Insulina y diabetes.

Existen pacientes diabéticos que temen inyectarse insulina para el tratamiento de su enfermedad porque según ellos les afecta la vista. Otros, por la incomodidad de las inyecciones diarias

Se recurre a la insulina en el tratamiento de la diabetes cuando esta no se controla con las indicaciones dietéticas y los medicamentos orales. La principal complicación del uso de la insulina es la disminución del azúcar en la sangre (hipoglucemia) por exceso en la dosis necesaria para mantenerla controlada en cifras aceptables como normales. Es falso que altere la vista. Esta se perturba por la propia enfermedad que perturba el metabolismo del azúcar proteínas y grasas. Las lentes oculares normales están formadas por azúcar cristalizado. Las alteraciones en la concentración del azúcar en la sangre (glucemia) son las responsables de las alteraciones de la agudeza visual en el diabético.

Es prudente tomar en cuenta las incomodidades físicas y psicológicas que se le provocan a los enfermos con las prescripciones médicas, sean estas de índole nutritivo o farmacológico y entre estas, las inyecciones intramusculares, intravenosas o subcutáneas como las de la insulina. La meta de cualquier tratamiento es la mejoría en la calidad de vida que no depende exclusivamente del nivel del azúcar. Para algunos pacientes es angustiante el hecho de tener que inyectarse insulina todos los días de su existencia aún cuando la enfermedad se encuentre bien controlada por laboratorio.

Una paciente consultó para valorar si era posible que su enfermedad se controlara con medicamentos por vía oral ya que unos meses antes le habían prescrito 20 unidades de insulina diarias en ayunas y ya estaba cansada de tener que buscar quien la inyectara pues ella no aceptaba muy bien este procedimiento además de que le tenía pavor. Si bien su azúcar en sangre estaba bien controlado con 120 mg y no sentía malestar alguno propio de la enfermedad, ella no vivía tranquila tan solo por el hecho de la inyección diaria de insulina. Su calidad de vida psicológica era pésima.

Para poder orientar sensatamente a un enfermo así, debe recurrirse a los datos de la historia clínica del enfermo: Esta paciente asumía 50 años de edad, su diabetes tenía tres de evolución, tratada desde su inicio con medicamentos orales, concretamente, glibenclamida. Tomaba 3 tabletas diarias, equivalente a 15 miligramos. Le cambiaron a insulina porque según el médico tratante, el medicamento citado “ya no le hacía efecto y solamente la insulina podría salvarla”. Con estos datos clínicos se le informó lo siguiente:

Por la edad a la que se inició su enfermedad, 47 años, se concluyó que padecía la diabetes tipo 2, NO DEPENDIENTE DE INSULINA, o del adulto, como quiera llamársele. Se caracteriza porque es de control relativamente fácil el cual se logra con disminución de la ingestión de calorías, bajar de peso de ser necesario, y la prescripción de alguno de los diversos medicamentos orales de los cuales existen con diferente potencia pudiéndose prescribir en combinaciones a diferentes dosis para evitar el uso prematuro de la insulina.

En resumen, en este caso todavía gozaba de muchas posibilidades para lograr un control con medicamentos orales sin necesidad de aplicar insulina exógena (inyectable) ya que se trataba de diabetes con pocos años de evolución, de inicio en la edad adulta. Se aprovechó esta circunstancia.

La paciente se alegró de la noticia. En unas tres consultas se sustituyó progresivamente la insulina con medicamento orales, el mismo que ingería previamente, la glibenclamida, es el nombre genérico, en el comercio se encuentra con diferentes nombres según el laboratorio que la envasa. Se eligió el original. Su azúcar se mantuvo en cifras normales l30-120-110 mg con 3 tabletas diarias, equivalentes a 15 mg de la sustancia activa. Los mismos que ingería antes de recibir insulina. El caso se resolvió satisfactoriamente con las menores molestias posibles.

¿Porqué si antes ingería el mismo medicamento, a la misma dosis, no logró controlarse a pesar de que ella era una paciente muy apegada a la dieta, a cumplir con los medicamentos y su peso corporal era normal?.

La respuesta posible y más razonable fue la siguiente: la glibenclamida que ingería no era de marca original, se sospechó que su calidad y la cantidad en miligramos de cada tableta podrían ser inferiores a la ideal. Por lo tanto no era lo suficientemente efectiva para lograr un buen control. Este fenómeno lo he observado en innumerables casos clínicos durante muchos años de ejercicio profesional.

Por otra parte, todos los medicamentos tienen una dosis mínima para lograr efectos benéficos y una dosis máxima o tope, por encima de la cual aunque se aumente la cantidad ya no funciona correctamente. Para decidir el cambio de los medicamentos orales por insulina, debe confirmarse que los enfermos no responden a las dosis máximas de los medicamentos más potentes solos o combinados.

La dosis máxima de la glibenclamida es de 20 miligramos al día, todavía existe un margen más amplio para evitar la insulina. Pero además, existen en el mercado medicamentos orales con la doble potencia de la glibenclamida, de tal forma que a esta paciente se le puede controlar su diabetes durante muchos años sin necesidad de la tan temida insulina.

En el momento actual, su diabetes se encuentra bien controlada, igual que con la insulina, pero su calidad de vida psicológica es mejor, lo que no sucedía con la insulina por la incomodidad psicológica que le producía.