de de un posible enfermo de COVID
Los datos anteriores nos permiten entender el objetivo de la sana distancia: disminuir la densidad de población, es decir disminuir el número de personas localizadas en determinada área. A menor densidad de población por área, menor la cercanía entre las personas y menores posibilidades de contagio. Parece sencillo comprender que la densidad de población de la misma ciudad de Poza Rica es variable en un cine, en la plaza comercial Gran Patio durante un “buen fin”, o en la oficina de un banco en los días de pago de salarios. A mayor congestionamiento de personas en un área pequeña, mayor el riesgo de contagio. No es la misma densidad de población en un cine con cien butacas ocupadas, que esas mismas personas paseando en el Parque Juárez por ejemplo.
VIDA DEL VIRUS FUERA DEL CUERPO HUMANO.
Los virus para reproducirse necesitan de las células de nuestro cuerpo, al invadir nuestras células se apoderan la “la maquinaria celular” para reproducirse y lesionar nuestro cuerpo. No se ha precisado exactamente la vida media del virus fuera del organismo humano al ser expulsado en las gotitas de Flügge (secreciones de vías respiratorias). El tiempo de vida es variable: de unas 3 horas a 3 días, dependiendo de la superficie donde se deposita, de ahí la recomendación preventiva de lavarse las manos con frecuencia, aseo de manijas de puertas y otras superficies de contacto manual.
EL PORTADOR ASINTOMATICO.
Se habla de un portador asintomático definido cuando se sospecha que tiene el virus en su sangre y es positiva la prueba de PCR-RT, que confirma la carga viral, haya estado o no en contacto con otro enfermo. Puesto que la principal fuente de contagio es con tos y estornudos, es poco probable que un portador asintomático confirmado no contagie, sin embargo, ha de someterse rigurosamente a las recomendaciones ya establecidas de aislamiento en tiempo y lugar, vigilando su evolución clínica ya que puede presentar síntomas que aumentarían su poder contagioso. Obviamente, es recomendable que a los contactos de ese caso confirmado, también se han de someter a estas mismas reglas preventivas en tiempo y lugar, con o sin la prueba confirmatoria. Por otra parte, es muy complicado establecer durante cuánto tiempo una persona puede ser contagiosa. Se dice que el contagio es mayor en cuanto empiezan los síntomas siendo la fiebre el principal indicador y que al ceder la fiebre el contagio disminuye y puesto que los síntomas son variables en duración y gravedad (de leves a muy graves) pudiendo durar de 1 a 15 días, parece razonable tomar en cuenta que a mayor tiempo de tomar las medidas de prevención, menores posibilidades de contagio.
NEUMONIA O COAGULACION INTRAVASCULAR DISEMINADA.
En las redes, en video y texto circula una información confusa diciendo que el COVID no produce neumonía sino coagulación intravascular diseminada y que el tratamiento que se esta indicando a los pacientes graves, es erróneo.
Anoche una persona “apanicada” me habló porque recibió un mensaje de ese talante que ya he analizado, los hay en video y de texto. Me preguntó si era cierto eso de que no hay neumonía sino dizque microtrombosis y que el tratamiento con antibióticos, corticoides, y anticoagulantes son efectivos y que el gobierno está ocultando algo y que se está manejando mal el tratamiento.
Le aclaré que: lo que se menciona de las alteraciones que si es neumonía o microtrombosis por coagulación intravascular diseminada, puede ser cierto, y le informé que cualquier infección de garganta, piel o riñones causada por virus o bacterias, tiende a invadir la sangre (septicemia) con riesgo de infectar otros órganos como los pulmones en donde pueden o no, provocar una neumonía grave o leve o ubicarse en otros órganos vitales (cerebro, corazón, riñones, hígado, y otros). Le expliqué que ante estas y otras agresiones, el cuerpo humano dispara sus mecanismos de defensa liberando sustancias que provocan una reacción inflamatoria aguda cuya función una línea de defensa contra el invasor, tratando de evitar que dañe la anatomía y el funcionamiento de nuestro cuerpo y que esas posibles microtrombosis consisten en realidad en un intento natural de atrapar a los virus o bacterias en esos coágulos, pero si el invasor es muy virulento, esas defensas se pueden agotar y en determinado tiempo de la evolución de la enfermedad, esas defensas se vuelven nocivas. Por ejemplo, las microtrombosis consumen plaquetas y factores de coagulación para atrapar al invasor, disminuyen el flujo de sangre y si la lesión persiste se agotan las plaquetas y los factores de coagulación y se puede presentar el efecto opuesto, pueden provocarse hemorragias principalmente en tubo digestivo. Imaginemos una guerra entre dos ejércitos, gana el que tiene más pertrechos y mejor estrategia para usarlos. Así, los antibióticos, los anticoagulantes como la heparina o antiagregarios plaquetarios como la aspirina o los antinflamatorios como los derivados de la cortisona, pueden ser de ayuda o nocivos, según en el momento o etapa de la evolución de la enfermedad en que se prescriban. Son recursos terapéuticos de los cuales tengo conciencia de haberlos utilizado desde hace 50 años cuando empecé a ejercer la medicina; se pueden utilizar tratando de corregir las consecuencias de una infección grave y sistémica, NADA NUEVO NI ESPECIFICO, SOLO PALIATIVO, porque NO HAY tratamiento específico para el virus, la causa de ese síndrome de coagulación intravascular, que puede presentarse en COVID y cualquier otro germen infeccioso grave. ¡Ah! Y esos medicamentos pueden ser mortales si no se utilizan en el momento precisos de la evolución de la enfermedad. Y no es descubrir el hilo negro.
Se me ha dificultado traducir al lenguaje llano, asequible al público en general, este complejo asunto. Puede que no lo haya logrado. Los demonios andan sueltos.
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