Salud yatrogénica.

El título de este tema suena paradójico ya que ENFERMEDAD YATROGENICA es el nombre que se da a aquellos problemas médicos que son causados o empeorados por el enfoque que adopta el doctor que esta tratando el problema de un enfermo. En otras palabras son los daños que causa el médico a los pacientes. En la práctica clínica cotidiana existen muchos ejemplos al respecto.

Lo ideal es LA SALUD YATROGENICA, es decir, la salud que se promueve por las acciones médicas.

Vale la pena recordar que YATROGENIA deriva de YATROS (médico) o YATREIA (medicina) y GENESIS (origen). Literalmente se traduce: LO QUE GENERA EL MEDICO, sin especificar sí para bien o para mal. En concreto, YATROGENIA se refiere tan solo a las acciones médicas. Puesto que dialécticamente a toda acción, hay una reacción, esta precisamente es la que le da significado a la palabra yatrogenia, los efectos de las acciones médicas.

Nunca se había escrito en esta columna sobre salud yatrogénica. Leyendo un libro de editorial paidos que trata de psicoterapia familiar, me llamó la atención este enfoque de la yatrogenia. Los autores de este libro, terapeutas familiares: O Hanlon y Davis, afirman que la SALUD YATROGENICA es una cuestión de la máxima importancia, mucho más que la enfermedad yatrogénica y tienen mucha razón ya que precisamente todas las injerencias médicas debieran ser benéficas, lo que, para desgracia de la sociedad, no sucede si no al cien por cien, cuando menos una porcentaje razonable.

Durante el tratamiento médico, quirúrgico o psicoterapéutico se influye en la evolución de los problemas de los pacientes que acuden al apoyo de los profesionales de la salud ya sea médicos o terapeutas familiares los cuales con sus palabras, sus gestos, con la mirada, la voz o los movimientos corporales, así como con las intervenciones quirúrgicas o los fármacos prescritos, pueden ocasionar mejoría en su calidad de vida (salud yatrogénica) o por el contrario aumentar el daño del que ya poseen (enfermedad yatrogénica).

Casos clínicos existen de sujetos que se quejan de diversos síntomas nocivos, que, sin padecer enfermedades físicas o estructurales, se les produce daño psicológico con diagnósticos y tratamientos erróneos de enfermedades inexistentes, consecuencia de impericia, negligencia e irresponsabilidad y deficiente ética profesionales, tanto por médicos como terapeutas familiares.

Un ejemplo de incontables casos clínicos es el siguiente:

Un hombre de 55 años consultó a este médico tecleador para que le confirmara o descartara cinco enfermedades para las que estaba recibiendo tratamiento: hipertensión arterial, diabetes mellitus, artritis por ácido úrico (gota), angina de pecho e hipercolesterolemia (colesterol alto). Ingería 6 medicamentos.

Con cifras de 140/90 de presión arterial, por primera vez, le dijeron que era hipertenso (presión alta) de gravedad, le indicaron una tableta de 20 mg de gliotén y dieta sin sal. Sin embargo, en ningún libro de medicina interna o cardiología recomiendan indicar tratamiento en estas circunstancias pues esa cifra se considera dentro de límites normales y no es suficiente para establecer el diagnóstico de presión alta sotenida.

Con cifras de l40 mg de azúcar, por primera vez, le indicaron minodiab, una tableta, estableciendo el diagnóstico de diabetes, que hubo de suspender pues posteriormente el azúcar le bajo a 50 mg y se desmayó. No se recomienda indicar tratamiento con cifras iniciales de l40 mg por el riesgo de hipoglucemia (baja de azúcar). Hay que verificar si se mantiene elevada.

Con cifras de 6 mg de ácido úrico y algunas dolencias en los codos y muñecas pero sin datos de inflamación le dijeron que tenía gota (artritis por ácido úrico). Sin embargo, esa cifra de ácido úrico es normal ya que lo máximo es de 7 y las dolencias eran de origen muscular ya que permanecía duran más de 8 horas al día tecleando en una computadora.

Por 255 mg de colesterol le indicaron lipitor, medicamento de alto costo para normalizar el colesterol. Nunca se le había alterado. La cantidad mencionada no causa ningún peligro de inmediato y ningún manual de medicina recomienda tratamiento farmacológico, sino disminuir la ingestión de grasas y alimentos ricos en colesterol, hacer ejercicio y bajar de peso de ser necesario y verificar si el colesterol se mantiene elevado.

Para rematar, sin datos clínicos de dolor en corazón con un electrocardiograma normal, le establecieron tratamiento con una tableta de aspirina pues tenía “alto riesgo de padecer de un infarto al corazón y morir en cualquier momento”.

Con toda la información anterior, llegó muerto al consultorio, psicológicamente (metafóricamente) hablando. Esto era lo que reflejaba emocionalmente: depresión, tristeza, frustración, desesperanza, se sentía con un pie en la tumba, estaba tramitando su testamento, un verdadero ENFERMO YATROGENICO.

El reto fue ofrecerle SALUD YATROGENICA lo cual se logró aproximadamente unos dos meses después, durante dos consultas en las cuales se le orientó con respecto a todas sus posibles dudas. Solo se confirmó la presencia de diabetes, ya que la cifra de azúcar se elevó a l60 mg, la cual posteriormente se normalizó a l00 mg sin medicamentos, tan solo con disminuir la ingestión de carbohidratos ya que en cada comida se comía unos 10 ricos panuchos, era originario de la tierra del faisán y del venado, la hermana república de Yucatán.

También se mantuvo normal, la presión arterial, el colesterol disminuyó a 200 mg, las dolencias musculares desaparecieron, ácido úrico disminuyó a 5 mg, se le permitió ingerir sal al gusto, no se encontró enfermedad cardíaca alguna, su electrocardiograma fue normal.

Se eliminaron todos los medicamentos mencionados y solo se indicó un antidepresivo a dosis mínimas, prácticamente como efecto placebo, su mejoría no se atribuyó a este medicamento sino a la confianza de no estar tan gravemente enfermo como le habían hecho creer, su estado de ánimo mejoró y con ello su calidad de vida, su afán de vivir, desistió de hacer el testamento, aunque de todas formas, si es recomendable hacerlo. Volvió a vivir.

Alguna vez me invitó a cenar panuchos, le agradecí comiéndome no menos de 10, sin chile habanero, es muy picoso.

No existe la menor duda de que durante la entrevista clínica, el médico de alguna manera, tiene el poder de influir psicológicamente en la conducta futura del enfermo con relación a la forma de ver, aceptar y mejorar o empeorar su enfermedad. La manera en que el médico tratante formula las preguntas, si interrumpe o escucha libremente al enfermo, si sugiere que el problema es muy grave o leve, el lenguaje que habla, las palabras que usa, la seguridad o inseguridad con que comunica los diagnósticos, estas y otras actitudes influyen en la evolución, buena o mala, del problema que el paciente plantea, he aquí la diferencia entre salud y enfermedad yatrógenas.

Por todo lo anterior, el médico debe intentar siempre influir favorablemente en la evolución del paciente. Aún en los casos más graves, incurables o mortales a corto o mediano plazo, el médico debe tener recursos psicológicos, tacto, sutileza y humanismo para informar, orientar y apoyar, sin causar mayor daño, por muy sombrío que sea el pronóstico. Nosotros los médicos curamos algunas veces, aliviamos muchas veces, no siempre; pero siempre debemos confortar.

He aquí otro de los grandes retos del ser médico, retos ante los cuales no siempre se es victorioso.