Controversias en hipertension arterial 2.

El Dr. González Caamaño, miembro de unas diez asociaciones médicas sobre hipertensión arterial, nos dice que LA PREHIPERTENSION ARTERIAL es una equivocada maniobra de relaciones comerciales para reavivar el interés en la presión arterial.

Ya decíamos que hace unos 46 años solo eran enfermos de presión alta los que rebasaban 160/110, unos años después, ese límite lo bajaron a 150/100 y en 1984 la bajaron aun más, a 140/90. Es decir, las personas con presión arterial de 140/90 o menos, eran normales. Pero en 2003, a los genios comerciales, con esa visión se les ocurrió la etiqueta de PREHIPERTENSION a las personas sanas y normales con 140/90 y este estigma de enfermedad se convirtió en un excelente negocio. Ahora analice estos números de Estados Unidos: en 1984 existían 70 millones de estadounidenses en tratamiento con diagnóstico de hipertensión arterial, por encima de 140/90 y en el 2003, en que a esas personas con 140/90 las etiquetaron como PREHIPERTENSAS, la cifra de enfermos de la presión se duplicó a 140 millones de estadounidenses. Imagine nada más las carretonadas de millones de dólares en venta de medicamentos para el tratamiento de la presión arterial.

Por cierto, en las guías médicas europeas, no existe el estigma de prehipertensión. Bueno para los europeos.

Sume además los “enfermos o enfermados” de la presión alta de México y Latinoamérica, sojuzgados por la industria farmacéutica. En 1970, Kiskesabe era el único médico en Castillo de Teayo, había uno que otro caso clínico con la presión alta, cuando esta era de 160/110 o más. Hoy, media población adulta de esa comunidad “esta enferma de la presión”, Kiskesabe, con mucha frecuencia, sin radicar en esa villa, observa frecuentes casos intoxicados con medicamentos para la presión arterial. No hay duda, bajar las cifras normales de la presión, del colesterol o del azúcar, convierte a millones de personas sanas en enfermas y el negocio mejora.

Otra controversia mencionada por el connotado especialista en hipertensión arterial, se refiere a que, reducir demasiado la presión arterial aumenta el riesgo de infarto del corazón. Debido a que las arterias coronarias se llenan de sangre durante la diástole, es decir cuando el corazón se relaja. Hay evidencias de aumento de infartos en pacientes con arterias coronarias lesionadas y presión diastólica o presión mínima por debajo de 80. Recordemos que las cifras de presión se reportan como 120/80 por ejemplo, en donde 120 representa la presión máxima “la de arriba” o sistólica, durante la contracción del músculo cardíaco y 80 representa la presión mínima, “la de abajo” o diastólica, durante la relajación del músculo cardíaco. Recordemos que la cifra de 120/80 es la normal promedio de las variaciones normales de la presión arterial que oscilan de 90/50 a 150/110 en las personas adultas normales, 120/80 es el punto medio de esos extremos normales. Con estos datos fisiológicos normales, no se debe afirmar que la presión arterial normal es fija en 120/80, creerlo así, es un gravísimo error que está provocando frecuentes intoxicaciones con medicamentos para bajar la presión al considerar como presión alta cualquier cifra por encima de 120/80, al no tomar en cuenta las oscilaciones normales de 90/50 a 150/110.

Disminuir demasiado la presión arterial por debajo de 120/80, en pacientes con arterias coronarias obstruidas, disminuirá la perfusión sanguínea coronaria y aumentará el riesgo de un infarto. Muchos conjuntos de datos epidemiológicos han demostrado un riesgo significativamente mayor de eventos coronarios, incluyendo muerte, entre personas con presiones arteriales por debajo de 120/80. Esto nos dice el Dr. González. Y añade: debe evitarse la reducción excesiva en la presión arterial diastólica, principalmente en pacientes con lesiones en arterias coronarias, en los cuales hay más riesgo de provocar infartos del corazón.

Personalmente coincido con esta conclusión con base en la propia experiencia. Y agrego lo siguiente: disminuir demasiado la presión arterial, por debajo de 120/80, principalmente en personas por encima de los 60 años, está provocando intoxicaciones frecuentes y serias con disminución en la circulación de la sangre en el cerebro y diariamente estoy observando personas con cifras de presión por debajo de 120/80 con mareos, decaimiento, dolores de cabeza, somnolencia, algunos con trastornos de memoria y confusión mental, signos y síntomas que empeoran la calidad de vida física y emocional y desencadenados por exceso de medicamentos para el control de la presión arterial y combinados con otros como sedantes, antidepresivos, calmantes del mareo, analgésicos, entre otros. Y a mayor edad, mayor riesgo de toxicidad.

La tendencia actual de cardiólogos, internistas y médicos generales es la obsesión de mantener la presión arterial en 120/80 o incluso menos, y en ese intento, la presión desciende a cifras muy bajas provocando los daños mencionados. Basta con que encuentren cifras de presión arterial por encima de 120/80 y ya están iniciando tratamiento para bajar la presión arterial y si algún paciente ya ingiriendo algún medicamento para el control de la presión y aún así, le encuentran cifras ligeramente por encima de 120/80, le aumentan la dosis o le añaden otro fármaco, aumentando los riesgos de toxicidad. Esto no lo comenta el Dr. González.

Lo malo es que a las personas con tratamiento para la presión, a las cuales les encuentran cifras por debajo de 120/80, no les reducen la dosis o eliminan los medicamentos y el resultado es que continúan intoxicados sin que los médicos tratantes tomen en cuenta esos signos tóxicos.

Lo bueno, es que muchos de esos pacientes han reflexionado y observado que al tomar cierta cantidad de medicamentos para el control de la presión, si se sienten mal, retiran el medicamento o disminuyen la dosis y se sienten mejor, concluyendo que los medicamentos les están provocando daño.

Lo malo es que si acuden a la siguiente consulta y reportan esas molestias e informan que retiraron los medicamentos porque se sentían mal, ¡Los amenazan de muerte! ¿Cómo? Se preguntará algún lector. Si, el médico tratante les dice que si no toman esos medicamentos, en cualquier momento pueden morir de un infarto cardíaco o de una hemorragia cerebral y ante tales amenazas, cualquiera decide obedecer ciegamente las órdenes supremas.

Lo digo porque lo veo, todos los días, allá ustedes si me creen.