Obesidad y sexo.

OBESIDAD Y SEXO.

Si un sujeto excedido de peso leyera en alguna revista que los hombres obesos corren más riesgo de sufrir impotencia sexual o disfunción eréctil, seguramente se desesperaría por bajar de peso y le entraría al gran negocio de las dietas de reducción.

Precisamente en una investigación financiada por la sociedad americana del cáncer, realizada en dos mil hombres de edades comprendidas entre los 51 y los 88 años, los resultados reflejan que aquellos cuya cintura supera un metro, tienen casi dos veces más riesgo de padecer disfunción eréctil que los varones cuya cintura mide unos 80 centímetros. El estudio también apunta que los hombres inactivos tienen más probabilidades de sufrir disfunción eréctil que los que hacen ejercicio al menos 30 minutos diarios.

Noticias de este tipo pueden hacer que los hombres obesos participen en el gran negocio de las dietas de reducción cuya principal clientela hasta el momento son las mujeres, primordialmente antes del verano caliente. Con la finalidad de lucir esbeltas en las calurosas playas, se aplican todo tipo de terapias y dietas para reducir unos cuantos o muchos kilos en pocos días. Miles de personas agobiadas psicológicamente por el exceso de peso, cumplen los rituales dietéticos más extravagantes con la esperanza de que a los 50 o 60 años algún fotógrafo las promueva para concursos de belleza o para adornar la portada de alguna de las tantas revistas que se dedican a promover ilusiones. Finalmente se dan cuenta y comprueban que siguen igual de obesas.

Lo ideal es seguir una dieta equilibrada, que le haga perder peso sin pasar hambre, sin tener que engorrosamente pesar la comida en gramos ni hacer recuento de calorías, y mucho menos ingerir pastillas diuréticas engañosas o anfetaminas disfrazadas de pastillas naturistas, comiendo sanamente y sin pasar privaciones. En otras palabras, una alimentación fisiológica, sin riesgos.

Este ideal es muy difícil de cumplir en parte si el médico desconoce la fisiología y metabolismo de los nutrientes básicos, las necesidades fisiológicas diarias de calorías y si omite determinar el estado anímico del enfermo o el modo de ver la obesidad y de investigar el porqué el paciente desea bajar de peso: por salud o por vanidad. En esta disyuntiva radica gran parte del éxito o el fracaso para bajar de peso. La sicología del que desea bajar de peso. Un verdadero dilema médico.

La mayoría de los obesos desean bajar de peso con una receta o dieta mágica, sin hacer el menor esfuerzo. Estas no existen. Siempre se necesita la comprensión y la colaboración del enfermo. Sin esto, el fracaso es seguro.

Detrás de la obesidad existen factores genéticos (no modificables) que predisponen a una mayor cantidad de adipocitos, las células que almacenan grasa en todo el cuerpo ante el exceso de la ingestión de alimentos ricos en calorías como los carbohidratos (harinas, masa, sus derivados y semejantes) o las grasas principalmente de origen animal que además son abundantes en colesterol saludable.

Además de los factores biológicos que no se pueden modificar de ninguna forma, se añaden los factores psicológicos. Muchos obesos ingieren abundantes calorías como respuesta al estrés. En el cerebro existe un centro del hambre y otro de la saciedad. Funcionan automáticamente como los termostatos de un automóvil. Las tensiones por conflictos familiares, laborales o económicos, descontrolan la armonía entre estos centros provocando el aumento del apetito, generalmente en alimentos ricos en calorías, cuyo exceso, se almacena en forma de grasa. Si el enfermo rechaza esta relación entre estrés y obesidad, lo cual es habitual, el fracaso en el tratamiento es inminente.

Las costumbres nutritivas de cada familia también favorecen el desarrollo de la obesidad. No es casual que en las regiones donde se consumen, enchiladas, estrujadas, garnachas, tacos, tamales, tortillas, tostadas, tecates y todos los alimentos con “VITAMINA T” y mínimo o nulo ejercicio físico, la población esté excedida de peso. Lograr que la familia advierta esta influencia y modifique sus costumbres nutritivas excesivas es un verdadero reto médico.

Por otra parte, existen patriarcas o matriarcas, que por prejuicios sociales y culturales o el “que dirá la gente”, forzan a su prole, desde niños, a ingerir alimentos ricos en calorías (vitamina T) para que se vean gordos, llenos de vida según los papás, como símbolo de triunfo y poder económicos ante el temor de ser criticados de tacaños, pobres o miserables si sus hijos se mantienen en el peso normal, que para esos miembros de la sociedad son delgados y desnutridos y faltos de cuidado por parte de sus padres. Así empieza la fábrica de gordos en que se ha convertido gran parte de la sociedad, principalmente la urbana que ha disminuido el ejercicio, fundamental para consumir y quemar las calorías excesivas en los alimentos ingeridos.

Contra todo esto debe luchar el médico y el enfermo para entender, comprender y tratar razonablemente la obesidad sin que el paciente se exponga a peligrosas dietas o medicamentos más tóxicos que benéficos. Duro compromiso para la relación médico paciente.