Tos nerviosa.

Un jovial campirano solicitó mis servicios con el fin de confirmar si debía extirparse las amígdalas, proposición sugerida en varias ocasiones para resolver su tos de varios años de evolución durante los cuales había recibido múltiples tratamientos para infección de amígdalas y según el enfermo, no se había controlado de este mal.

Su narración se remontó a 5 años antes en que empezó a trabajar como empleado en un ambiente con mucho ruido. Mencionó que siente como un polvillo en la garganta que le da comezón que despierta el reflejo de la tos con expulsión de flemas blancas transparentes. Esto le sucede en las mañanas, al levantarse y en ocasiones durante el resto del día. Esta sintomatología calma y desaparecer por algunos días o semanas con o sin tratamiento y recae nuevamente.

Ha recibido infinidad de antibióticos, antihistamínicos para gripa, derivados de la cortisona, medicamentos para alergias y para asma bronquial y sigue igual.

Expuso además que le han solicitado varios estudios de cultivo de exudado faríngeo y le han dicho que tiene un bicho en la garganta el cual no ha sido posible eliminar con los tratamientos recibidos.

En esta ocasión, espontáneamente, él solicitó un estudio de exudado faríngeo para acudir a consulta. Era positivo a una cepa de estreptococo para la cual le habían indicado millones de penicilina en varias ocasiones y en varios estudios esa bacteria seguía presente.

Al interrogarlo llamó la atención que sus molestias se presentaban durante el día, ya que dormía como “niño Dios” según su expresión. La tos nunca se presentaba de noche. Únicamente cuando estaba despierto. Otro dato importante es que la flema era de color blanco transparente, como saliva o mucosidad. Nunca esa flema o expectoración fue verde amarillenta (purulenta) sugestiva de infección bacteriana. Tampoco había fiebre.

La exploración de la garganta efectivamente mostró ambas amígdalas aumentadas de volumen en forma moderada, de coloración normal, sin huellas de material purulento, ni ulceraciones que sugirieran una infección activa aguda. Las amígdalas estaban crecidas como consecuencia de viejas cicatrices de infecciones previas que cualquier mortal ha padecido en diversos momentos de su vida.

No había una sospecha clara y precisa para indicar la extirpación de amígdalas, la cual debe realizarse cuando se complica con infección de oídos (otitis), presencia de abscesos purulentos en la garganta y ulceraciones que no ceden con antibióticos, o interferencia de la respiración por obstrucción de la parte posterior de la nariz como consecuencia de aumento de volumen de las amígdalas (hipertrofia).

Se concluyó que las amígdalas no eran la causa de su tos ni de la sensación de polvillo en la garganta. Tampoco la presencia del estreptococo en el cultivo de exudado faríngeo al cual se consideró como flora normal en la garganta, a la que es imposible esterilizar. Se aclaró que si se hacía un cultivo de exudado diario, casi el cien por cien resultaría positivo para esa y otras bacterias que se consideran como bacterias normales en la garganta.

La mejor manera de certificar una infección de vías respiratorias altas (garganta) es con datos clínicos propios del paciente. No es con el cultivo faríngeo. Este puede confundir.

Pero al enfermo le interesaba saber pues, a que se debía su tos y que debía hacer para suprimirla pues ya había probado además todo tipo de jarabes y remedios caseros para la tos y… nada.

He aquí la versión médica que le expuse:

La tos, desde muy particular punto de vista era de origen nervioso, como si fuera un tic nervioso. No le cuadró muy bien esta opinión. Abundé aún más.

He observado muchos casos clínicos como el de este sujeto, quejándose de sensación de polvillo en la garganta, o como “garraspera” como si les diera comezón y que se acompaña de tos la cual puede ser espontánea o intencional con el fin de eliminar esa sensación de flema pegajosa que algunos mencionan, pero estos casos no se han acompañado de francos síntomas de infección bacteriana como se mencionó en párrafos previos y por tanto no se han encontrado elementos suficientes para determinar que deben operarse de amígdalas.

Le hice ver al enfermo durante la entrevista que se prolongó durante unos 45 minutos, que en ningún momento presentó accesos de tos como para pensar en una infección, alergia o bronquitis crónica, ni siquiera es fumador. También se informó que el estrés o la ansiedad se manifiesta de diferentes maneras y una de ellas es aumentando la secreción breve de flemas en los bronquios o de saliva en la boca y que efectivamente, puede desencadenar el reflejo de la tos sin que por este dato aislado se pueda establecer el diagnóstico de infección. También se mencionó que no era posible que padeciera una infección tan prolongada y que pudiera dormir como niño Dios. Las infecciones de garganta producen molestias tanto de día como de noche. Además una infección de garganta durante cinco años habría provocado complicaciones en otros órganos como oídos y bronquios y él no tenía alteraciones en órganos vecinos.

Después de esta y otras observaciones que por el momento escapan a mi memoria, finalmente reconoció que era muy nervioso, muy “preocupón”, y que probablemente había razón para confiar en mi versión interpretativa de los hechos que mencionaba.

Decidió seguir mis directrices de tratamiento.

Un mes después, tosía ocasionalmente, al menos ya no le daba la importancia tan desmedida. Comprendió el origen de su mal. No era grave. No era mortal. No era quirúrgico. Saber esto lo tranquilizó. Sigue durmiendo como niño Dios.