Enfermo o enfermedad.
Es una gran responsabilidad para el profesional médico, establecer un diagnóstico que puede provocar efectos anímicas devastadores para el enfermo y su familia. Los efectos psicológicos pueden ser tan peligrosos que algunos piensan en el suicidio, independientemente de sí la enfermedad es grave, mortal o no. Por lo anterior conviene tratar con enfermos, no con enfermedades.
Este es el caso de los pacientes con enfermedades incurables y altamente mortales como el cáncer (tumor maligno), cuyo nombre por si solo causa terror en los pacientes, familiares o amigos ya que la mayoría de estos pacientes mueren en el corto o el mediano plazo y solo algunos se salvan.
Las enfermedades cardíacas como la cardiopatía isquémica o falla de circulación de las coronarias, en sus dos modalidades de presentación: la angina de pecho (dolor de corazón sin infarto) y el infarto cardíaco (dolor de corazón con muerte de músculo cardíaco), ésta, más grave que la primera, producen un temor a la muerte en ocasiones exagerado ya que si bien es cierto que el infarto tiene su mayor mortalidad durante las primeras seis horas y disminuye el riesgo a medida que pasa el tiempo sin complicaciones, el temor a la muerte inmediata, en ocasiones causa tremendos traumas psicológicos con crisis de miedo que persisten muchos años después a pesar de que el infarto no haya tenido complicaciones y de que la recuperación sea aceptable y que el enfermo se encuentre bien controlado y sin molestias cardíacas. Este tipo de enfermedades cardíacas es controlable y la vida con buena calidad física se puede prolongar por muchos años. Conozco un compañero de fútbol, cincuentón, además de ser diabético, tiene un infarto en corazón bien cicatrizado desde hace unos 10 años, juega partidos completos de fútbol con las temperaturas veraniegas de 40 grados sin complicación alguna. Psicológicamente su calidad de vida es excelente. Festeja amenamente los triunfos o las derrotas con uno que otro “alipus” entre pecho y espalda.
Otro tipo de enfermos que pueden sufrir grandes depresiones nerviosas al establecerse el inicio de su enfermedad son los diabéticos. Muchos pacientes se presentan a consulta dudando o negando ser diabéticos a pesar de haberse medido en 3 o 4 ocasiones el azúcar con resultados elevados por encima de 200 mg y aún con estas cifras rechazan que sean diabéticos o dudan a pesar de haber presentado datos clínicos propios del azúcar elevado. Dudan porque se sometieron a tratamiento y sus cifras de azúcar ya son normales.
Recuerdo un paciente que se quejaba de decaimiento, cansancio, sin mucha orina (poliuria) ni sed (polidipsia), pero con cifras de azúcar de, 205, 160, 150, 180 y 130. No sabía si realmente era diabético, pero no por él, sino porque en 3 consultas que había recibido no se le había establecido el diagnóstico de su enfermedad, alguno de los médicos le informó que esas cifras no eran problema, otro le dijo que no tenía nada, que no se preocupara. Se le especificó que con esos datos clínicos y con el antecedente de su padre diabético, eran elementos suficientes para definir que padecía la diabetes asintomática por el momento pues por el temor ya había bajado de peso disminuyendo las 10 a 15 enchiladas que engullía en las comidas.
Sin embargo, el miedo a sufrir esta enfermedad disminuyó al explicarle que no había problema de gravedad ya que en el momento actual es controlable con facilidad, sobre todo a sus 55 años, si cumplía con las indicaciones básicas de alimentación adecuada y seguir disminuyendo su excesivo peso y que podría ingerir todo tipo de alimentos sin excesos pero bien balanceados, ejercicio aeróbico metódico, mantenerse en su peso ideal, podría hacer una larga de vida en tiempo y buena en calidad. El pavor que tenía antes de saber exactamente si era o no diabético disminuyó notablemente al conocer el buen pronóstico que actualmente tiene la diabetes en esas condiciones.
Todas las enfermedades graves, mortales o leves y sin peligro, alteran el estado mental psicológico que puede hacer que el paciente exagere sus síntomas o su angustia involuntariamente. Por otra parte, el estado anímico previo de un sujeto antes de enfermarse, influye notablemente en la forma en que el sujeto, vive, siente y sufre la enfermedad. No tomar en cuenta lo anterior, conduce al médico a establecer diagnósticos, tratamiento y pronósticos erróneos que pueden empeorar tanto el estado anímico como el padecimiento y la forma de padecer de cada sujeto enfermo.
Por lo anterior, los médicos debemos estudiar a los enfermos como seres humanos, terreno en el cual se desarrolla la enfermedad, y no como un simple padecimiento. O lo que es lo mismo, hay que estudiar, observar y tratar al enfermo y no exclusivamente a la enfermedad. Una tarea nada fácil.
Varios lectores han preguntado el significado de YATROGENIA. Esta palabra deriva de las raíces yatreia que significa medicina o yatros que significa médico, combinada con génesis o gennao que significa engendrar o generar. Literalmente se traduce como lo que produce o causa la medicina o el médico. No aclara si para bien o para mal. En general la yatrogenia se aplica a los daños que causa el médico. Debería hablarse de SALUD YATROGÉNICA, es decir para lo que se entrenan los médicos, para mejorar la salud y de ENFERMEDAD YATROGÉNICA, cuando el médico produce daño a los pacientes, ya de por si enfermos. Puede escribirse con I (latina) o Y (griega), en diferentes diccionarios así lo especifican. De todas formas, los daños o beneficios que producimos los médicos con nuestras acciones no dependen de la ortografía de esta palabra.