Cirugía cardiaca 2.
_Ya estoy nuevamente con usted Doc Kiskesabe. Sigo muy bien con mi tratamiento para el corazón, pero todavía no me envían al HOSPITAL CENTRAL TODOPERA. Quiero mientras tanto que me explique algunos detalles para cuando vaya al hospital, contar con información para poder entender lo poco que nos explican en los hospitales, donde casi no nos dicen nada de nuestros problemas.
Era Don Coronancio Iltapado, al que le encontraron una arteria coronaria tapada, le dio dolor cardíaco (angina de pecho) lo sometieron a estudio de coronarias y a tratamiento médico, mejoró, esta muy bien pero le proponen cirugía de corazón y está en el dilema si aceptar o no la cirugía.
Ya le expliqué que en general, las modernas intervenciones de revascularización cardíaca: cirugía con puente coronario o los tubitos dentro de las coronarias NO PROLONGAN LA CANTIDAD DE VIDA en comparación a los que no se hacen cirugía, como creen los pacientes sometidos a estos tratamientos. Y he aquí el dilema de don Coronancio: aceptar o no la cirugía la intervención.
_¡A calzón quitao Doc! Quiero que me diga su opinión de acuerdo con su experiencia, partiendo de que yo me siento muy bien con mi tratamiento, ya llevo cuatro meses y no he tenido ninguna recaída; eso si, no he dejado de tomar mi aspirina, el isorbid, 3 al día y con esos dos medicamentos me siento muy bien, fue lo que me dieron en el hospital y usted me dice que está correcto.
_Asi es. _Afirmé. _Le comunico que desde 1969 en un hospital de aquí de Poza Rica me tocó enfrentarme a pacientes con falla de la circulación coronaria, con y sin infartos y la mayoría de esos casos se controlaban y se salvaban. Uno que otro caso muy grave los trasladábamos a México para su tratamiento en un hospital central. En aquel tiempo, recuerdo que solo había isosorbide y un anticoagulante que se llama cumarina, ambos para mejorar la circulación de las coronarias, metildopa para controlar la presión arterial y diuréticos y digoxina para la insuficiencia cardiaca. Aunque la aspirina ya existía, no se sabía que mejoraba la circulación de la sangre y por supuesto no había cirugía vascular ni los modernos tubitos (stent) de hoy para canalizar las coronarias.
_La medicina en la edad de piedra Doc. _Dijo el paciente sonriente.
_Cierto, me iniciaba en estas lides “kiske” de tratar de curar enfermos y hacer lo mejor posible con los recursos disponibles según el contexto histórico de esa época. En ese tiempo el hospital donde estaba aprendiendo, contaba con un viejo electrocardiógrafo con cuyo manejo ya estaba familiarizado desde estudiante de medicina en el 68 y, medio interpretaba ya desde esa fecha si un paciente tenía un infarto en el electrocardiograma o si solo se trataba de angina de pecho o isquemia coronaria sin infarto. Claro, siendo esencial el interrogatorio y exploración clínica. No contábamos con estudios de enzimas cardiacas en sangre y mucho menos con ecocardiogramas. La terapia intensiva la hacía en lo personal “pegándome a la cama del enfermo” midiendo la presión arterial, la frecuencia cardiaca y respiratoria y evaluando el estado clínico directo con el enfermo cada 15, 30, 60 minutos o cada 2, 3 o 6 horas según el estado de gravedad del enfermo. No había enfermeras intensivistas ni aparatos para medir las gotas por minuto de las soluciones. Era un contacto humano directo médico y enfermo, codo a codo, hombro con hombro, era una comunicación humana de respeto, afecto, cordialidad y confianza. ¡No había de otra!
_Oiga Doc. ¡Pero eso era una chingonería!. _Exclamó con espontaneidad don “Coro”. _ A mi me toco todo lo contrario ahora. Tubos y frascos colgados con soluciones, enfermeras y médicos con tapabocas como emboscados o para que no los identifiquemos, hablando lo mínimo necesario para dar órdenes: “a ver su brazo, muéstreme su nalga para inyectarlo, abra las piernas le voy a poner una sonda…” Y lo peor, ya me hicieron la coronariografía y el que me la hizo, ni sé su nombre y si lo vuelvo a ver no lo identifico, solo me informó, con su cubre bocas puesto, que debo operarme y que si no me opero en cualquier rato me muero y ahora usted me dice que resulta que las cirugías de corazón en general no prolongan la vida y que se vive el mismo tiempo con o sin las operaciones. ¿Porqué a los enfermos no nos dicen la verdad?.
_Le diré otra regla de oro que no le han dicho y que data desde los inicios de la medicina y por supuesto de la época de Hipócrates: se debe recurrir a las cirugías, de preferencia cuando se hayan agotado los recursos menos agresivos con medicamentos y cambio de hábitos de vida y si el tratamiento médico controla las molestias y mejora la calidad de vida, la cirugía puede esperar y se recurrirá a ese procedimiento en caso de recaída de los síntomas a pesar de un tratamiento óptimo, es decir, bien planeado por el médico y bien cumplido por el enfermo. ¿Seguirá vigente esta antiquísima regla de oro en medicina? Lo veremos en la próxima entrega.