Mal de ojo sin brujería.

Hace algún tiempo, una paciente se presentó a consulta con una enfermedad de un ojo. Me extrañó, porque no es mi especialidad. Así lo hice saber y me dijo:

_Acudo con usted porque traigo un mal de ojo, me recomendaron que usted me puede ayudar a resolver este problema. _Me dijo un tanto preocupada.

_¡Mmm….! Creo que para ese problema del mal de ojo, le voy a recomendar que se vaya a Catemaco, yo no le hago a la brujería. _Respondí en tono de broma, aludiendo al folclórico “mal de ojo” que se atribuye a la hechicería.

_Pues aunque no lo crea Doctor, ya hasta he estado pensando en buscar a un curandero en vista de que ustedes con su medicina no me han resuelto mi mal _Dijo, también en tono picaresco quitándose los lentes y mostrándome su ojo enfermo.

_¿”Ustedes”?, “Me huele a manada”. _Contesté bromeando para seguir rompiendo el hielo que produce la preocupación de muchos de los males que aquejan a los enfermos y que les altera sobremanera su estado de ánimo. _¡Es la primera vez que la veo y ya me está cargando puntos negativos!. _No importa, platíqueme su problema, para saber en que puedo ayudarla.

_ Pues mire. Tengo un lagrimeo con sarro blanco desde hace como un año, es constante, todos los días, no se me quita. Yo no vivo aquí, vengo de visita con unos familiares. Allá donde vivo _Mencionó una ciudad norteña _He consultado varios médicos especialistas en los ojos, me han indicado antibióticos, al principio dijeron que era una infección de la conjuntiva, mejoré pero a los pocos días volvió a supurar. He aplicado todas las gotas que me han dicho. Dos de los oftalmólogos me hicieron lavados del saco lagrimal y me dijeron que con eso se iba a resolver el problema, que era una infección. Mejoré unos días pero sigue esta secreción. El último oculista que consulté de plano me dijo que yo debía utilizar papel sanitario todos los días y que me resignara, que no había nada que hacer para eso, que era por la edad. Pero yo no creo que sea por la edad, porque conozco muchas personas mayores que yo y no tienen nada igual. Tengo 60 años. Esto me empezó hace un año, y yo quiero que me digan si de verdad no tiene remedio. Algo debo de tener, yo no creo que sea por la edad. Quiero que me ayude. Me dijeron que usted si me va a resolver este problema. _Finalizó, con la ansiedad y la esperanza reflejada en su rostro.

_En realidad, tiene años que no veo problemas de ojos como el de usted, algunas veces veo pacientes con alguna conjuntivitis leve, o con ojo rojo por irritación que con cualquier gota para infección o para la irritación se resuelven sin la intervención del oftalmólogo. Pero así como me plantea su caso, después de haber sido valorada por diversos oftalmólogos, es posible que no esté en mis manos resolver este problema. Pero veamos en que puedo ayudarla ­_Expliqué al paciente, para justificar mi ignorancia al respecto.

A simple vista, en el ángulo interno del ojo se observaba una secreción blanquecina constante mezclada con lágrimas, sugestiva de una infección crónica de algún sitio del aparato lagrimal que está formado por la glándula lagrimal, un saco lagrimal colector y los conductos que drenan las lágrimas hacia el ojo y otro hacia abajo, hacia la nariz.

Por recuerdos de conocimientos básicos de medicina general, parecía lógico pensar que se trataba muy seguramente de una infección localizada y prolongada en esas estructuras del ojo. Con una lupa, observé minuciosamente el sarro de las lágrimas y confirmó la idea de tratarse de un proceso infeccioso rebelde al tratamiento con antibióticos. Esto orienta a pensar que la infección pudo haberse localizado (enquistado) en algún recóndito lugar de ese minúsculo y anatómicamente complicado aparato lagrimal. El enquistamiento de la infección (absceso localizado), la hace resistente a los antibióticos, es por eso que estos medicamentos calman temporalmente la infección, la cual no es posible vencer por completo, lo que la hace repetitiva y constante. Los quistes tienen una pared fibrosa que se forma de tejido duro y resistente como respuesta a la infección para tratar de controlarla, aislarla y vencerla. La infección así localizada, espera a que nosotros los médicos la descubramos y la extirpemos quirúrgicamente.

La pared fibrosa de una infección enquistada a la vez que impide que esta se disemine rápidamente hacia otros órganos vitales como pulmón, cerebro, hígado, protegiéndolos, también impide que los antibióticos penetren en forma plena para vencer la infección. Estos mecanismos de defensa propios de la naturaleza sanadora humana ayudan al médico a resolver los problemas siempre y cuando el médico posea la capacidad suficiente para comprenderlos.

Expliqué al paciente lo más claramente posible este punto de vista y le dije:

_Casi estoy seguro que su molestia es provocada por una infección enquistada. Para resolverla primeramente se debe localizar exactamente donde se encuentra la infección. Si ya varios oftalmólogos lavaron el saco lagrimal, el quiste debe estar localizado ahí mismo o en algún punto escondido en los conductos lagrimales. No estoy en condiciones de resolver esta dificultad, pero podemos apoyarnos en un oftalmólogo.

_Pero Doctor, es que ya vi varios oftalmólogos _Dijo el enfermo con desconfianza.

_De acuerdo. Entiendo que ya perdió la confianza en nosotros los médicos, pero debe comprender que yo no soy especialista en este tipo de enfermedades. Aún así ya tenemos una idea más clara de lo que está pasando y tengo confianza en que alguno de los oftalmólogos de esta región nos puede ayudar a encontrar la solución. No tiene caso que le prescriba otro antibióticos, con otras gotas si de antemano pienso que no le van a funcionar por lo que le expliqué de los quistes infectados. No tiene caso que gaste en medicamentos innecesariamente. Le voy a recomendar un oftalmólogo de mi confianza. Estoy seguro que si no encuentra solución a su problema la va a enviar con alguno de sus colegas a otra ciudad, pero ya con una recomendación especial propia de un médico. Esto hace que los demás médicos sean más meticulosos con el estudio de los pacientes, a diferencia de los casos en que el enfermo se presenta espontáneamente sin ninguna recomendación de otro médico. No debiera ser así, lo ideal es que del propio médico, no importa su especialidad, surja la idea de recurrir a otros más expertos, en los casos cuya complejidad rebasa nuestra experiencia.

Finalmente la paciente aceptó mi recomendación. Seis meses después, acudió por un problema renal y me informó con mucha satisfacción que el oftalmólogo que recomendé le había encontrado un absceso (colección de pus) en uno de los conductos lagrimales pero la envió una lejana ciudad de occidente con otro colega experto, el cual extirpó el absceso. El conducto ya estaba destruido y obstruido, le colocaron un tubo artificial con el cual sus lágrimas circulan sin dificultad tanto hacia el ojo para lubricarlo, así como hacia la nariz. ¡Sin brujería, se curó del mal de ese ojo!.

En ocasiones nos obcecamos y cerramos nuestra mente, dejando de proporcionar la oportunidad para que otro colega encuentre lo que nuestra impericia nos impide descubrir, en bien de la salud del paciente. Raro es el médico que al ejercer la profesión, escapa a pensar más de una vez que ya “se las sabe de todas, todas” y que no existe otro colega que le enseñe algo de su experiencia.

Por lo anterior, es válido actuar con cada paciente como si fuésemos novatos, como principiantes, con el fin de tratar de descubrir todos los aspectos y recovecos que presenta el ejercicio médico, para bien de nuestros pacientes, sin presumir de los 30 o 40 años de experiencia, que no siempre son garantía de perfección o excelencia profesional.