Educación y diabetes.
Uno de los obstáculos frecuentes en el manejo de la mayoría de las enfermedades, es el grado de conciencia que cada enfermo tiene con relación a su padecimiento. Las enfermedades agudas de corta duración por lo general no necesitan tanta orientación ya que el pronóstico en ellos es benigno a corto plazo, tanto, que en ocasiones a las pocas horas el enfermo nota la mejoría y con ello la satisfacción en cuanto a la atención médica recibida.
No sucede lo mismo con los problemas crónicos o de larga evolución como la diabetes, que además de producir cambios físicos agudos y crónicos en todo el cuerpo, también altera el estado de ánimo de los enfermos, los cuales pueden pasar de la ira a la depresión, crisis de pánico, síndrome de hiperventilación, fobias o hipocondría. Estos trastornos emocionales contradictorios, pueden alterar tanto su conducta, que se abandonan a la enfermedad dejando de ingerir medicamentos en forma suicida como rechazo irracional hacia la enfermedad, la cual en forma lenta y progresiva los desgasta física y emocionalmente
La mayoría de este tipo de diabéticos tiene además fuertes conflictos personales que contribuyen al deterioro físico y emocional que produce la diabetes por si misma. Si a lo anterior se añade la poca o nula información que reciben con respecto a su enfermedad, esta se convierte en una verdadera bomba de tiempo que más tarde o más temprano pone en jaque al paciente, y a los médicos, cuya imagen puede salir muy mal librada.
En realidad, controlar el azúcar como tal es una simpleza, basta con ajustar la dosis o aplicar insulina. Pero el tratamiento de la diabetes no es solo controlar el azúcar, este es uno de los objetivos, primordial si, a corto plazo. No deja de ser importante mantener el control, la mayor parte del tiempo posible, para prevenir o retardar la aparición de las complicaciones crónicas de órganos y funciones vitales como la vista, corazón, cerebro, riñones y la circulación sanguínea en general.
Además, el médico debe estar atento a otras alteraciones como el colesterol, la presión arterial, la presencia de infecciones en riñones o vías respiratorias, anomalías que producen un circulo vicioso que deteriora todas las funciones corporales e impiden un buen control de la diabetes, por lo que es frecuente que los pacientes descontrolados de su azúcar se quejan de decaimiento, dolores musculares en diversas partes del cuerpo, somnolencia, cansancio fácil, inapetencia para los alimentos o para el sexo, desinterés por el trabajo o por las actividades de distracción.
En ocasiones es desesperante tratar a un diabético que tiene más de 20 años con su enfermedad, que no sabe leer, y que no recuerda el nombre del medicamento ni la dosis que ingiere a pesar de haberlo ingerido durante los últimos 365 días, que tiene además exceso de 20 o 30 Kg de peso, se come 10 a 15 enchiladas en cada comida, dos litros de coca cola diarios, sin hacer el mínimo ejercicio, sin acudir a consulta, sin medirse el azúcar.
Qué puede hacer un médico con un paciente en estas condiciones, si además viene en actitud pasiva esperando que el médico con una receta mágica resuelva todas sus quejas, sin la menor idea de colaboración, se presenta solo o acompañado por familiar, generalmente algún hijo, que tampoco sabe leer y escribir, al cual, el diabético no le hace el menor caso y en nada puede ayudar al médico ni aportando datos para elaborar un diagnóstico integral y mucho menos para lograr el éxito deseado.
Lo ideal sería orientar y educar al paciente, lo que se convierte en un verdadero reto, ya que en primer lugar, al enfermo lo que le interesa es que se le quiten las molestias que lo aquejan, para eso paga la consulta. De no satisfacer lo que a él le urge, el médico es un “bueno paná”, por lo que casi siempre se prefiere en estos casos avocarse a controlar el azúcar, controlar sus molestias para posteriormente tratar de cambiar su visión hacia su enfermedad. ¡Tremendo compromiso, difícil de lograr!.
Este tipo de diabéticos por lo común, si es que logra mejorar de sus síntomas no acude a la siguiente consulta. Si regresa meses o años después, tiene ya complicaciones irreversibles por la falta de un seguimiento médico adecuado, se presenta ya cuando hay poco que ofrecerle.
Recuerdo un caso clínico: un diabético se presentó a consulta por su propio pie, físicamente no se veía muy mal, sin embargo durante el interrogatorio manifestó ideas confusas, a pesar de estar conciente, no recordaba fecha y lugar de nacimiento, no sabía de donde venía ni adonde iba, tampoco sabia donde estaba. Había franca desorientación en tiempo, espacio y persona. Una prueba rápida de azúcar en el momento de la consulta reportó 500 miligramos. Si bien esta prueba es un tanto aproximada por la técnica utilizada y además el paciente había comido dos horas antes, de todas formas fue una guía para determinar que la elevación del azúcar era la causa de su CONFUSIÓN MENTAL como consecuencia de las alteraciones metabólicas que la diabetes descontrolada causa en el cerebro. Ocho días después, en la siguiente consulta, su estado mental era normal, pero no se acordaba de la consulta inicial. Afortunadamente lo acompañaba su hijo, el se enteró de todo el problema. ¿Y si no trae acompañante como frecuentemente sucede?.
Otro caso clínico: adulto joven con 12 años de ser diabético, sin control alguno, sin tomar medicamentos y sin vigilar la cifra en sangre de azúcar. Se presentó solo a consulta. Tenía los mismos datos de confusión mental que el caso previo. No comprendió que sus manifestaciones eran secundarias a descontrol metabólico que estaba afectando su cerebro. Tenía CONFUSIÓN MENTAL de origen diabético como consecuencia de azúcar elevada. El argumentaba y alegaba que no podría ser su azúcar elevada la causa de sus males, pues tenía muchos años que no se trataba y no había tenido problemas, como era posible que ahora si le causara molestias. No fue posible hacerlo cambiar de idea. Para no discutir con el enfermo, aceptó una prueba rápida de su azúcar. Se fue al laboratorio. No regresó para terminar la consulta. Del laboratorio me hablaron alarmados que tenía 600 miligramos de azúcar, consecuencia del mal control de la enfermedad y recién había comido. Esta elevación no lo postró en cama, pero su cerebro si estaba funcionando deficientemente como consecuencia de las alteraciones propias de la enfermedad, no regresó por la receta.
Compromisos económicos y de trabajo, factores educacionales, la idiosincrasia o forma de ser de cada individuo, problemas familiares y psicológicos, tanto del enfermo como de los médicos, muchas veces impiden una buena comunicación con los pacientes lo que puede conducir al fracaso de las acciones médicas.