Crisis hipertensiva verdadera

En entregas previas se comentó que a muchos pacientes los etiquetan con diagnóstico exagerado de falsas crisis hipertensivas, lo cual sucede al interpretar erróneamente las cifras de presión arterial medidas durante la consulta.

El fundamento para diagnosticar crisis hipertensiva no es la cifra de presión arterial aislada, sino la presencia o ausencia de datos agudos de sufrimiento cerebral y cardíaco, principalmente, o renal.

La palabra emergencia viene el latín emergentis y significa el que sale de un desastre. Deriva del prefijo ex=hacia fuera y mergere= zambullir, sumergir. Para la OMS, emergencia es aquel caso en que la falta de asistencia conduciría a la muerte en minutos y en el que la aplicación de primeros auxilios por cualquier persona es de importancia vital. Médicamente, se define EMERGENCIA HIPERTENSIVA, cuando hay presiones elevadas por encima de 210/120 con daño agudo a corazón, cerebro o riñones, que ponen en peligro la vida de inmediato.

Si analizamos la etimología, parece ser contradictoria con la definición de salir de un desastre. Mergere significa zambullir, sumergir o hundir y el prefijo ex, significa hacia fuera. Por fin: “sale para fuera o se hunde en lo hondo”. Nos quedamos con la definición médica: presión elevada con sufrimiento agudo de corazón, cerebro o riñones.

La palabra urgencia viene del latín urgentia, deriva de urgere=urgir, ser apremiante. Para la OMS es aquella patología cuya evolución es lenta y no necesariamente mortal, pero que debe ser atendida en unas seis horas. Se define como URGENCIA HIPERTENSIVA a la elevación de la presión arterial por encima de 210/120, sin daño a órganos vitales como cerebro y corazón. Por lo anterior, no pone en peligro la vida.

En ocasiones utilizamos términos de los cuales no sabemos el verdadero significado y los distorsionamos. Parece que es lo que está sucediendo con las urgencias y emergencias hipertensivas y la distorsión y confusión está causando más daño que beneficio a los enfermos.

Con los conceptos anteriores: en una emergencia hay peligro inmediato de muerte: un infarto agudo del miocardio con datos de insuficiencia cardiaca, una hemorragia aguda traumática con choque hipovolémico, un infarto cerebral extenso en estado de coma profundo, una neumonía con insuficiencia respiratoria aguda, entre otros estado agudos que ponen la vida en peligro inmediato.

En una urgencia, podemos ejemplificar con los mismos casos anteriores pero leves, es decir un infarto cardiaco sin complicaciones de falla de bombeo, un infarto cerebral sin coma cerebral o una neumonía sin insuficiencia respiratoria.

Los conceptos previos están en las guías médicas, repetidas hasta la saciedad en revistas y libros especializados y repetidas de memoria en congresos y reuniones académicas por conferencistas llamados “magistrales”.

Pero ¿Cuál es la realidad? ¿Y la opinión de los enfermos? He aquí el meollo del asunto. Para los enfermos casi todo síntoma leve puede significar una urgencia o emergencia aunque no reúna los criterios previos. Un dolor de cabeza por ansiedad, para el enfermo puede significar un tumor cerebral o una hemorragia cerebral y muerte. Una punzada banal en el lado izquierdo del pecho un infarto no menos mortal. Incluso, dolor de brazo izquierdo por uso excesivo de una computadora por ejemplo, puede simbolizar un infarto cardíaco y muerte inminente. Una tos por una simple gripe puede sugerirle una neumonía mortal.

Es decir, lo banal para nosotros los médicos puede ser urgencia o emergencia para el enfermo y debemos respetar esa creencia, hasta no demostrarle lo contrario.

Y he aquí la responsabilidad y competencia profesional y un reto médico: diferenciar urgencia y emergencia de una lesión leve y el segundo, convencer, no imponer al enfermo el criterio del médico. Los conflictos y demandas surgen de la interpretación equivocada, de un diagnóstico erróneo del médico y los daños secundarios al enfermo.

Ejemplos: hubo una vez, en un país lejano, un enfermo con tos seca y gran esfuerzo al toser, durante un mes lo trataron como amigdalitis y bronquitis aguda con diversos antibióticos y otros medicamentos, se presentó a consulta con datos muy claros de insuficiencia respiratoria, a la auscultación de pulmones se encontró que el aire pasaba con dificultad por los bronquios, como si estuvieran obstruidos. Una radiografía de pulmones mostró aumento de volumen de ganglios peribronquiales. Se confirmó un linfoma, cáncer de ganglios potencialmente mortal.

Este caso inició sin ser una emergencia para el médico, si lo fue para el enfermo, pero se convirtió en emergencia al retrasar el diagnóstico porque la insuficiencia respiratoria ponía en peligro la vida. El paciente vive aún con su cáncer linfomatoso en remisión.

En los hospitales sobrecargados de chamba para los médicos asalariados sin capacidad de protesta y con cerebros atolondrados por esa sobrecarga, se cometen muchos errores de diagnóstico al no detectar urgencias y emergencias que si lo son o al contrario, una lesión leve sin ser urgencia ni emergencia, tratarla como tal, provocando en ambas situaciones, graves daños al enfermo y su familia.

Por otra parte, la medicina privada no escapa a este fenómeno: se cometen los mismos errores y predominantemente, se inventan urgencias y emergencias que no lo son y hasta se inventan infartos del corazón o crisis hipertensivas inexistentes, tanto por incompetencia profesional, así como por el simple afán de lucro.

Lo digo porque lo veo y para que lo sepan, no para que me crean.