Brujería y enfermedad.

Una mujer campirana de unos 40 años de edad se presentó a consulta quejándose de dolor de espalda, temblor distal en manos que en ocasiones le impedía realizar movimientos finos como ensartar la aguja.  No podía dormir bien, despertaba en varias ocasiones. Tenía además estreñimiento, con dolor leve abdominal, sensación de llenura con escasa comida, mala digestión. A veces le dolía la  nuca y los hombros.

Clínicamente a esta mujer no se le encontraron datos de gravedad. Deseaba que se le hicieran estudios para saber si tenía algún problema mortal. Su presión arterial, era normal. Solo había dolor leve a la palpación abdominal en colon (intestino grueso) como consecuencia del estreñimiento, la causa más frecuente de dolor abdominal. El estreñimiento era también lo que provocaba la mala digestión.

Los estudios generales de sangre fueron normales. Su azúcar era normal. No tenía anemia ni colesterol elevado. Un ultrasonido de abdomen también fue normal. En conclusión no había datos de enfermedad física seria.

Temía estar embrujada. Ya había consultado al curandero de su pueblo pero no hubo mejoría por lo que decidió acudir a la medicina alopática o científica. Pensaba que podría morir y dejar solos a sus dos hijos y su esposo, ejidatario de una comunidad.

Se inquirió a la paciente, porqué pensaba en el embrujamiento. Brusca y desesperadamente se cubrió la cara con sus manos, soltó un doloroso llanto ante el cual no había más que callar.

Me preguntó si yo creía en brujerías y fantasmas. Claramente le respondí que no, pero que respetaría sus creencias y que deseaba escucharlas ya que me podrían ayudar a resolver su problema, aunque yo no fuera brujo.

 Después de unos segundos de silencio continuó, a pesar de que noté cierto grado de desconfianza que desapareció porque le confirmé que me interesaba oír su narración.

Dos años antes había perdido casa y cosecha durante la gran inundación. Hace un año, ya levantada la casa, perdió a un hijo de 25 años de edad por enfermedad desconocida, que según ella empezó con un temblor en manos como el que ella padece.

Suspendió su narración por llanto. Unos segundos después continuó su relato.

Actualmente la naranja no tiene precio y es otra calamidad más, pues viven de ese cultivo. Su esposo ha tenido rencillas desde hace varios años, con otro ejidatario y durante alguna de las parrandas ha sido amenazado de muerte. Por todo esto piensan que el que amenazó a su esposo los está embrujando. Pero ya fueron con el brujo de su pueblo y ella sigue igual. No han funcionado las técnicas de neutralización de la brujería. Por eso busca apoyo médico.

Con esta historia de calamidades, es probable, casi seguro, que esta paciente tiene una DEPRESIÓN NERVIOSA que le produce sufrimiento físico y mental. El dolor por la pérdida de un hijo debe ser indescriptible, muy difícil de superar o sobrellevar y por tanto, puede provocar trastornos emocionales de grado variable de acuerdo a cada individuo. Estos cambios emocionales se pueden traducir en molestias físicas como el estreñimiento, mala digestión, el temblor  y los dolores de esta paciente. Su miedo a estar embrujada, puede empeorar la intensidad de los síntomas.

Insistió mucho en saber si su enfermedad era mortal o no. Se le afirmó que no había ningún dato clínico sugestivo de tal eventualidad, que se tranquilizara.

Volvió a cuestionarme cuál era mi opinión de las brujerías, que le dijera si en mi opinión podría ser eso, o si tenía alguna enfermedad que yo pudiera curarla.. Le comenté que soy originario de un pueblo como el de ella, desde niño escuché historias de fantasmas, de brujerías y de nahuales. No puedo negar que como cualquier niño, sentía miedo ante narraciones de fantasmas. Sin embargo, recuerdo una frase de mi padre que decía: LOS FANTASMAS SOLAMENTE SE LE APARECEN A LOS MIEDOSOS. Siempre me apegué a este razonamiento que me pareció lógico.

Le comenté a la paciente que su interpretación de la brujería, en realidad se trata de una alteración de la función del sistema nervioso que produce cambios en las sensaciones y en la mente, por eso se sienten dolores físicos, cambios en la conducta, en los sentidos de la vista, los sueños, el miedo a morir, el dolor de perder a un hijo, fastidian tanto al cerebro, que su mal funcionamiento puede manifestarse en creencias de que alguien quiere hacernos daño, por alucinaciones visuales (ver fantasmas) alucinaciones auditivas (oír voces o ruidos) alucinaciones sensitivas (sentir animales en la piel o el cuerpo), combinadas la amenaza de muerte, y las propias creencias o el miedo a los fantasmas o brujerías, para el que sufre, tales ideas se convierten en verdades, aun cuando sean producto de la imaginación involuntaria de un cerebro que sufre cambios bioquímicos y hace sentir al sujeto sensaciones raras e inexplicables.

En otras palabras, el desconocimiento de las causas de las fenómenos naturales y de enfermedades produce miedo, el miedo trastorna el cerebro y este nos puede hacer creer en fantasmas, brujos y nahuales. Para contrarrestar esto, la mejor terapia es hacer comprender al que padece, la raíz de sus males, tarea ardua y complicada para el ser médico. Es más cómodo recetar medicamentos.

Aún cuando la paciente no tiene ningún grado escolar o académico, su capacidad de discernimiento ayudó a tranquilizar su estado de ansiedad, aceptó que efectivamente, sus desgracias, como ella les llamaba, podrían ser la causa de sus molestias. Parece que también aceptó que la muerte de su hijo no tiene remedio, que hay que seguir viviendo por sus otros hijos y su esposo. Ya mejorará el precio de la naranja, y con ello su estabilidad emocional. Eso, de no aplicarse el IVA a los alimentos.

Después de toda la orientación previa, aceptó ingerir una dosis mínima de antidepresivos, laxante suave y calmantes del dolor para ayudar a controlar sus males y con ello lograr ver el mundo de colores, tal como es en realidad, no negro como ella lo percibe.

Me quedó la impresión, como que los fantasmas y los nahuales se alejaron de su mente, y que todo lo que ella sufre es producto de este mundo real, a veces cruel, pero al fin  nuestro mundo, donde nos tocó vivir y en donde de una u otra forma y en algún lugar, hemos de morir y donde mientras tanto, pase lo que pase, hay que vivir.