Dilema bioético: prescribir medicamentos.

Un diabético se presentó con Kiskesabe porque no lograba estabilizar su azúcar en sangre. No descendía de 250 miligramos a pesar de cumplir estrictamente las recomendaciones de ingerir cuatro tabletas de una mezcla de glibenclamida-metformina 5-500, de mantener su peso ideal y de cuidar su alimentación, además de hacer ejercicio regular y aparentemente de no presentar situaciones de estrés emocional.

Había que investigar otros factores, además de los mencionados, que dificultan el buen control de un diabético, tales como: que la deficiencia de insulina haya empeorado y en consecuencia, la enfermedad haya avanzado y por lo tanto, la dosis mencionada de los medicamentos sería ya insuficiente.

Pero en estos tiempos hay otro factor que puede dificultar el buen control de un diabético o de cualquier enfermedad. La calidad de los medicamentos que prescribimos.

Hace 50 años existían dos sulfonilureas: tolbutamida y cloropropamida y una biguanida: fenformina, para el buen control de los diabéticos. De estos existían solo unos tres o cuatro nombres comerciales diferentes. Hoy existen unas 10 sulfonilureas con las mismas propiedades farmacológicas y dos biguanidas, pero hay más de 100 nombres comerciales diferentes y casi seguro con diferente calidad.

Los médicos dependemos de la calidad ética de la industria farmacéutica para elegir tal o cual fármaco, no podemos evaluar la calidad de los medicamentos más que con los resultados obtenidos con los enfermos, siempre y cuando contemos con un diagnóstico certero y hayamos elegido el medicamento ideal y supervisemos estrictamente la evolución clínica.

Con el advenimiento de los medicamentos genéricos intercambiables, hace unos 17 años y al mismo tiempo los similares, la prescripción médica se dificultó ante la incertidumbre de la garantía de calidad de esos dos nuevos tipos de medicamentos: genéricos intercambiables y similares.

Personalmente, desde esa fecha, decidí evaluar la calidad en relación al costo de los medicamentos y los resultados supervisados con los pacientes. Por ejemplo: si un medicamento cuesta 100 pesos, el genérico intercambiable unos 75 y el similar unos 10 pesos. Desconfío de un producto con 80 a 90% de descuento. Parece aceptable que un producto con un descuento de un 25 %, nos puede garantizar calidad que repercute en la buena salud de los pacientes y en la reputación del médico. Hasta el momento actual, tomo decisiones y elijo los medicamentos de acuerdo con este criterio, con buenos resultados.

Precisamente, el investigador del Instituto de Salud Pública de la Universidad Veracruzana, Riande Juárez, hace unos 8 años comenta: “si una persona con la presión alta por ejemplo, toma un medicamento original de 180 pesos, el genérico intercambiable cuesta 100 pesos, y el similar 50 pesos, nadie puede asegurar que el de 50 pesos garantice buena calidad”.

Con estas premisas de prescripción y de atención médica centrada hacia el enfermo, con el fin de garantizar una mejor calidad en esa atención, le pregunté al diabético en cuestión cuanto le cuesta la caja del medicamento que esta utilizando. Me la enseñó, me refiero a la caja. ¡Siete pesos la caja completa! El original, es de seis pesos por tableta. Aquí estaba la explicación del fracaso terapéutico. Recomendé comprar el fármaco original con la misma fórmula, y con una sola tableta, en lugar de tres, a los 15 días, su azúcar en sangre oscilaba en 140 miligramos, cifra bastante aceptable para un buen control.

Debemos tener cuidado en el momento actual porque hay falsificaciones de medicamentos y los pacientes en realidad, por siete pesos es probable que les vendan la caja con el logotipo y tabletas de harina, bien protegidas. Tomemos en cuenta además que el que vende ese medicamento en siete pesos, lleva un margen X de ganancia.

Ejemplos como estos son cotidianos tanto en diabéticos, con los medicamentos para la presión arterial que medio mundo ingiere a diario, igual sucede con los antibióticos, antidiarreicos, analgésicos o antirreumáticos.

Parece razonable pensar que si algún enfermo esta bien controlado de su diabetes, de su presión arterial alta, o de su infección, con medicamentos superbaratos, o bien no padece ninguna de esas enfermedades, o se controlarían igualmente sin esos medicamentos.

Lo escribo para que lo sepan, no para que lo crean.