¡Esa presión arterial de consultorio!

En las guías médicas de hipertensión arterial se describe muy superficialmente el frecuente e interesante fenómeno de la hipertensión arterial de bata blanca o de consultorio. Pickering, cardiólogo especialista en hipertensión, la describió allá por 1988. También se le denomina hipertensión arterial de consulta aislada y esto es más objetivo y descriptivo y muy importante para interpretar estas cifras aisladas de presión arterial alta.

Y siguen diciendo los autores de las guías:

Consiste en elevaciones aisladas de la presión coincidiendo con la medición de la misma ante la presencia de un médico, enfermera, o cualquier trabajador de la salud. Las elevaciones son por encima de la considerada como normal, de 140/90 o más.

Afecta al 10% de la población general y hasta el 30% de los pacientes hipertensos. El error de este falso diagnóstico es inadmisible y consideramos apropiado recomendar tomas de la presión fuera del consultorio, es decir, en el hábitat o ambiente de la persona para verificar si se mantiene elevada.

Hay pruebas de que los enfermos no alcanzan el nivel de riesgo de los verdaderos enfermos de hipertensión.

Se recomienda en estos casos ser prudentes y hacer un seguimiento de los pacientes, con el fin de confirmar si las elevaciones persisten o se normalizan.

Ninguna guía recomienda medicamentos para este tipo de presión alta. Sólo vigilancia.

Así de claras son las recomendaciones, pero en la realidad se hace y sucede todo lo contrario.

Voy a “meter mi cuchara” y describiré algunas observaciones y conceptos producto de mis limitados conocimientos teóricos y mi práctica clínica de 46 años de ejercer la medicina clínica y atendiendo personas con presión alta. Me sentiré satisfecho si uno de mis cuatro lectores confía y toma en cuenta mis experiencias.

Desde la escuela de medicina, en la clase de cardiología, allá por 1967, el Dr. Santiago Silva, médico clínico nos decía: “muchachos, no se vayan a espantar ni espanten a sus pacientes cuando los vean en sus consultorios y encuentren presiones de 160/110 o más por primera vez. Revisen si hay sufrimiento agudo de corazón o de cerebro, es muy fácil hacerlo en la consulta y si el corazón y el cerebro no están sufriendo, tranquilicen al paciente, sigan la consulta, vuelvan a medir la presión y verán que se normaliza. Esta es una reacción normal y válida de origen nervioso ante el estrés de la consulta o de cualquier otra situación que provoque ansiedad. Esa presión elevada forma parte de la reacción de estrés y si el paciente se queja de mareos, dolor de cabeza o palpitaciones por ejemplo, esos datos anormales no son provocados por la presión, sino que forman parte de la reacción normal de estrés”

De estudiante, durante seis meses acudí a la consulta de cardiología con ese maestro humanista, que aplicaba ese humanismo en los enfermos del Hospital Regional de Veracruz, anexo a la Escuela de Medicina y observé y asimilé la congruencia de sus enseñanzas teóricas con la práctica. No se espantaba ni espantaba a sus numerosos y ansiosos pacientes con presiones arteriales de 160/110. Me consta porque lo “vi con mis propios ojos”.

Mas tarde, durante la formación como internista en el gran Centro Médico Nacional, nos enseñaban lo contrario y debo reconocer, cuando inicie mi consulta privada aquí en Poza Rica allá por 1975, ya como especialista en medicina interna, más de una vez me espanté y alarmé exageradamente a pacientes sanos y con presiones de 150/100. Gajes del oficio. Gases por el orificio, dirían los gastroenterólogos

Estas chuladas de experiencias nos enseñaba ese maestro, para mi, vigentes en el momento actual. No sé si todavía vive, pero los escasos pacientes que acuden a mi consultorio y que confían en mi, debemos agradecerle a ese maestro porque mi quehacer médico sigue guiado por esas enseñanzas aun vigentes: curar, algunas veces, aliviar y si no es posible lo anterior, confortar al enfermo, siempre

No obstante lo anterior, hoy, a cualquier paciente con ligera elevación de la presión por encima de 120/80 y sin rebasar los 140/90 que marcan las guías como límite superior normal, lo estigmatizan por decreto como enfermo de presión alta y le prescriben medicamentos para toda la vida, sin padecer de hipertensión arterial sistémica y sostenida. ¡Y cuídese si le encuentran 160/110, aunque la persona no sienta molestia alguna!

Ahora bien, si a las personas les midieran la presión arterial cuando están haciendo cola en los bancos para saldar deudas, pagar la luz eléctrica en la CFE o estar en casa cuando en verano llegan a cortarnos la luz por “exceso de pago”, o les midieran la presión a los motociclistas y a los usuarios de los taxis zigzagueando por las calles, con toda seguridad, no al 10% como dicen las guías, sino a más de 50% de esas personas les encontrarán presiones por encima de 120/80 y aunque no lleguen ni a 140/90 les dirán que están gravemente enfermos de la presión arterial. Y esto es lo que está sucediendo.

¿De quién creen que es la idea de colocar chicas inexpertas con aparatos digitales para medir la presión en los estacionamientos de centros comerciales o en las calles atestadas de gente estresada, en las aceras frente a los bancos o en las atestadas carreteras y autopistas en vacaciones? Sí, muy probablemente de la poderosa industria farmacéutica vendedora de fármacos para la presión arterial, promotora de las guías médicas nacionales e internacionales. ¡La globalización “puesnnnnn”!

Un 95% de las personas sanas que por primera vez les encuentran elevada la presión, es de origen nervioso y pasajera y no ameritan tratamiento, solo vigilancia. Pero, a ese mismo porcentaje se les etiqueta como enfermos y además de las amenazas de muerte, los condenan a ingerir medicamentos para la presión, a cadena perpetua. Consecuencia, la gran mayoría de los pacientes que ingieren esos medicamentos sufren no de la presión en si, sino de los efectos nocivos de los medicamentos y viven aterrorizados por los siglos de los siglos. Me consta y lo veo todos los días.

Pero esto es sólo un punto de vista de un médico internista que, con sus limitaciones de naturaleza humana, trata de ser reflexivo, prudente y centrar la atención en el bienestar emocional, físico y económico del enfermo.