Pirosis restroesternal.

Uno de los síntomas digestivos frecuentes después del dolor del síndrome de intestino irritable, es la pirosis retroesternal o ardor quemante detrás del esternón que se puede confundir con angina de pecho o infarto del miocardio.

La pirosis afecta a un 50% de la población general y tiene relación con cierto grado de reflujo del contenido ácido del estómago hacia el esófago provocando una esofagitis péptica. El reflujo puede presentarse con o sin hernia hiatal, es decir, hernia del estómago hacia el tórax.

En muchas ocasiones la pirosis también tiene relación con los estados de ansiedad que disminuyen el umbral del dolor en las terminaciones nerviosas sensitivas en el esófago, sensibilidad que puede provocar espasmos del esófago que se confunden con el verdadero reflujo por hernia hiatal provocando sensación de  “un globo atorado”, y desencadenando, en el momento actual, cirugías innecesarias de esófago, debido a cierto abuso de las endoscopias de estómago que además del riesgo de perforar el estómago, conduce al diagnósticos excesivos de reflujo gastroesofágico.

_ ¡Ay doctor Kiskesabe!. Por no hacerle caso a usted me ha ido de la patada. _Era doña Angustias, mujer de 60 años, cuya expresión denotaba frustración y amargura. _No se si se acuerde de mí. Hace un año vine con usted porque yo decía que tenía reflujo. Sentía que en ocasiones como que se me atoraba algo en la garganta. Me dijo que era por mi ansiedad. En ese tiempo tenía muchos problemas con uno de mis hijos, muy fanático del Dios Baco, toma como si quisiera acabar con la cerveza. Y hasta la fecha, la cerveza está acabando con él.

_Ya recuerdo, por aquí tengo su expediente. No encontré datos de verdadero reflujo que consiste en que se regresa el contenido del estómago con restos de alimentos y ácido. _ Dije, reafirmando la información de doña Angustias.

_Si y tonta de mi. No le hice caso pues no me encontró reflujo en unas radiografías del estómago que me mandó a hacer y me dijo que en realidad eran contracciones de mi garganta y de mi esófago al tragar algo, provocadas por mis preocupaciones pues eso sucedía de vez en cuando y no siempre que comía. Yo no le creí que lo que sentía era nomás por mis nervios y por mis preocupaciones.

_Y ahora en que la puedo ayudar doña Angustias. _Pregunté, pensando que ese problema lo había superado o resuelto.

_Es que sigo con lo mismo, con mis angustias y con lo mismo de esa “atoración” que siento en la garganta y detrás del pecho y que a veces se me dificulta la respiración como si tuviera un globo atorado. Pero le sigo contando. Resulta que busqué otra opinión porque bien claro me dijo usted que si no estaba convencida de lo que usted me decía, pues que tenia el derecho de ver a otro médico. Lo hice y ¿Qué cree que me sucedió doctor Kiskesabe?

_ ¿Qué le sucedió doña Angustias?. _Dije a la vez que observaba que bajaba la cabeza como apenada.

_¡Pues que me salí de Guatemala y me metí en “guatepior” doctor?. Por no hacerle caso.

_Ya doña Angustias. Desembuche lo que trae dentro . _Dije a la vez que pensaba que seguramente buscó otra opinión, le propusieron endoscopia de estómago, le dijeron que si tenía reflujo, le dieron tratamiento sin resultado y ahora le proponen operarla del esófago y quiere mi opinión para decidir si acepta o no la cirugía.

_ ¡Me operaron del reflujo, que era por una hernia!. Pero estuve bien unos días y después otra vez lo mismo. Sigo con esos atoramientos. Ahora si estoy convencida de lo que usted me dijo. Me engañaron los que me operaron.

_¿Y su hijo sigue con sus “embotellamientos” causa principal de sus “atoramientos”?. _Dije, nada sorprendido de esa cirugía innecesaria, de las cuales he observado varios casos de pacientes con trastornos funcionales del esófago con espasmos de ese parte del tubo digestivo operados “kiske” de hernia hiatal, sin resultado alguno y otros que sí han tomado en cuenta mi opinión y que no han aceptado las indecorosas proposiciones de cirugía esofágica y cuyos espasmos se han resuelto con terapia relajante con algún ansiolítico leve y terapia emocional para los daños colaterales de la ansiedad, aclarándoles que esos espasmos del esófago, no representan ningún peligro para la vida ni para la función digestiva.

Se propuso cambio de estrategia. Prescribí un relajante no sedante ni controlado y le propuse acudir a terapia emocional breve. Dos meses después se encontraba asintomática. Su hijo: buscando el último trago.

_Siga en terapia emocional. _Le afirmé. _No malgaste su dinero con nosotros los  médicos. La solución integral a sus molestias no la va a encontrar en píldoras mágicas ni en veloces cuchillos y rayos láser. La solución esta dentro de su cerebro, hay que encontrarla.