Fracasos tiroideos.
Los errores médicos, como todos, en esencia, son involuntarios y propios de la imperfección humana. Aún así, existen otros factores modificables que los desencadenan. De ahí un aforismo: equivocarse una vez es candidez, pero equivocarse dos veces es “indejez”. Y bien decía el viejo en mi infancia, mi padre, analfabeta social: Con que vas a estudiar medicina hijo, óyeme bien lo que te digo, hay dos enfermedades que no vas a curar nunca ni tu ni ningún médico, por muy especialistas que se hagan: la artritis y la “indejez”. No le creí. Con el tiempo he confirmado esa tajante afirmación. Y como siempre, al viejo se le da la razón cuando ya está muerto.
El tratamiento del hipertiroidismo, como el ejercicio de la medicina clínica, tiene ciencia y arte. Ciencia en cuanto debemos contar con suficientes conocimientos científicos anatómico-fisiológicos y arte, que también es ciencia, en cuanto entendemos que los pacientes son entes sociales e históricos y que los libros solo hablan de enfermedades pero no de humanos enfermos.
Hay tres modalidades de tratamiento para los enfermos con hipertiroidismo: los fármacos antitiroideos como el metimazol en tabletas para bloquear la síntesis exagerada de hormonas por la tiroides, el yodo radiactivo que “quema” la tiroides y la cirugía para extirpar una parte o toda la glándula.
Los fármacos orales son lo menos peligrosos pues el riesgo es mínimo y se puede lograr la curación completa sin secuelas de hipotiroidismo después de 24 o 36 meses de tratamiento y vigilancia estrecha; el yodo radiactivo tiene el riesgo de quemar más tiroides de lo deseado y provocar hipotiroidismo con deficiencia de hormonas condenando al enfermo a ingerir hormonas para toda la vida; lo mismo sucede con la extirpación quirúrgica parcial o total.
Los fármacos son el tratamiento de elección en muchos centros médicos de Europa y Japón, mientras que el yodo radiactivo es la primera opción en USA. De acuerdo con mi experiencia personal, me inclino por los europeos y japoneses y así lo he hecho con los pacientes comentados en esta columna. El riesgo mínimo de los fármacos es lesionar la médula ósea con disminución de los glóbulos blancos, facilitando o empeorando infecciones, efecto nocivo raro, que desaparece al disminuir la dosis o retirar el fármaco sin dejar secuelas. Propongo el yodo radiactivo como segunda opción siempre y cuando se haya planeado un buen tratamiento con fármacos con dosis diaria y por tiempo suficiente, incluso más de lo recomendado en guías terapéuticas hechas por “expertos” y en libros, y siempre y cuando el paciente haya cumplido el plan especificado.
Alguna vez vi a un paciente sometido a tratamiento con yodo radiactivo, pero el paciente no cumplió con la prescripción, tomaba el medicamento en forma irregular, lo abandonaba por semanas o meses. Creo que el endocrinólogo no corroboró si el paciente cumplió con el plan de tratamiento, y como nuestra formación académica esta regida por los lineamientos de Estados Unidos, mejor le propuso tratamiento con yodo radiactivo “porque es más efectivo”. Puede ser que la dosis de yodo radiactivo queme exactamente la cantidad justa de glándula tiroides, lo que sucede en pocos pacientes. La mayoría quedan con la secuela de por vida, con hipotiroidismo e ingiriendo hormonas.
En lo personal, con mis escasos pacientes, les propongo el tratamiento al menor riesgo y costo posibles, el de los europeos y japoneses, si con esta estrategia no se resuelve el problema, los derivo a un endocrinólogo para tratamiento con yodo radiactivo. En la actualidad, pocas veces se recurre a la cirugía de tiroides. ¿Cuál estrategia prefiere usted?