¿Qué es la medicina interna?

¿Qué es la medicina interna?

Los avances en tecnología médica han aumentado el conocimiento de las enfermedades que aquejan a la humanidad de tal forma que ningún médico general es capaz de asimilar la totalidad de tales avances. De ahí ha surgido la necesaria especialización médica.

Hasta hace unos 60 años había cuatro especialidades médicas troncales: la pediatría dedicada a las enfermedades de los niños, la ginecología y obstetricia para el estudio de la mujer y el embarazo, la cirugía general para la intervención de las enfermedades quirúrgicas más frecuentes y la medicina interna para la atención de las enfermedades no quirúrgicas que afectan a los adultos.

Pero desde hace unos 50 años se inició una revolución tecnológica de tal forma que han surgido decenas de especialidades de esas cuatro ramas principales, formando una lista interminable de subespecialistas dedicados al estudio fragmentado del cuerpo humano, fragmentado en órganos, miembros y hasta en fracciones de órganos.

La medicina interna, después de la medicina general, es la más amplia de las especialidades pues incluye el estudio de los órganos internos: cardiología, neumología, gastroenterología, endocrinología, reumatología, hematología, neurología, oncología, infectología, geriatría o enfermedades de la vejez, entre otras ramas de la medicina.

Estas ramas de la medicina se han fraccionado en subespecialidades y así hay especialistas en electrocardiografía, en hipertensión arterial, en hígado o estómago, especialistas en páncreas, en ojos, oídos nariz y garganta. Médicos dedicados al estudio y tratamiento de padecimientos del ano o proctólogos, traumatólogos para los huesos, reumatólogos para la artritis, endocrinólogos para las enfermedades de las glándulas y hasta especialistas en diabetes. La lista es extensa.

La medicina interna, simplifica la atención de todos esos especialistas pues un buen médico internista debe ser competente para resolver un 80% de los problemas médicos que aquejan a la sociedad adulta. Es decir, debe ser capaz de resolver la mayoría de todas las enfermedades de todos los órganos del cuerpo humano del adulto, como la diabetes, la hipertensión arterial o la artritis, entre otras. En un mínimo porcentaje de los casos, un internista recurrirá a otros especialistas que generalmente dependen de alta tecnología o entrenados para el estudio y tratamiento de enfermedades poco frecuentes como la hepatitis crónica activa, el lupus eritematoso sistémico o la esclerosis múltiple.

De lo anterior surge una escala para elegir un médico: en primer lugar un médico general, este es el responsable de resolver la mayoría de los problemas de los cuatro grandes troncos de especialidades: si el médico general no es capaz de solucionar los padecimientos más frecuentes de esos cuatro pilares deberá recurrir a un médico internista en primera instancia o a un cirujano general, pediatra o ginecólogo, y menos frecuentemente a otros especialistas de otras ramas de la medicina.

Si el médico no cumple con esta secuencia, variables según cada caso en particular, los enfermos deben contar con la orientación necesaria para elegir la mejor opción para sus achaques.

Y he aquí otra responsabilidad de un buen médico internista, o cualquier otro médico que se precie de serlo, sin importar la especialidad: educar, orientar a los enfermos para buscar la mejor opción a sus problemas.

Todo esto es responsabilidad del objetivo de esta columna: educación y orientación a los enfermos. A ellos va dirigida.