Miedo a la diabetes.

Pacientes hay que tienen miedo a padecer de la diabetes sin tener antecedentes familiares y sin quejarse de síntomas ni signos propios de la enfermedad. Esto generalmente se debe a las experiencias personales de observación en vecinos, compañeros de trabajo, o amigos que padecen la enfermedad y que se han complicado con lesión en riñones, la vista, el corazón o la circulación del cerebro, por mencionar las más frecuentes.

En alguna ocasión un sujeto de unos 55 años de edad, me cuestionó al respecto: tenía mucha preocupación y miedo a padecer diabetes. No conocía a ningún familiar cercano con ese padecimiento, tampoco tenía síntomas propios de la enfermedad como baja de peso, poliuria (mucha orina) y polidipsia (mucha sed). Su temor lo hizo acudir a un laboratorio químico para que le midieran el azúcar el cual reportaron en 115 mg, siendo lo máximo normal de 110 con la técnica utilizada en dicho laboratorio.

Por su ansiedad, preguntó al químico que cómo había salido de su azúcar. Injustificadamente le informaron que tenía 5 puntos de diabetes. Con esto fue suficiente para que esa noche detonara su ansiedad y no durmiera pensando en la “gravedad de su problema” e imaginándose que pronto estaría como algunos de sus conocidos diabéticos que tenían esa “horrible” enfermedad, que según él, está de moda, pues mucha gente la padece y cada vez va en aumento ya que “antiguamente no había tanto diabético como ahora”.

Solicitó opinión a este médico tecleador ya que había leído en esta columna algunos puntos de vista con respecto a la diabetes y deseaba una aclaración al respecto.

Por principio de cuentas se trató de proporcionarle tranquilidad emocional informándole que no había motivo para preocuparse pues no existían elementos clínicos ni de laboratorio para establecer el diagnóstico de diabetes.

La cifra máxima de 110 mg de azúcar que reporta el laboratorio es una guía pero en la práctica y en la realidad, para el paciente esta cifra es más amplia ya que la concentración del azúcar y de muchas otras sustancias de la sangre son variables en el transcurso del día, nunca son fijas. Las variaciones dependen de muchos factores como el ejercicio, los alimentos, el estrés así como posibles factores durante la determinación de las cifras de azúcar en los tubos de vidrio del laboratorio, condiciones muy diferentes a las de la sangre en el cuerpo humano.

Además uno de los criterios para establecer el diagnóstico de diabetes es que la cantidad de azúcar de la sangre en ayunas sea mayor de 126 mg en más de dos mediciones separadas por varias semanas, cuando el enfermo no ha padecido los síntomas clínicos completos de la enfermedad.

Por lo anterior los 115 mg de azúcar en sangre que le reportaron a este paciente no tienen significado alguno, pues no rebasa los 126 mg y es una medición aislada. Los “5 puntos de diabetes” que informó el químico no tienen juicio, pues la diabetes no se diagnóstica ni se tasa en puntos.

Finalmente, de acuerdo con las reglas éticas y de responsabilidad profesional del ejercicio de la medicina, los químicos no deben exteriorizar los presuntos diagnósticos ante el enfermo basados tan solo en las cifras aisladas de laboratorio ya que deben coincidir con los datos clínicos que el médico recolectó en la historia clínica, base imprescindible para establecer un diagnóstico integral y razonado, de no cumplir con estos preceptos técnicos y éticos, se puede producir daño innecesario en el ámbito psicológico, no menos nocivo que el daño físico que se puede provocar por fármacos por ejemplo.

En otras palabras, establecer un diagnóstico clínico total, integral u sistémico, es de la competencia profesional del médico clínico en colaboración y correlación con los invaluables datos que proporcionan los químicos fármaco biólogos, el radiólogo y otros paramédicos.

La explicación anterior tranquilizó al paciente y se convenció que era un sujeto sano y que debía vivir la vida en el presente.